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sábado, 23 de noviembre de 2024

El combatiente primó sobre el periodista

Pablo de la Torriente Brau, puertorriqueño de nacimiento, cubano de corazón, internacionalista por convicción, dio su vida por la libertad del pueblo español.

Pedro Antonio García Fernández en Exclusivo 18/12/2010
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Cuando la juventud cubana se opuso abiertamente a la tiranía de Gerardo Machado en la mañana trágica y gloriosa del 30 de septiembre de 1930, Pablo de la Torriente Brau marchó ese día en la vanguardia.

Solo contaba con los puños para enfrentar a las porras y toletes de los policías. Junto a él, camisa remangada, iban su amigo Pepelín Leyva y algunos muchachos del Instituto de La Habana, entre ellos Rodolfo de Armas, quien años más tarde también cayera en combate (1937) en defensa de la República española.

"A cada puñetazo (de los jóvenes), un policía caía" —escribió Raúl Roa al relatar aquellos sucesos. Tan así fue que a Rodolfo desde entonces le apodaron Trompá. Solo con la caballería y armas de fuego pudieron neutralizar a la muchachada. A Pablo los policías le propinaron una paliza que lo envió a un hospital.

EL JOVEN PABLO

Le llamaron Pablo Félix Alejandro Salvador de la Torriente Brau y nació en San Juan Puerto Rico, el 12 de diciembre de 1901. A sus ocho años, se trasladó con su familia a Santiago de Cuba. Le gustaba ir a los muelles y desde la Loma del Intendente, ver los barcos entrar y salir del puerto. "Quería ser almirante"—aseguran.

Según quienes le conocieron, aprendió a leer en un ejemplar de La Edad de Oro, de José Martí. El Quijote era uno de sus libros predilectos. Lo leía continuamente, desde niño, y dicen que le arrancaba unas carcajadas tremendas.

Dicen que en el colegio lo ponían a estudiar de ocho a diez de la noche en el aula y él escogía un libro enorme de Geografía, tan grande que adentro cabía, abierto, una novela de Emilio Salgari, de Mayne Reid o de Julio Verne.

Con la adolescencia, vino su amor al deporte. Jabalina, fútbol americano. "Era más deportista que fiestero —solía decir una amiga suya, la destacada revolucionaria Conchita Fernández—, si había una fiesterita, no era muy bailador, se ponía a conversar".

"Tenía una figura muy atlética, espaldas muy anchas y una cara muy fresca. Siempre se estaba riendo. Nosotros le decíamos que era un muchacho grande. Y tenía un gran atractivo para las muchachas", aseguraba Conchita.

Un compañero suyo del fútbol americano, Gonzalo Mazas, lo descubrió como escritor. Le enseñó un cuento suyo, que se llamaba El héroe; y Maza le preguntó: "Chico, ¿tu tienes varios cuentos así, buenos? Podremos hacer un libro entre los dos". Y se pusieron de acuerdo.

Empezó a escribir e hizo varios cuentos más. Maza, por su parte, hizo lo mismo. Y el producto de esa colaboración fue el libro Batey, un éxito de público y crítica. Jorge Mañach, quien era muy parco para los elogios, lo calificó de libro "esencialmente limpio, refrescante y sabroso".

Para sobrevivir, Pablo comenzó a trabajar en el bufete Jiménez Lanier-Ortiz-Barceló, como secretario de Fernando Ortiz, notable intelectual cubano de destacados aportes en los campos de la Antropología, Etnología y Musicología.

Ganaba en ese empleo unos 80 pesos mensuales y allí conoció al poeta Rubén Martínez Villena, quien luego sería el líder del movimiento obrero y los comunistas cubanos. También en ese bufete conoció a Raúl Roa, entonces un simple alumno universitario, quien lo vincularía con el movimiento estudiantil.

