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martes, 8 de octubre de 2024

Los colores de ser pediatra

Combinar conocimientos con ternura, mezclar diagnósticos acertados con paciencia no es cosa fácil...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 30/09/2017
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Lucha contra el cáncer
¿Cómo puede un corazón tan sensible como el de un pediatra enfrentarse a una enfermedad grave de uno de sus pequeños pacientes?

No parece un estetoscopio. Lo que coloca en su cuello tiene colores, parece una serpiente pero graciosa, colorida, inofensiva. Frota contra su pecho la campana del diafragma y así pierde el frío que todo instrumento médico contagia, para luego auscultar el pecho de la beba.

Luciana no teme, más bien sigue con la vista esa serpiente colorida que se le acerca, y de pronto la toca. Se siente a gusto, a pesar de que la tos y el catarro le han marchitado los ojitos y una fiebre pegajosa aún no se le desprende. El médico la examina, pero ella ni se da cuenta… Se cree que es un juego.

Quedo medio atontada, mirando, y me maravillo. Ser pediatra, siempre lo he pensado, es una de las especialidades de la Medicina más difíciles. Combinar conocimientos con ternura, mezclar diagnósticos acertados con paciencia no es cosa fácil, sobre todo cuando tus pacientes no pueden hablar, pero sí sienten, sufren, se asustan.

Si lo de la serpiente colorida puede ahora parecer un absurdo, tendrían que recordar los que así opinen cuán impresionados estaban cuando el médico les auscultaba el pecho o la espalda siendo chicos. Que un adulto se acerque y quiera invadir nuestro espacio, y que ese rostro sonría pero luego sintamos el pinchazo en la nalga, son imágenes que no se borran de la memoria. Por eso hay ciertas dosis de magia en el actuar de quien coloca un forro en su estetoscopio para no atemorizar a los infantes, sobre todo cuando no es un método común.

“Ser pediatra trae consigo una gran desventaja, precisamente porque los pacientes más pequeños no pueden referir lo que sienten, pero para eso uno tiene que estudiar mucho, actualizar constantemente los conocimientos y saber de antemano signos y síntomas que pueden ser reveladores. Sin la entrega y la dedicación de los pediatras y neonatólogos cubanos, no se hubiera logrado el estado de salud de la infancia en el país”.

Tratar con la familia también es parte de ese juego, en el que, si se corre suerte, todo se circunscribe a reducir la angustia y la desesperación de los seres queridos del niño o la niña. Paciencia y ternura, requisitos indispensables.

“Hay que saber escuchar a los padres, a los familiares más cercanos, porque ellos sí pueden apuntar informaciones muy necesarias.

”Aprendí mucho durante mi carrera de Medicina y realmente me inspiré en el ejemplo de los doctores Raúl Riverón, Eladio Blanco Rabasa, Santiago Valdés Martín y en especial, de la doctora Sonia Oliver López, a quien le agradeceré siempre vincularme al mundo de la Neuropediatría, aunque después dirigí mi tesis de licenciatura a la gastroenterología pediátrica”.

La paradoja aflora en una especialidad como esta. ¿Cómo puede un corazón tan sensible como el de un pediatra enfrentarse a una enfermedad grave de uno de sus pequeños pacientes, o a la decisión de asumir una compleja intervención quirúrgica o, en casos extremos, a la muerte?

“Ningún pediatra piensa en la muerte —me dice—. Piensas en la sonrisa de esa niña o niño, en la gratitud de la familia, en alejarlos de todo peligro. Es muy raro encontrar a un pediatra que se retire a la edad de la jubilación. Uno de los ejemplos más conocidos es el del paradigma de la Pediatría Cubana, Arturo Aballí, quien, se cuenta, murió mientras atendía a un paciente”.

El pediatra de la serpiente colorida ha dedicado muchos años a la dirección en diferentes instituciones del Sistema de Salud Cubano, pero no ha dejado a un lado la asistencia médica, no del todo. Por eso me he sentido tan feliz cuando he presenciado las infinitas muestras de afecto que le regalan, no solo Lía, Malía, Luciana y otros pequeños, sino aquellos que ya con más de 15, 20 años, siguen considerándose sus “pacienticos”.

El saludo en la calle, la visita siempre bienvenida, el café recién colado… todo eso demuestra que su método ha funcionado. Y ese no viene escrito en los libros de Medicina. Hay una bibliografía que no está escrita y es la que se vivencia día a día.

Por eso, el doctor Roberto Álvarez Fumero merece hoy las felicitaciones que en honor al nacimiento de Ángel Arturo Aballí Arellano se le regalarán a los pediatras cubanos.


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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