No, no se preocupe que no es ésta una columna sobre reggaetón. Yo, probablemente como alguno de ustedes, pasando ya los 50, hice reacciones airadas al nuevo ritmo cuando surgió allá en los años 90.
Hoy más maduro y convencido, creo que es justo reconocer a la "reguetofactoría cubana" la entrega de un producto, cuando menos autóctono, que mucho le debe a la poesía, pero qué es hijo de la clave cubana, y anda alejado de los cánones portorros y anglos que creo fracasaron al intentar redefinir nuestra música.
Pero no, lo ratifico, no es esta una columna sobre reggaetón, ni soy yo, obviamente, el conocedor indicado para hablar del tema.
Si, me tomaré la licencia de pedir prestado el título del último éxito de Oniel Ernesto Columbie, sí "El Bebeshito", porque creo que describe, sin procurarlo, parte de lo que hoy pasa en la arena internacional.
El sorprendente y aparente arreglo entre los líderes de Estados Unidos y Rusia, a partir de la llegada al poder del mercurial presidente de los Estados Unidos, tiene a muchos de los hasta ahora poderosos, temblando. Y también a los pequeños, que cuando soplan aires de una nueva repartición mundial de las áreas de influencia, se preocupan. No les es menor la pesadilla.
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Después de las primeras medidas sorprendentes de la administración estadounidense, ha comenzado el desfile por la Casa Blanca, de entre otros, líderes europeos que pretenden entenderse, o como mínimo, entender, cuál es el "plan maestro" al que responde el inquilino actual de la Casa Blanca, con sus cambios, tanto a lo interno como lo externo.
Hemos visto con asombro los tirones de manos y rodillas entre el presidente Trump y el presidente francés Emmanuel Macron, el emplazamiento público que Trump, creyéndose periodista, le hiciera al primer Ministro laborista Ken Starmer días después sobre las capacidades reales de su aliado principal en Europa para enfrentar a Rusia por sí solo, forzándolo a un tartamudeo penoso que trascendió a los medios con rapidez.
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El último de estos incidentes, más ajustados al "reality show" al que una vez Trump dedicó esfuerzos y sobre todo dinero, conocido como "El Aprendiz", el republicano junto a su vicepresidente flamante, se metieron en una bronca de barrio, con todo y cámaras presentes, con el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, dejando boquiabiertos a todos.
¿Qué es lo que está pasando?¿Cómo la principal potencia del mundo, hegemónica hasta hoy, se toma la licencia de poner en la picota pública a varios de sus principales aliados y dejar, supuestamente, al "odiado presidente ruso", en una posición de relajación y tranquilidad que le permite ver hoy, casi, los toros desde la barrera.
¿Por qué Donald Trump, "El pacifista”, no detuvo el inexorable curso de colisión que se percibía entre Rusia y Ucrania desde los sucesos del Maidán en el 2014, ¿si entre el 2016 y el 2020 fue el presidente de la misma potencia que hoy pone presión sobre todos, para detener la guerra?
La respuesta no es sencilla, pero pasa ineludiblemente por la capacidad demostrada por Moscú en su conflicto, no contra Ucrania, sino contra más de 50 países controlados por Washington y la OTAN, cofres y cofres de dinero, una lluvia de sanciones económicas y un visible aislamiento internacional con visos de rusofobia.
Como en la segunda Guerra Mundial, la Rusia amenazada por el oeste ha sido capaz de convertir su poderosa economía y su formidable industria de guerra en invencibles.
Con paciencia y metódica, Putin, Guerasimov y sus principales generales, han ido arrinconando a Occidente, sin desespero y hoy a Trump no le queda otro remedio que aceptar que no puede detener al gigante eslavo o ello pasaría irremediablemente por el uso de las armas nucleares y la probable destrucción total de la raza humana.
Estados Unidos ha decidido correr en sentido contrario. Las publicitadas diferencias en las concepciones de republicanos y demócratas, fundamentalmente a partir de la llegada de Trump, le permiten a éste desligarse efectivamente de la política guerrerista llevada a cabo por Biden durante sus años de mandato, sin ser tildado de cobarde.
Pero por supuesto que todo ello tiene también una base económica, el ascenso incontenible de China en el campo económico y de Rusia, fundamentalmente en el campo militar. A lo que se suma la alianza estratégica de éstos.
Ha llevado a los halcones estadounidenses de picos más afilados a aceptar que un orden multilateral, cuando menos trilateral, se impone independientemente del deseo de ellos.
Trump probablemente se ha percatado que ese cambio de orden mundial y de áreas de influencia, llegará por las "buenas o por las malas" y ha pensado que por las malas, pueden llegar las cenizas hasta lugares como Mar-e-Lago o a alguno de sus hoteles internacionales repartidos por el mundo, cosa que evidentemente, no quiere.
Otras líneas de pensamiento indican que un rápido arreglo con Rusia, que no será rápido, permitirá a Estados Unidos quitarse esa preocupación de la cabeza y dedicarse enteramente al que considera su principal rival y oponente: China.
Tampoco se puede descartar el potencial contenido en esa Rusia enorme y poblada de la cual se fueron todas las empresas occidentales bajo presión del Washington demócrata. Ya se vienen alistando algunas para el regreso, sin dudas, millonario.
Vale la pena ver a un "guapetón" de Congreso como Marco Rubio, ajustar sus duros mensajes a una realidad mundial que le supera, como político y como el pensador, que no es.
Europa sigue sin reaccionar, sin saber lo que hará. Han salido con una iniciativa inglesa en el marco de la Unión, la misma que Londres abandonó hace pocos años, que con una propuesta de paz en apoyo a Zelensky, no busca otra cosa que postergar la guerra.
La actitud de Zelensky de no entregar territorios por la fuerza a ninguna potencia extranjera, pudiera parecer patriótica si no supiéramos todo lo que hizo para sumir a su país en la guerra, al servicio de Occidente.
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Los países de América Latina, la mayoría de ellos tercermundistas, contemplan con preocupación el escenario, que por el momento no los involucra directamente pero que ante una repartición de área de influencias entre las grandes potencias reinantes, presupondría un regreso fuerte de Washington a lo que considera aún su traspatio.
Ante la gran prioridad que Trump le está dando a la situación en Europa y a la supuesta paz que busca en Ucrania, el Canal de Panamá, Canadá, México y los demás "inaceptables" que Estados Unidos ataca en sus declaraciones, esperan por su turno.
La Cuba de siempre no ha tenido que esperar, a pesar de estar las prioridades en otras regiones, los burócratas del Departamento de Estado subordinados a Rubio no han perdido oportunidad para tomar contra Cuba todo lo que de manera creativa se les viene ocurriendo y lo ejecutan peligrosamente, volando por debajo del radar, pues ante tanta noticia pasando, las medidas tomadas contra nuestro país, no han recibido una cobertura mediática que permita denunciarlas efectivamente.
El mundo vive un momento de cambios trascendentales. Los pequeños países y sus líderes deben estar alertas a lo rápidos cambios que generan las potencias. Y actuar con tacto, sí, con mucho tacto, pues todo indica, que llegó el Reparto.
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