domingo, 22 de septiembre de 2024

Mientras la luz cae sobre las montañas del Escambray

Un viaje a una de las comunidades remotas de las montañas se transforma en la utopía realizada de un grupo de artistas…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 30/08/2023
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Brigada de arte en Escambray
En la obra Recuerdos del Batey, una familia campesina se reúne por la noche luego de largas jornadas de trabajo para contarse historias de aparecidos (Mauricio Escuela Orozco / Cubahora)

Nunca había ido al Escambray. Una geografía en la cual se puede aún palpar en estado puro lo que fuera el campo cubano de siglos atrás. Flora y fauna exuberantes, personas que te abrazan, aunque no te hayan visto jamás, un silencio bellísimo que se enseñorea de las montañas y que apenas es roto por el sonido de los animales. Ríos que corren desde lo más alto y que traen un agua fría, sin necesidad de tratamientos, pero que calma todo el calor del camino y otorga fuerzas para seguir escalando en esos abruptos picos. El arte, si bien pareciera que se trata de un fenómeno de ciudades, de salas de teatro y de cines, de tertulias literarias y de galerías; es uno de los elementos cruciales en la vida de los habitantes de los pequeños asentamientos de la zona.

 

Allí también han surgido grandes intelectuales, profesionales, creadores. Y por ello conviene ir hacia tales sitios, para conocer cómo aun en medio del aislamiento, entre tanta belleza intocada, florecen las condiciones más puras y propicias para que aparezca una obra digna de ser mentada.

 

Ramón Silverio, una vez más, es el nombre más dicho entre los habitantes. No nació en el Escambray, pero lleva 34 años dirigiendo la brigada de arte de Los Colines, que, como parte de proyectos del Ministerio de Cultura, posee la misión todos los años de ir de asiento en asiento con disimiles propuestas, desde la poesía hasta el teatro, pasando por manifestaciones insólitas. Silverio, quien posee como obra mayor un inmenso repertorio teatral y un centro como el Mejunje de Santa Clara, ha querido que los campesinos tengan al menos una vez cada año esa cercanía entrañable con ellos mismos.

 

Las piezas representadas en la gira versan sobre los conflictos de las comunidades, sus miedos, anhelos, tradiciones perdidas, el choque con la modernidad y los traumas que de ello pudiera derivar. Nada le es ajeno a Los Colines, que han acampado en casas artesanales en medio de la nada campestre durante días con la sola misión de dignificar el arte, de sembrar ideas, de ser a fin de cuentas mejores personas para con el mundo. El Mejunje fue su brillante experimento, donde conviven personas de puntos de vistas contrapuestos, diversos, pero que siempre ha logrado congeniar saberes, sentires, dolores, alegrías. Así se ha construido la brigada Los Colines, que toma el nombre de una de rana minúscula que salta por los montes del Escambray y que se siente durante toda la noche. En lo más oscuro de un apagón cultural, aparecen Los Colines y cantan de lo bello de este universo. Nada los ha detenido, ni su legado podrá apagarse.

 

Llegamos a Cordobanal en una guagua repleta de artistas y de los elementos escenográficos de la obra Recuerdos del Batey. En una explanada los utileros comenzaron el montaje, mientras Silverio nos llevaba hasta la casa de un matrimonio para celebrar el cumpleaños de uno de sus miembros. Con un pastel sencillo y un toque de calderos, se le cantaron las felicidades. Se brindó por la vida, por seguir juntos en el mismo camino, a pesar de las dificultades del momento. Un juego de dominó en un portal y risas, una computadora con música y la seguridad de que ese era el sitio perfecto. Nada más hizo falta. Así, algunos nos dedicamos a conocer a las personas del lugar, a conversar con ellos para enterarnos de los inmensos privilegios de vivir en el Escambray.

