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domingo, 10 de noviembre de 2024

Más que un hallazgo, una historia

El hallazgo de los restos del Che constituye un momento de extraordinaria connotación para los miembros del equipo que participaron en el mismo, así lo hace saber a Cubahora la historiadora María del Carmen Ariet García...

Raquel Marrero Yanes en Exclusivo 28/06/2012
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Foto famosa del Ché
15 años del hallazgo de los restos del Ché

Cuando una noticia recorre el mundo, pocas veces se conoce de los hechos secundarios y de las personas que posibilitan, desde el anonimato, los acontecimientos que hacen historia.

Justamente a los treinta años del asesinato de Ernesto Che Guevara en La Higuera, después de una intensa búsqueda, aparecen sus restos. La noticia volvía a colmar las primeras páginas de las principales agencias y diarios del planeta, tal y como ocurrió cuando su muerte, en 1967.

El hallazgo de los restos del Che y de los combatientes caídos en Bolivia constituye un momento de extraordinaria connotación para los miembros del equipo que participaron en el mismo, así lo hace saber a Cubahora la historiadora María del Carmen Ariet García.

Ella junto al doctor Jorge González, jefe del equipo, el forense Héctor Soto y el arqueólogo Roberto Rodríguez, fueron testigos excepcionales de la búsqueda, hallazgo y exhumación de los restos de los miembros de la guerrilla de Ñancahuazú, en Vallegrande, Bolivia. 

No hay dudas que la ciencia fue la protagonista anónima del hallazgo de la fosa el 28 de junio de 1997, explica Ariet García quien es Coordinadora Científica del Centro de Estudios Che Guevara, en esta capital.

“Después de año y medio de investigaciones y esfuerzo de muchos, se develó un misterio de tres décadas. Nuestro compromiso y responsabilidad adquiría relieves insospechados en la medida que se avanzaba y se ampliaban las expectativas del hallazgo. Se acrecentaba un sentimiento de admiración y hasta de devoción, que se conjugaba como una especie de deuda que debíamos —hasta ese momento—, ante hombres que lo dieron todo por ideas tan nobles.

“Todo se unía, el medio tan agreste, los sucesos acaecidos como expresión de brutalidad y ensañamiento, el honor de haber sido seleccionados para participar en un hecho que devendría histórico, hizo que experimentáramos una mezcla de deber y de orgullo difícil de borrar en todos y cada uno de nosotros”, comenta.

Su papel como investigadora se centró en una primera fase en buscar datos insito de los acontecimientos históricos llevados a cabo por la acción de la guerrilla, para después aproximar los posibles lugares de búsqueda.

En total, fueron treinta y seis los guerrilleros caídos; de ellos, veintitrés estaban enterrados en Valle Grande, y trece en otras zonas. El propósito, desde el principio, era encontrarlos a todos.

LA INVESTIGACIÓN 

El 21 de noviembre de 1995, una noticia provocó revuelo internacional: el general retirado Mario Vargas Salinas afirmó que el cadáver del Che estaba enterrado en la pista de Vallegrande. 

Fue entre abril y octubre de 1996, cuando Ariet García realizó la investigación histórica. Centró su labor en cotejar y estudiar versiones de la época, testimonios y coberturas dadas por la prensa a los acontecimientos de la guerrilla en 1967.

Las declaraciones de Vargas —confiesa— tuvieron trascendencia para medir la connotación de la figura del Che. Hombre de gran sensibilidad, uno de los principales dirigentes de la Revolución Cubana, quien marchó posteriormente a África, y culminó su quehacer por la justicia y la libertad de los pueblo, en Bolivia.

Según precisa la entrevistada, desde la captura del Che el 8 de octubre de 1967, y su asesinato, un día después en la escuelita del poblado de La Higuera, a unos cinco kilómetros de la Quebrada del Yuro —donde se efectuó el combate final—, la desinformación fue total. Fue así que del destino de los restos del Che se manejaron cerca de 60 versiones, agrega.

EL HALLAZGO

Entre los recuerdos que atesora esta infatigable mujer está cuando todos lloraron de alegría al encontrar los restos. “El impacto fue demasiado fuerte. Fueron días de tensiones, porque aunque existían fuertes indicios, no estaban aún las pruebas legales.

“En la medida en que la fosa común —ubicada en la pista auxiliar del aeropuerto de Valle Grande, poblado a 240 kilómetros de Santa Cruz, la capital departamental—, se fue ampliando, fueron apareciendo los restos. Entre ellos se encontraron los del comandante Ernesto Che Guevara, Alberto Fernández Montes de Oca (Pacho), René Martínez Tamayo (Arturo), Orlando Pantoja Tamayo (Olo), Aniceto Reinaga (Aniceto), Simeón Cuba (Willy) y Juan Pablo Chang (El Chino)”.

Durante la conversación relata como fueron numerando los esqueletos según su aparición y el silencio rotundo que motivó desenterrar los restos del Che que fueron los últimos. Asimismo la ardua y meticulosa labor de identificación de los caídos realizada en el hospital japonés de Santa Cruz, donde se conoció que salvo el Che, el resto de los compañeros presentaban impactos de bala en el cráneo, el cual apunta que fueron rematados después de caer en combate.

Luego cuando los restos ya identificados, fueron trasladados a Cuba donde recibieron el homenaje de todo el pueblo, e inhumados en el mausoleo de la Plaza de la Revolución Ernesto Guevara de la ciudad de Santa Clara el 17 de octubre de 1997. 

Con la satisfacción de haber permanecido allí, de manera ininterrumpida, María del Carmen Ariet García ratifica el orgullo que sintieron todos de poder encontrar aquellos hombres de la guerrilla que sus nombres hoy lo llevan escuelas, comités, hospitales…, nombres que son de héroes eternos de la Patria.

Revivir, 15 años después, el momento en que finalmente se levantan los restos que por casi 30 años permanecieron ocultos, es solo posible con la emoción que le invade los recuerdos a esta infatigable mujer. Los mismos que le permiten asegurar que “más allá del tiempo trascurrido, el silencio que se produjo, la mirada cómplice para retener en la memoria ese instante, acompañado de la inevitable lágrima, sé que rondará siempre en todos, cada vez que experimentemos instantes de supremo regocijo y sano orgullo”. 


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Raquel Marrero Yanes

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Rosa C. Báez / La Polilla Cubana
 28/6/12 11:25

Un abrazo al querido compañero Roberto Rodríguez con quien compartimos estudios en nuestra juventud

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