De sinuosos y confesos

Hace apenas unos días, y con el mayor desenfado del mundo, uno de los más encumbrados dirigentes del grupo terrorista Al-Nusra, la versión siria de Al Qaeda, dijo al periodista germano Jurgen Todenhofer, que el apoyo en armas y asesoramiento que ese grupo recibe de los Estados Unidos y sus aliados ha sido fundamental en su desempeño militar contra la legítimas autoridades de Damasco.

Precisó el extremista que los pertrechos y refuerzos llegan a través del territorio turco, y que se concretan en artillería, cohetes, armas ligeras, municiones, explosivos, equipos de comunicación y tanques y carros de combate traídos desde la defenestrada Libia del asesinado Muamar el Gadafi.

Añadió el jerarca militar que en las filas que combaten al gobierno de Bashar al-Asad pululan los asesores estadounidenses, de las monarquías árabes, del Israel sionista y de varias naciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, liderada por Washington.

Desde luego, el citado cuadro de mando de Al-Nusra parecía muy complacido con sus revelaciones, y abundó en cómo su falange y el Estado Islámico congenian con los titulados combatientes de la oposición moderada siria la manera de acceder a armas y suministros, a sabiendas de aquellos que los entregan a manos llenas.

Y aunque el entrevistado intentó darle aires de primicia a su copioso relato, apenas confirmó lo ya conocido desde hace mucho: el absoluto nivel de injerencia de Washington en Siria y sus muchos compromisos con los grupos terroristas, incluido el Estado Islámico, al que asegura combatir en nombre de los “principios antiterroristas” norteamericanos.

Se trata de una historia bastante manoseada en los últimos tiempos. Y es que todo ello es congruente con los métodos históricos de los grupos hegemónicos estadounidenses.

Para tales personajes, el logro de sus ambiciones admite cualquier dislate, incluida la santa alianza con personas que han hecho de la violencia ciega la forma preferida de imponer sus creencias y prácticas a pueblos enteros. En pocas palabras, el maridaje con terroristas por antonomasia, aun cuando de vez en vez esos mismos elementos asuman como blanco los propios espacios geográficos y las principales ciudades de sus aliados.

Y como para añadir más elementos al asunto, Siria, por ejemplo, acaba de mostrar públicamente grabaciones que prueban que Estados Unidos apoyó los ataques del Estado Islámico contra tropas de Damasco, minutos después que aviones norteamericanos bombarderan el pasado 17 de septiembre posiciones del Ejército Sirio en Deir Ezzor y matara a más de sesenta militares.

Mientras, combatientes del movimiento libanés Hizbulá, que apoyan a Damasco en su lucha antiterrorista, confirmaron el apresamiento de un agente de la CIA que asesoraba a Al-Nusra en las áreas de combate en la ciudad de Alepo. De manera que todo, o al menos casi todo, está dicho y visto en esta trama cargada de torceduras y manipulaciones.

No obstante, Washington no ceja. Es mucho lo que estima hay en juego en suelo sirio, donde se pretende seguir sellando el cerco sobre Rusia e Irán, evitar la influencia geopolítica y militar de Moscú en Asia Central y Oriente Medio, y boicotear los planes chinos de revivir la antigua ruta comercial de la seda, que arrancaría en el gigante asiático a través de Siberia y hacia el oeste, hasta las naciones eurooccidentales, y en la cual, la Ucrania saboteada y maniatada por autoridades ultraconservadoras ligadas a la OTAN, también constituye un tramo importante.

Y se llegan a extremos pasmosos, como la reciente advertencia norteamericana al Kremlin de que si Rusia insiste en apoyar a Damasco y combatir el terrorismo en Siria deberá esperar represalias de Al Qaeda y el Estado Islámico en su propio territorio. ¿Guerra psicológica, amenaza, u orden e impulso directos a los extremistas para que intenten emprenderla contra Moscú? Cualquiera de las opciones no puede ser más grosera, irresponsable y peligrosa.