Combinar lo salado con lo dulce

Sucedió en una provincia, hace ya más de 35 años, en una reunión con muy escasos participantes, los estrictamente necesarios para salir de allí a ejecutar la orientación consistente en que los bonos de gasolina perderían la mitad de su valor.

Hubo una contundente explicación de que era necesaria la medida porque en el país no había suficiente combustible para responder a lo consignado en el diminuto documento, y si era de 20 litros, se convertían en 10 a partir de las 12 de la noche de ese día.

Aquel encuentro brevísimo terminó cerca de las 3 p. m. y fue calculado así para que diera tiempo a transmitir la indicación a todos los servicentros de la provincia, y adoptar las medidas organizativas para que en el primer minuto del siguiente día fueran devaluados los bonos.

Tras una inobjetable explicación se pidió discreción, hubo advertencias de que si el secreto era conocido antes de tiempo, podría ocurrir un desabastecimiento anticipado y caótico.

También se debatió sobre la necesidad de establecer prioridades para que no se paralizara ningún vehículo cuyo servicio fuera imprescindible, y tal vez sin pretensiones de seriedad, se hizo alusión a los de transporte funerario.

Por cierto, al pasar los años, este redactor estuvo en un municipio donde se ponía como ejemplo lo sucedido allí con un directivo que en el auto asignado para el ejercicio de sus funciones, salió a gestionar gasolina para el traslado de un fallecido.

La semana anterior, en La ciencia es la ciencia abordamos la necesidad de la intervención multidisciplinaria para analizar un fenómeno, tomar decisiones e implementarlas, pero al recordar lo sucedido con la devaluación de los bonos de combustible, retomamos el tema.

Este periodista comprobó que en la mayoría de los servicentros de esa provincia, y mediante consultas a otras supo que también había sucedido lo mismo: A las 12 de la noche todavía había largas colas que se habían formado desde poco después de terminar la reunión donde se pidió el mayor secreto sobre la medida.

Y por supuesto, donde no había esas largas filas esperando adquirir la gasolina, era porque ya estaban agotadas las existencias para la venta y solo quedaba la reserva con vistas a casos de urgencia y que requería de autorización para su expendio.

Un administrador de un servicentro tenía la opinión de que hacía varios días que esa decisión se había filtrado, pues había notado que algunos avispados choferes iban con el mismo vehículo a llenar el tanque, lo cual era evidente que lo extraían y guardaban.

En cuanto a lo que sucedió antes de la hora en que los bonos perderían la validez total, cuentan que hubo quienes dijeron que la gasolina se acabaría al siguiente día, otros afirmaron que era imposible la devaluación porque de eso nadie se enteraría.

Al cabo de tantos años, todavía cabe preguntarse qué hacer en cada momento para informar una próxima medida beneficiosa para enfrentar un problema, y evitar que el conocimiento anticipado genere desórdenes.

Si algún amable lector tiene alguna sugerencia, será bienvenida.