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sábado, 23 de noviembre de 2024

José Antonio, el 13 de marzo y una inolvidable lección (+Video)

Cinco años después del asalto al Palacio Presidencial y a Radio Reloj, el Comandante en Jefe Fidel Castro homenajeó a los héroes de aquella épica jornada...

Frank Agüero Gómez en Exclusivo 12/03/2012
4 comentarios
13 de marzo
José Antonio había previsto su propia muerte.

Se conmemoraba el quinto año de los hechos revolucionarios del l3 de marzo de 1957, gloriosa y triste tarde de miércoles en que 25 jóvenes, encabezados por José Antonio Echeverría, ofrendaron sus vidas en el intento de ajusticiar al tirano Fulgencio Batista.

El tributo en 1962 a los caídos aquel día propició asistir a una magistral exposición del Comandante en Jefe Fidel Castro, ante los jóvenes universitarios, trascendente para conocer el desarrollo del pensamiento revolucionario desde el marxismo consecuente, con estricto apego a la verdad histórica; su criterio sobre el respeto a las convicciones personales, y los principios y valores que deben caracterizar la moral y la conducta de las nuevas generaciones.

RECORDEMOS LOS ANTECEDENTES

Como el levantamiento armado del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, la asonada de la capital el 13 de marzo de 1957 era ejemplo del compromiso de la juventud con los combatientes que en la Sierra Maestra forjaban el destacamento inicial del Ejército Rebelde.

El líder del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro Ruz, había firmado en 1956 la Carta de México con José Antonio Echeverría, en representación de la combativa Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Era un pacto unitario que sellaba el deber de la juventud patriótica de insertarse en la lucha por derrocar la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista y llevar a cabo la Revolución cubana.

La vanguardia juvenil revolucionaria llamaba al pueblo a reeditar la epopeya de la lucha armada, como en 1868 y 1895, ofrendando su sangre generosa para acabar con el régimen represivo derivado del golpe de Estado del 10 de marzo. Otra vez emergían el ejemplo de Mella, Rubén, Guiteras, Abel, Boris y tantos jóvenes caídos por la felicidad de la Patria

Las acciones del 13 de marzo, como es conocido, no culminaron exitosamente. Pero la pacificación de la capital que aparentaba la dictadura fue desmentida por el tiroteo de fusiles, ametralladoras y el estallido de granadas en pleno día. El tirano estuvo a punto de ser ajusticiado. Los guerrilleros supieron del ejemplar sacrificio solidario y sintieron la muerte del querido líder estudiantil, a solo pocos días de que llegase a las montañas el primer refuerzo de combatientes y armas enviado por Frank País desde la capital oriental.

Buena parte del pueblo se enteró de la audaz acción en la voz de su principal dirigente, pese a que la transmisión de la emisora radial fue cortada abruptamente. El tic tac característico de Radio Reloj se mantuvo en el aire durante varios minutos, pero en la memoria quedó para siempre el timbre claro de José Antonio proclamando: “Pueblo de Cuba, en este momento acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el dictador Fulgencio Batista …”

La mitad de los asaltantes a Palacio murió en el intento. El líder estudiantil y del Directorio Revolucionario, órgano ejecutor de las acciones de ese día, cayó acribillado a un costado de su Universidad, cuando se retiraba hacia la colina donde está ubicada esta, para distribuir desde allí armas al pueblo, como se había acordado.

Coherente con su carácter y convicciones, José Antonio había previsto su propia muerte. Por eso, lo anunciaba en el documento que dejó como testamento político, advirtiendo que si eso ocurría, otros seguirían su ejemplo: “No desconozco el peligro. No lo busco. Pero tampoco lo rehuyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber.”
Así fue.

EL VALOR DE LAS CONVICCIONES

Como cada año, la rebelde escalinata reunía a los estudiantes y al pueblo. Esta vez, el auditorio se nutría con cerca de tres mil universitarios, jóvenes obreros y campesinos procedentes de todo el país, llegados a los predios del Alma Mater en virtud de las becas otorgadas por el Gobierno Revolucionario, y con otros miles de estudiantes que se preparaban por la misma vía.

El locutor leyó el testamento político del líder de la FEU, pero excluyó una frase que los organizadores del acto le pidieron. Decía el texto censurado:

“Creemos que ha llegado el momento de cumplir. Confiamos en que la pureza de nuestras intenciones nos traiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra patria.”

Desde su asiento en la presidencia, Fidel seguía el documento original y se percató del hecho, que consideró una grave adulteración de la verdad y una cobardía política.

Al intervenir como orador principal de la jornada, el Jefe de la Revolución decidió concentrarse en el análisis de esta adulteración y extraer las lecciones necesarias.

“!El invocar sus sentimientos religiosos —si esta frase fue expresión de ese sentimiento— no le quita a José Antonio Echeverría nada de su heroísmo, nada de su grandeza y nada de su gloria, porque fue expresión del sentimiento rebelde de la juventud universitaria, del sentimiento generoso de aquella juventud que, por boca de uno de sus más valerosos dirigentes, escribió tan sereno y desinteresado testamento, tan sereno y generoso testamento, como quien tuviera casi la certeza de que iba a morir!”

Más allá de la crítica merecida a los que concibieron tal mutilación del pensamiento del líder estudiantil a quien bien conocía por su verticalidad revolucionaria, el Comandante en Jefe incitó a la masa de jóvenes al análisis de aquel acto que consideró justamente miserable, servido en bandeja de plata a los enemigos del proceso transformador iniciado en 1959 y contrario al propósito de formar hombres y mujeres con pensamiento propio, capaces de construir una sociedad libre y justa.

