Como “Platero y yo”

Juancito es un pequeño que juega, estudia, retoza y sueña como cualquier otro niño cubano; pero tiene un pasatiempo algo peculiar en su comunidad, allá en el III Frente, en las zonas montañosas de Santiago de Cuba: con frecuencia disfruta sacar a pastorear a dos burritos.  

Ser testigo de estas escenas en un sitio recóndito pero donde abunda la historia y las raíces cubanas, llenan de vida el alma de cualquiera; y a la par no podía dejar de recordar aquella narración lírica del poeta español Juan Ramón Jiménez, titulada “Platero Y yo”, obra dirigida para todas las edades.  

Y es que el paseo del niño no termina ahí; a su regreso a casa también disfruta cabalgar en uno de los burros como si fuera un jinete experimentado; tratando, con un solo salto, poder llegar al lomo del burrillo; y a la orden de su voz dirigir a los borricos loma arriba.   

“…pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro… Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña... pero fuerte y seco como de piedra”; así, como Platero, son también los burritos de Juancito.

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