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miércoles, 9 de octubre de 2024

Moltó, el periodista que pasó hablando claro

Hace cuatro años, el recientemente fallecido presidente de la UPEC, Antonio Moltó, conversó con Cubahora sobre su vida profesional y desafíos del periodismo cubano. Lo que dijo entonces, hoy tiene absoluta vigencia...

Igor Guilarte Fong en Exclusivo 23/08/2017
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Antonio Demetrio Moltó Martorell-Presidente UPEC
Antonio Moltó Martorell es uno de los grandes nombres del periodismo cubano.

En el IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) lo nombraron presidente de la organización. Eso hablaba a las claras de quién se trataba, de sus extraordinarios méritos y prestigio como hombre de vanguardia. Cubahora salió entonces tras la pista del flamante dirigente, y el 19 de julio de 2013 publicó la entrevista que este concediera en exclusiva Antonio Moltó: la señal del presidente.

El diálogo transcurre ameno, profundo, franco. No podría ser de otro modo si es Antonio Moltó Martorell quien habla. Como filósofo de la antigüedad examina las esencias del periodismo cubano, las maneras de perfeccionarlo y los retos del sector más allá de una añorada ley de comunicación.

Hoy, cuando por ordenanza de la vida ya no se le volverá a escuchar Hablando Claro —como su programa radial— es imprescindible volver a sus enseñanzas, a su acción, a su ejemplo. Eso es precisamente la entrevista que hoy evocamos. Una especie de testamento intelectual, no de un funcionario gremial sino de un profesional curtido en mil batallas, de un periodista crítico y propositivo, de un sembrador de fe y sueños, de un ser humano excepcional y amigo.

“Me interesa mucho estar donde pueda ser útil, donde pueda favorecer un cambio”, confiesa casi al principio de la conversación. En cada periódico, emisora o telecentro del país alguna vez se le ha visto: compartiendo con los compañeros, escuchándolos en sus preocupaciones, anotando sus sugerencias; desenredando la maleza. La reunión donde llega Moltó cobra el sabor de un encuentro de familia. No importa si se discuten asuntos peliagudos, quedan resueltos sin asperezas, en un intercambio bien llevado. Él persuadía, conquistaba, remolcaba.

También con su proverbial modestia, jura que nunca había imaginado que saldría escogido para el cargo; “pero eso no quiere decir que yo no tenga que asumir la enorme responsabilidad de esta tarea con el aliciente de que hay mucha gente dispuesta a colaborar”. Supo confiar en sus colegas en el combate cotidiano. Creía en los jóvenes, los comprendía; aún la intranquilidad de la juventud le chispeaba a él mismo en los ojos. A unos y otros los conoció de cerca, los tocaba con la mano. De todos ganó el apoyo, el respeto y el cariño.

“No hay nada más cercano al médico, al maestro, que el periodismo, porque lo que tú haces no lo haces para ti. Tú cuentas las historias de otros y sientes pasión o dolor por eso. Es enorme la dicha que supone salir al encuentro de los demás, escuchar su aliento y su desaliento, su esperanza y frustración y acompañarlo con tu discurso, para esperanzarlo, no para que se hunda en su propia tragedia”; asevera. Aflora esta como la idea central de la entrevista. Resume la particular condición de periodista. La dimensión de su papel dentro de la sociedad.

Seguramente nunca se lo propuso, pero en ella llegó a esbozar una sentencia comparable a la formulada antes por el Apóstol: “Tiene tanto el periodista de soldado”. ¡Tenía tanto Moltó de martiano! Más que portar el nombre de José Martí en el Premio Nacional de Periodismo, llevaba las doctrinas del Maestro en su corazón.

Ante la interrogante de ¿cómo sueña a la UPEC y al periodismo cubano?, contesta lo mismo que se le oyó decir muchas veces, en disímiles escenarios: “Imagino a la UPEC como una entidad fiel a sus principios fundacionales, una organización que promueve la unidad, la cohesión, que respeta la diversidad, estimula el desarrollo de la creación profesional, que no descuida los problemas esenciales de la espiritualidad humana: el descanso, el receso, el premio, el reconocimiento, el regaño, pero el regaño amable, no el que deja una marca en el pecho. Una UPEC que no pierda nunca el sentido de la realidad del país en el que vivimos, una UPEC que piense a Cuba, que se proyecte desde el periodismo para apoyar la búsqueda de las aspiraciones que tenemos los cubanos”. Era un quijote del verbo, un perseguidor de utopías, si estas significaban un bien colectivo.

“Nuestra organización no puede ser una concha, no puede ser un espacio blindado que se aísle de esa realidad del país, no se puede contagiar con las corrientes de agotamiento que muestran determinados sectores. La UPEC tiene que ser el espacio permanente de los foros, de los diálogos, del intercambio, de abrirle espacio al talento sin prejuicio, que si hay un muchacho joven que llega a un espacio de redacción y está aportando la idea de cómo revertir un proceso negativo sea reconocido y se le dé una responsabilidad”. La prédica de Moltó se basaba en la relación armoniosa, comprometida y revolucionaria ante los problemas.

Con su liderazgo virtuoso sembró el principio de que la prensa, los periodistas y la UPEC tienen que beber constantemente de la realidad, observándola, analizándola, pasándola por el tamiz del enfoque científico de los asuntos. Acostumbraba a enfatizar que estos tiempos demandan “una prensa que aconseje, ayude, eduque y que nos endulce la vida también. La prensa debe ser espacio de meditación, pero también el espacio para encantar”. Como periodista militante no rehúye nunca a la opinión incómoda, porque “cuando falta el análisis crítico de la realidad uno cada vez se aleja más de la vida y pierde el sentido de la utilidad”.

Antonio Moltó Martorell es uno de los grandes nombres del periodismo cubano. Persona intachable. Dicen que ya no se le volverá a ver por los periódicos, emisoras o telecentros del país, pero queda entre los suyos. No aró en vano. Es de esos seres únicos dentro de una generación que a su paso van dejando huellas. Moltó lo marca a uno. Es bandera. Estará presente en cada batalla venidera por un periodismo mejor. Es un faro infinito. Aportará nuevas luces.


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Igor Guilarte Fong

"Un periodista que piensa, luego escribe"


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