Reacciones, polémicas y un gran debate en torno al feminismo y el empoderamiento ha generado el hit de Shakira y Bizarrap. Pero al final, la torta cuajó cortada: una pequeña lasca para la mayoría y el resto para el dueño del cuchillo. Lo peor es que este (des)orden queda en la sombra, debajo del mantel. El cuchillo corta y corta al ritmo del hit de turno. El hit suena y suena, enredándonos con más ruidos en el sistema: ¿empoderamiento o venganza?, ¿empoderada o reproductora del patriarcado?
La mayoría reconoce que Skakira está en todo su derecho de expresar su ira y de vengarse, como mejor lo puede hacer, cantando (y facturando).
Varias celebridades han salido en defensa de la intérprete. La actriz Andrea Guzmán aseveró que le gusta que “un dolor se transforme en libro, poema, canción o pintura. Algunos dolores se vuelven arte y otros entretenimiento. El que usa su dolor para algo así se merece aplausos y mucha admiración”(sic).
La también actriz Sara Sálamo cuestionó a los que la critican: “Si eres mujer: la rabia deberías controlarla, ser impoluta y respetuosa, aunque te hayan reventado personal y públicamente”. Lo mismo hace antes los que se refieren a las posibles consecuencias de la canción para los hijos de la pareja y a su “papel como madre”: “Ella ‘tiene obligación’ de medir cada paso por cómo afecta a los hijos este tema... Pero el padre... Al padre no podemos pedirle responsabilidad afectiva e cuanto a su pareja e hijos”.
"No somos el Tribunal Constitucional para juzgar a nadie, pero no soporto la falsa hipocresía y el machismo de juzgar a la madre diciendo que no pensó en sus hijos. ¿Y el padre? ¿Pensó en sus hijos al exhibirse públicamente besando a su novia cuando aún no estaban separados"?, dijo sobre el asunto la actriz y presentadora Ana Obregón.
"Para hacer sentir culpable a una madre basta con intentar hacer ver que sus hijos no son lo primero. Basta con construir un relato en el que una madre tenga deseos y que esos deseos no sean siempre y en todo momento sus hijos”, coloco sobre el mesa el escritor español Roy Galán. "Basta ya de ocultar la verdad. La verdad es un elemento imprescindible para la libertad”, añadió. Para quien se declara feminista, los “hijos de Shakira aprenderán que su madre se quería al menos tanto como los quería a ellos, que también pensó en lo que ella necesitaba sin importarle (…)”
En opinión de Ana Villarrubia, encargada del gabinete psicológico Aprende a Escucharte, más que algo terapéutico, parece un producto de negocio muy rentable, aunque como desahogo sí puede serle una herramienta útil. Hay que tener en cuenta que ella es una artista y la música es una de sus principales vías de expresión. Por ello, es normal que utilice la música y la composición como escape. Sin embargo, según la letra explicita, queda aún mucha rabia y rencor en ella”. Por ello, le recuerda a Shakira que “para reivindicarse ella no hace falta denostar o atacar a nadie. Ella vale ya por sí misma, tiene suficientes méritos a nivel personal, profesional y maternal, en todos los ámbitos de su vida. Debe verlos y valorarlos”.
Julia Drikdisson, quien describe su contenido en Tik Tok con temáticas de “amor, feminismo y sanación colectiva”, señaló que “Shakira no es la diosa del feminismo, no nos debe nada y tampoco le debe sororidad a la otra morra, o sí?, la ruptura de Shakira con Piqué fue una ruptura con maltratos, con mentiras, Clara Chía tampoco fue muy sorora”( sic).
En tanto, Lucia Camino la “suspendió” en sororidad y cree que lanza un mensaje poco feminista en la canción que dedica a Piqué. “Shakira no ha podido contener el despecho de haber sido sustituida por una chica más joven y ha querido volcar todo su enfado en una letra que contiene un zasca tras otro”. “Solo transmite el despecho que siente y actúa de forma errónea al encauzar la ruptura con odio y dejar a un lado su estado emocional para tirar a los pies de los caballos a otra mujer. Se entiende que Shakira opte por mostrar sus sentimientos en una canción y se valida que esté despechada y dolida con la situación”, apuntó.