PERIODISTA Y COMBATIENTE

Pablo se convirtió, como muchos otros jóvenes, en persona non grata para el régimen machadista. Y el 3 de enero de 1931 cayó por primera vez preso. Confinado 105 días, tal experiencia le serviría posteriormente para un reportaje que apareció en el matutino El Mundo.

Salió de la cárcel, disfrutó un poco de libertad y otra vez lo enviaron entre rejas. Esta vez al Presidio Modelo en Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud). Allí supo de los crímenes que se cometían.

En un camión de volteo, llamado "el buque fantasma", habían trasladado más de 700 asesinados. Muchos morían por inyecciones, otros, simplemente a tiros, o ahorcados y estrangulados. El número de los que mataban se conocía por los sacos de cal viva que llevaba el camión: uno para cada cadáver.

Todo esto lo denunciaría en su libro Presidio Modelo. Terminó de redactarlo en 1935 y muchos creen que el manuscrito original, corregido por el autor, tal vez se perdió. Una copia, quizás inconclusa, sirvió como base para su primera edición en 1969.

En mayo de 1933, Machado transigió en indultarlo, siempre y cuando abandonara el territorio nacional. Tras el derrocamiento del tirano, regresó a Cuba y el 5 de septiembre de 1933, en el matutino El Mundo publicaba su reportaje sobre la ejecución del traidor Soler Lezama.

Desde entonces, publicaciones como Línea, Bohemia y, sobre todo, Ahora, recogieron sus crónicas y reportajes, piezas antológicas del periodismo cubano, entre ellos, el dedicado a la lucha de los campesinos del Realengo 18 contra las grandes compañías que querían arrebatarles sus tierras.

EL INTERNACIONALISTA

El 6 de agosto de 1936 anunciaba: "He tenido una idea maravillosa: me voy a España, a la revolución española (…), en donde palpitan hoy las angustias del mundo entero de los oprimidos".

Algunos testimonios insisten en afirmar que, atravesando de barranco en barranco la escarpada y peligrosa frontera francesa, Pablo llegó a tierra española. En la noche del 24 de septiembre, ya estaba a Madrid.

Se encontró con el escultor cubano Francisco Maydagán, incorporado a las milicias republicanas desde el primer día de la guerra, quien lo llevó al día siguiente al frente. Comenzaron a aflorar sus magníficos reportajes y crónicas, recogidos luego en el volumen Peleando con los milicianos.

Como había venido a luchar contra el fascismo, más que a escribir, poco a poco el combatiente primó sobre el periodista: "No tengo ganas de estar escribiendo mientras ladra tanto cañón por ahí", confesó en una carta a un amigo. Y exigió ser un combatiente más.

"Por lo pronto —admitió en otra misiva-, mi cargo de Comisario de Guerra con Campesino acaso sea un error desde el punto de vista periodístico (…) comprenderás que en estos momentos había que abandonar toda posición que no fuera la más estrictamente revolucionaria".

En las primeras horas de la mañana del 18 de diciembre de 1936, los fascistas emprendieron una gran preparación artillera contra las posiciones republicanas. El jefe del Primer Batallón móvil de Choque, comandante Policarpo Candón, destacó el puesto de mando en el caserío de Romanillo, muy cerca de la línea de fuego.

Los fascistas lograron romper el frente por la zona donde estaba Pablo. Las fuerzas republicanas retrocedieron.

Ya en la madrugada del día 19, sus compañeros partieron para su rescate. Justino Frutos fue quien lo encontró: "Estaba tendido triparriba, su cuerpo todavía estaba caliente… una bala le había entrado por el mismo corazón y salido por la espalda.

Cuando se supo en Cuba la noticia de la muerte de Pablo, muchos recordaron la profecía hecha por el revolucionario venezolano Carlos Aponte, años atrás: "Compadre, despreocúpese, usted y yo moriremos enzapatados".


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Pedro Antonio García Fernández

Periodista apasionado por la investigación histórica, abierto al debate de los comentaristas.


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