Fidel hizo una exposición de la evolución del cristianismo, primero perseguido por las clases dominantes por ser la religión de los humildes, de los esclavos y pobres de Roma, y luego convertido en credo oficial del feudalismo para castigar a los que se opusieron a ese orden.

Abordó las ideas políticas que presidieron las luchas cubanas por la independencia, acordes con las necesidades históricas de cada época y las creencias que tenían los forjadores de nuestra nación.
Gracias a los esfuerzos y sacrificios de cada generación se fue construyendo la historia de la Patria. La grandeza de la Revolución consiste en unir todas las voluntades para llevarla adelante, apuntó.

“Si hoy estamos en este escalón tan elevado de la historia y del pensamiento revolucionario, es porque se empezó a construir desde el primero y humilde escalón de nuestros primeros patriotas”; enfatizó.
En cuanto a la religiosidad, manifestó con toda claridad la conducta que la dirección revolucionaria ha mantenido como principio: el respeto a las creencias individuales de los ciudadanos.

“Se sabe que un revolucionario puede tener una creencia, puede tenerla. La Revolución no obliga a todos los hombres, no se mete en su fuero interno, no excluye a los hombres; a todos los hombres que quieren a su patria, los hombres que quieran que en su patria haya la justicia, se ponga fin a la explotación, al abuso, a la odiosa dominación imperialista, no los obliga ni los hace desgraciados sencillamente porque tengan en su fuero interno alguna idea religiosa.”

Advirtió la contradicción de la actitud mediocre que pretendió ocultar la religiosidad de un combatiente ejemplar como José Antonio Echeverría con los postulados internacionales de la Revolución, expresados en la Segunda Declaración de La Habana, recién aprobada a mano alzada por más de un millón de cubanos en la Plaza de la Revolución.

En ese documento se hacía un llamado a la unidad de todos los elementos patrióticos del continente, desde los que profesan cualquier creencia religiosa hasta los marxistas militantes, recordó.
Fidel expuso su criterio de que la formación de convicciones tiene que ser sobre la base de la cultura y el conocimiento, a partir de lo cual se desarrolla la posibilidad de un pensamiento independiente y se fomentan actitudes consecuentes.

“La Revolución tiene que ser una escuela de revolucionarios, la Revolución tiene que ser una escuela de hombres valientes, la Revolución tiene que ser una escuela de pensamiento libre, la Revolución tiene que ser una forja de caracteres y de hombres; la Revolución tiene que ser, ante todo, fe en sus propias ideas, aplicación de sus ideas a la realidad de la historia y a la realidad de la vida; la Revolución tiene que llevar a los hombres al estudio, a pensar, a analizar, para tener convicción profunda, tan profunda que no haya menester de esos trucos”.

LAS OREJAS DEL SECTARISMO

Explicó que las nuevas generaciones no pueden ser educadas con orejeras, negándoles la verdad histórica, y criticó que en nombre de un marxismo vulgar, dogmático, ajeno a los principios de la doctrina revolucionaria, se pretendiera imponer criterios en lugar de convencer y atraer a los jóvenes a la lucha revolucionaria.

Con su avisada sensibilidad política, el Comandante en Jefe advirtió en ese discurso de un naciente fenómeno que hacía peligrar la unidad de fuerzas y la propia Revolución: el sectarismo de izquierda en nombre de un marxismo adulterado o adherido a última hora.

Llamó a combatir esta tendencia, extremadamente dañina, como antes hubo que enfrentar a los que desde posiciones supuestamente revolucionarias, negaban a los luchadores comunistas el lugar que les correspondía en la Revolución.

“Guerra a ese sectarismo, que lleva al privilegio, que lleva al pantano! ¡Salgamos de ese pantano inmundo de un sectarismo miserable! Empecemos a hacer lo que la historia espera de nosotros, lo que la patria espera de nosotros, lo que América espera de nosotros, lo que el mundo espera de nosotros con espíritu verdaderamente revolucionario, con espíritu verdaderamente nuevo, con espíritu verdaderamente creador, donde la piedra de toque de cada hombre y cada mujer de la patria sea el mérito, sea el espíritu de sacrificio, sea la conciencia revolucionaria, sea el amor a la Revolución”.


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Frank Agüero Gómez

Se han publicado 4 comentarios


Janet
 13/3/12 14:03

interesante artículo... un tema del que no se habla en los libros de historia, otra manera de ver a Jose Antonio, que no conocíamos, felicidades al autor

Anai
 13/3/12 12:01

continúo: "...en su propia madriguera del Palacio Presidencial, el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle las cuentas". Uff, yo escucho eso y se me ponen los pelos de punta. Muy bueno el artículo, saludos

Angelito
 13/3/12 11:35

Me parece muy interesante el artículo. En mi caso, jamás había escuchado hablar de la faceta religiosa de Echeverría. Seguramente hay por ahí otros datos históricos que desconocemos. Les recomiendo seguir indagando. Gracias

Lena
 13/3/12 10:04

Aquí he aprendido algo de lo cual no se habla mucho en los medios. Es que hubo un tiempo en que religión era algo prohibido, al menos eso hicieron los sectarios, pero el libro Fidel y la Religión, recoge con mucha trasnparencia su pensamiento acerca de la religión, que nadie podía negar que en muchos casos la religión inculca valores morales que incluso los más ateos olvidan. Quién podría negar los valor de JAEcheverría? Aprovecho para felicitar a los arquitectos en su día, y recordar que JAE era estudiante de arquitectura.

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