En contraste, la columnista Paula Guerra Cáceres es del criterio de que la sororidad no debe tratase como “un imperativo moral que hay que aplicar a rajatabla sin ningún tipo de análisis crítico”. En tal sentido declara: “Yo no soy sorora con mujeres blancas que explotan laboralmente a mujeres migrantes, no soy sorora con mujeres que militan en partidos políticos racistas y xenófobos, no soy sorora con mujeres policías que ejercen violencia contra personas racializadas, no soy sorora con feministas tránsfobas y abolicionistas, no soy sorora con asistentes sociales que de manera injusta quitan la custodia de sus hijos a madres migrantes y, probablemente, no sería sorora con una mujer que es parte activa de un engaño del que he sido víctima”.
Comparto con Mariela Pozzi, que además de resultarle bastante redituable el despecho musicalizado conduce al debate feminista a lo menos sustancioso, a la “competencia entre mujeres” y a meras “peleas individuales”, como “subproducto de la pasivación del movimiento de mujeres”. “La rivalidad entre mujeres, y la competencia por el `amor´ de un hombre es promovida por la cultura patriarcal”; “el patriarcado se fortalece cuando las mujeres compiten entre ellas por un varón”. “Hay una operación mediática que está desarrollando esta arista de la canción, y el feminismo le hace eco, tergiversándola con empoderamiento”, alerta.
- Consulte además: Shakira vs Piqué: ¿para empoderar a quiénes? (I)
Para la documentalista española Ana Hurtado, consciente de que “el mundo está arrasado por un capitalismo feroz en el cual se instrumentaliza hasta el dolor”, “este mensaje no deja de ser un grito reivindicativo en el cual una mujer (llámese Shakira, Paquita la del Barrio, Antonia o Laura) ha decidido que no se va a callar. Que no se va a callar ante una infidelidad, y que no se va a callar ante su dolor, que es suyo y de nadie más”. Sin embargo, reconoce que no todos tienen el mismo modo de expresar ese dolor.” Ella multimillonaria hace una canción, un artista hace un cuadro, y un operario u operaria de fábrica va al trabajo y dios sabe cómo lo exterioriza, alguna manera encuentra, y si no la encuentra algún día tiene que tomar conciencia de su enajenación”.
Shakira se monta en un falso igualitarismo y se dice hablar en nombre de todas las mujeres, pero como aclara la instrumentista cubana Arianna Álvarez Avalo, “Shakira seguirá siendo una mujer privilegiada por el sistema que trata de abanderarla como símbolo de empoderamiento”, “no es Shakira la típica mujer obrera, pobre, negra, o no normativa que es violentada por su pareja y vive en un estado infinito de abuso por dependencia económica. No, Shakira es "rubia', rica, empresaria exitosa”.
Vivimos en un sistema injusto, que no reparte por igual ni el circo ni el pan; que no permite a tod@s expresar del mismo modo sus opiniones, su feminismo y su sororidad. En un capitalismo neoliberal y patriarcal, que tiende a ser hegemónicamente woke, como plantea el filósofo Slavoj Zizek. Se debate frenéticamente en una “marea de falsa justicia” en la que no se atacan “las causas últimas de los desequilibrios”. Nos “marean” con derivas superficiales, como el generado por estos días con la “tiradera” entre Shakira y Piqué.
Según devela Angela Nagle, en un libro que cita el marxista esloveno, “Las mujeres están en aprietos: en nombre del consentimiento y del empoderamiento, se ven obligadas a expresar sus deseos de manera clara y con confianza”. Este lema -concluye Zizek- resulta no solo una imposición sexual, sino “una desexualización, una defensa del ‘sexo sin sexo’. Por eso el feminismo, en algunas instancias, refuerza precisamente ese ‘avergonzar y silenciar’ la sexualidad femenina al que dice oponerse”.
De tal modo, la lucha de clases se oculta bajo el tapete de las “guerras culturales” y cierto feminismo se trastoca en “pseudoactividad”. Sintonizan a las masas en los mitos que les interesan a los dueños del circo y las compulsan a reaccionar, apasionadamente, para que todo siga igual. Para que facturen los “elegidos” y lloren los que les toca llorar.
El observador
25/1/23 21:19
Pura vanalidad tipica de las farandulas
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