Una antigua copla del siglo XIX, que nos llega por tradición oral, reproduce una controversia entre un forastero y un guanabacoense. El visitante espetó:
Guanabacoa la bella
con sus murallas de guano
ya se despierta un cubano
porque el hambre lo atropella.
En defensa de su terruño, le respondió un nativo de la villa:
Guanabacoa no es bella
ni nunca tuvo murallas
solamente los canallas
no pueden vivir en ella.
La Villa de Pepe Antonio, cumplió el 12 de junio de este año 470 años de fundado como “pueblo de indios”, ese título se correspondía con las nuevas leyes de Indias promulgada por la corona española en 1542 y se trataba de pueblos donde se reconcentraría la población aborigen, una vez abolidas las encomiendas, se les entregaría tierras a las familias indígenas en las inmediaciones del pueblo y el rey nombraría un “Protector de indios”, un español encargado de cumplir y hacer cumplir lo legislado. Esta función le fue encargada a Hernán Manrique de Rojas.
La realidad es el que gobernador Vicente de Chávez no se dio ni por enterado de las nuevas leyes y no abolió las encomiendas, aplicando aquel adagio que rezaba “se acata, pero no se cumple”, se trasladó en 1547 de Santiago de Cuba -la capital oficial de la colonia- para San Cristóbal de La Habana y entregó el cargo en 1550 a Gonzalo Pérez de Angulo, quien permaneció en La Habana, aunque no era la capital nombrada.
Angulo fue el encargado de abolir las encomiendas en 1553 y también el fundador de los dos primeros pueblos de indios: Guanabacoa en 1554 y El Caney en 1556, año en que entregaría la gobernatura a Diego de Mazariegos.
Angulo fue el gobernador que recibió los ataques del corsario francés Jacques de Sores quien intentó apoderarse, sin éxito, de Santiago de Cuba en 1554 pero sí logró la victoria sobre La Habana al año siguiente.
Sores tiene dos vínculos con la identidad habanera. El primero es el 10 de julio, que se considera el Día del centrohabanero, porque ese día de 1555 se produjo su desembarco por la caleta o ensenada de Juan Guillén, a dos kilómetros al oeste de La Habana y avanzó con sus hombres hacia la villa, atacándola, incendiándola y ocupándola. Se argumenta que el desembarco del corsario galo es la primera noticia histórica en el territorio del actual municipio de Centro Habana y es el fundamento de la efeméride.
El otro vínculo se relaciona con Guanabacoa, el pueblo de indios a diez kilómetros al este de La Habana que se había fundado el año precedente y se debe a que el gobernador Angulo, el cabildo de la villa habanera y muchos vecinos, abandonaron despavoridamente la villa y se refugiaron en el pueblo de Guanabacoa. El refugio de los habaneros en ese pueblo de indios duró seis meses y provocó para la posteridad la expresión popular: meter La Habana en Guanabacoa, por lo tanto, en el orden práctico, Guanabacoa se convirtió en capital de la isla.
Es un hecho interesante el que reseñamos. Durante los seis meses referidos del segundo semestre de 1555, la colonia tuvo tres capitales simultáneamente: Santiago de Cuba, que era la capital oficial; La Habana, en la que residía extraoficialmente el gobernador y Guanabacoa, capital de facto por la huida del gobernador hacia ella.
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Pero agosto, es llamado “el mes de Guanabacoa” y se debe a varias cuestiones: su patrona católica es la virgen de la Asunción y su fecha es el 15 de agosto, por lo que la fiesta patronal llamada “La Tutelar”, se celebra alrededor de ese onomástico que, además, su víspera, el día 14, se conmemora el otorgamiento del título de villa y su escudo de armas, a la entusiasta urbe, acontecimiento que acaeció en 1743, hace ahora 281 años. Guanabacoa celebra anualmente dos cumpleaños: el 12 de junio y el 14 de agosto.
Entre 1554 y 1743 se desarrolló un proceso de 289 años en que evolucionó Guanabacoa, de pueblo a villa. Desde un inicio tuvo su propia demarcación, desde las ensenadas de Triscornia y Marimelena, en la bahía de La Habana, por todo el litoral norte hasta Matanzas, por el sur hasta Seibaboy por el sureste hasta el valle del Mayabeque. En 1609, se tiene noticia documental del funcionamiento de su propio cabildo o gobierno local, ya independiente del cabildo capitalino y en 1737, el rey le otorgó el derecho a emplear el pendón real y por ello, en no pocos documentos anteriores a 1743, se menciona a Guanabacoa como villa.
El Centro histórico urbano, con sus 90 manzanas, de La villa de los cuatro grandes, como suele llamársele también en alusión a los maestros de la música Ernesto Lecuona, Rita Montaner “La Única”, Ignacio Villa “Bola de nieve” y Juan Arrondo, hoy es objeto de un plan de restauración y conservación.