 

Conocí por ejemplo a Alina, de 65 años, fundadora del asiento, quien me contó cómo era todo al inicio y que muchos beneficios y programas sociales vinieron con el trabajo de los diferentes ministerios gubernamentales. Para ella nada hay mejor que la cultura y los momentos en los cuales se disfruta de una buena obra de teatro. Me mira con una inmensa ternura y se alegra de que la juventud tenga la deferencia de venir hasta Cordobanal, ya sea en forma de actor de teatro, de periodista o simplemente como un humano que se interesa por otros humanos. Nos une el amor por una comunión íntima. Se respira espíritu en esta zona, mucho más que en las ciudades. Abundan más el abrazo, el beso, la pureza. Ya a la altura de las ocho de la noche comenzó la obra. No sin antes ser anunciada como se hacía antiguamente con los circos que iban por los campos cubanos. Ramón Silverio, ese eterno niño, me cuenta que uno de sus sueños con Los Colines era revivir la experiencia de su infancia, cuando esos espectáculos pasaban por los caseríos y dejaban un sabor a universalidad, a nuevo, a sorpresa. Ahí nació su pasión por el teatro, por la indagación estética y ese humanismo bueno que lo caracteriza.

 

En la obra Recuerdos del Batey, una familia campesina se reúne por la noche luego de largas jornadas de trabajo para contarse historias de aparecidos, cantar y jugar. En ese divertimento ocurren sucesos de extrema seriedad vistos a partir de los diferentes caracteres. Está presente por ejemplo Monguito, que es el omnipresente bobo de la comunidad, quien sin embargo posee una sabiduría abierta y capaz de dialogar con el fantasma de su madre que surge como una especie de metáfora de la memoria que se niega a morir. Esos momentos en los cuales Monguito se queda solo son extremadamente reflexivos. Se sienten la soledad del campo y su peso, su miseria irradiante y decente, el apego humilde por la gloria de un legado familiar. Pero hay mucho más. Silverio encarna a la señora mayor que añora los años de jovencita en los cuales se jugaban pasatiempos como los de las viandas, solo posibles en la ingenuidad de los sitios más apartados.

 

Allí también se hacían velorios de santos, en los cuales más de una vez las velas incendiaban los bohíos al menor descuido. Pero como las míticas cenizas del Ave Fénix, la destrucción era nutricia y siempre se esperaba otro renacer. Silverio ha llevado esta obra varias veces a Cordobanal y siempre parece que es la primera. No hace falta que exista una clase académica sobre las funciones del teatro para darnos cuenta de que en medio de las carencias y del aislamiento anida una sensibilidad profunda.

 

Brigada de arte en Escambray 2
Se fue la corriente durante la obra (Mauricio Escuela Orozco / Cubahora)

 

Cuando la obra estaba en su clímax, se fue la electricidad por un apagón programado y pudimos apreciar qué pasa en el Escambray durante una oscuridad casi absoluta. Las luces de los celulares alumbraron a los actores que siguieron con su trabajo. La música incidental se hacía con las manos y la complicidad del público. Nada era capaz de detener el arte. Así se hace la verdadera gloria, para que la gente disfrute, para que la belleza fluya. Recuerdos del Batey no es una pieza costumbrista, ni una simple estampa. Se trata de una propuesta conceptual capaz de reunir los aciertos de la vida en las comunidades del más apartado de los lugares, pero que como sitio mágico posee todos los ingredientes del universo.

 

Ahí estábamos todos representados. “Seguiremos actuando mientras nos alumbren”, dijo Silverio al final entre aplausos. La electricidad no vino, pero dejamos detrás un pueblo efervescente que esa noche no se fue a dormir sin sus sueños. Una ronda de abrazos antes de subir a la guagua era la garantía de que alguna vez volveríamos.

 

El apagón se extendía por toda la campiña del municipio de Manicaragua, pero otra luz, diferente, perenne, quedaba encendida. Y con eso nos bastaba.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


Carmen Rosa Rodríguez Yanes
 4/9/23 1:13

Excelente Mauricio, todo tu escrito es bello, sensible, alentador, describes muy bien la obra de Silverio y su equipo, me recuerda mis años de juventud,cuando trabajé en Jibacoa dando clases, como miembro del Contingente Pedagógico.

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