Guanabacoa es criollísima, mestiza y mágica. Es indígena, por sus dos poblados originarios o prehispánicos que estuvieron ubicados en su espacio: Guanabacoa y Tararaco, así como por su declaratoria de “pueblo de indios” en 1554. Su población aborigen, después de su fundación, se acrecentaría en 1576 al asentar allí forzosamente a los macurijes de la ciénaga de Zapata, después de derrotada la rebelión de su cacique Yatologo y dos siglos más tarde, en 1763, al asentarse voluntariamente 101 familias tequestas, calusas y timulcas, procedentes de la península de La Florida que ante la cesión de esta por España a Gran Bretaña, prefirieron seguir bajo el estandarte hispano porque eran enemigos de los ingleses que los asediaban desde su colonia de Georgia. La fisonomía indígena en no pocos habitantes de Guanabacoa llega a advertirse en pleno siglo XXI y por supuesto, está presente el ADN de aborigen en su población.
Guanabacoa es también española, la feria de la Candelaria que se celebra en febrero así lo denota, pero bastaría observar con detenimiento sus construcciones coloniales. Según varios especialistas, es una de las tres ciudades patrimoniales que cuenta con un armónico sistema arquitectónico religioso católico, las dos son San Cristóbal de La Habana y Santa María del Puerto del Príncipe o Camagüey.
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En el caso de Guanabacoa, ese sistema lo componen, la ermita del Potosí, que es monumento nacional y data de 1569, desde los orígenes de Guanabacoa como pueblo de indios; la Iglesia parroquial de nuestra señora de la Asunción, que se inauguró en 1721, en el mismo espacio donde antes había estado una primitiva ermita que advocaba a la virgen de la Candelaria; la Iglesia y convento de Santo Domingo, de la orden de los dominicos, que sirviera de cuartel general a los invasores ingleses en 1762, ocasión en que la escultura de un santo cayó encima de un soldado de casaca roja y le produjo la muerte; y lo completa el convento de San Francisco con su espadaña de San Antonio, de la orden de los franciscanos y sus escuelas pías o escolapios, que fuera en momentos de antaño, monumento nacional, condición que perdiera por su estado de deterioro y de transformaciones estructurales. En los escolapios se fundó en 1857 la primera escuela normal para maestros de Cuba.
El mestizaje criollo guanabacoense tiene un hito en su africanía. Los festivales bienales de raíces africanas Wemilere, constituyen la gala de ese ADN africano en la cultura y la población de la que fuera declarada Ciudad Industrial, en su bicentenario como villa en 1943. El Museo Histórico Municipal, fundado por José Luis Llerena Castellanos el 26 de julio de 1964, -actualmente en proceso inversionista- tiene 8 de sus 36 salas expositivas dedicada a las religiones cubanas de matriz africana que tienen como suelo propio a Guanabacoa.
Quiero ir a Guanabacoa / A casa de un babalawo
Reza una canción muy popular en las décadas del 40 y el 50 del siglo pasado.
El maestro Lecuona, guanabacoense de nacimiento, de piel blanca, de familia originaria de Matanzas e Islas Canarias, compone junto a los también maestros Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, la trilogía de primeros músicos cubanos que llevaron a la partitura la percusión africana y la introdujeron en la música de cámara y de concierto.
Lecuona con Rita “La Única”, mulata, que interpretó entre otros autores a la música compuesta por Lecuona y “El Bola”, músico negro que fue pianista acompañante de Rita y después intérprete solista que, entre otras letras, incursionó en los temas de la negritud, fueron tres guanabacoenses contemporáneos de tres colores de piel distintos que significan en conjunto el mestizaje y el criollaje del guanabacoense. Guanabacoa, reitero es criollísima, mestiza y mágica.
Guanabacoa tiene una rica historia combativa. Sus milicianos enfrentaron a los ingleses en 1762. Los mambises la atacaron y tomaron una parte de la villa el 1ro. de diciembre de 1896 a las órdenes del brigadier Rafael de Cárdenas y el coronel Néstor Aranguren. En la lucha revolucionaria contra la tiranía batistiana regaron con su sangre el suelo patrio los hijos de Guanabacoa: Urselia Díaz Báez, Manolito Domínguez Sobredo, Ángel Hernández Chirino, Gelasio Hernández Corzo, Raúl Marcuello Barrios y Wilfredo Lara García, entre otros. 21 milicianos del batallón 123 de Guanabacoa, de las Milicias Nacionales Revolucionarias, cayeron combatiendo en las arenas de Playa Girón, mientras otros 12 fueron víctimas de sabotajes y otras acciones contrarrevolucionarias o cayeron repeliendo las mismas o a causa de ellas, la máxima figura, el joven Héroe de la República de Cuba el suboficial Rolando Pérez Quintosa, cuya morada es hoy la Casa Museo de los Mártires de Guanabacoa.
Mucho tiene que celebrar y conmemorar Guanabacoa con sus dos cumpleaños, sus 470 y sus 281, y de mucho tiene que enorgullecerse la villa donde José Martí pronunciara su primer discurso en Cuba el 22 de enero de 1879, cuya tribuna es también monumento nacional.
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