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sábado, 23 de noviembre de 2024

“El Tinto" nunca se destiñó (+Video)

La consecuencia brilló entre los distingos de Vicente Feliú Miranda…

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 31/12/2021
2 comentarios
Tinto
"Que cada obra sea un canto a la Patria y a la Revolución, con mirada crítica y autocrítica, pero siempre comprometida, como lo hiciera el trovador, nuestro Vicente Feliú, hasta el último aliento", convocó el Presidente Miguel Díaz Canel (Caricatura de Esteban Isnardi)

Silvio Rodríguez, su entrañable amigo y también “fiel trovador”, apuntó en las notas de su disco “Créeme”, “Vicente sintetiza  en mucho  una de las aspiraciones del movimiento (de la Nueva Trova): hacer de la canción y del que la canta una compacta unidad. Es un hombre de su tiempo y, desde la acción, le surgen crónicas, canciones, testimonios”.  

Así fue hasta su último combate Vicente Feliú Miranda. “El trovador excepcional que nunca hizo concesiones; el hombre íntegro, limpio de alma,  hondamente revolucionario; el amigo leal que siempre estaba ahí”, como destacó en  un tuit el Presidente de Casa de Las Américas, Abel Prieto. Una conducta, como artista y como patriota, que mucho contrasta con aquel mercader etiquetado como “músico”  y “queda en el intento (de hacer arte)  y  se divulga como la Coca Cola”. 

Lo  esbozó con elocuencia el Héroe Gerardo Hernández Nordelo: “¡Así es la vida! Mientras unos, que se creen muy libres, viven con miedo a lo que dicen, o no dicen, para que no los tilden de 'oficialistas', y tienen que dar explicaciones hasta de las fotos que se toman, otros, como Vicente Feliú, siempre fueron consecuentes con aquello en lo que creyeron. En 2012 llevó su canto a Washington D. C. pidiendo la libertad de Los Cinco. Apoyar nuestra causa no le ayudó a vender más discos, pero - a diferencia de otros- él gozó siempre de esa 'paz' que confiere 'la necedad de vivir sin tener precio'”.

Objetivó con su conducta no poca de sus metáforas, fue “bala feroz al centro del combate” y un “cantor peregrino colmando el sueño de amor”. Fue como un sino secular: 

“Vengo del centro del mar,

Siento el sur más que el norte

y el rojo me cruza la sien.

Soy de donde soy, de donde habita el corazón,

donde se sueña con palomas y se muere por amor”.

No fue perfecto, lo enarbolaba en cantos, mas devino la confirmación de que “existen dignidades ejemplares mucho más necesarias y ciertas que las que son de humo”.  En su “Artepoética” apuntó  esta especie de autorretrato:

“Se puede verle de espanto

si alguien, pensando en favor,

le pone precio a su canto

y rienda a su corazón”.

“El Tinto",  como lo llamaban sus amigos,  fue un revolucionario consecuente, en toda la extensión y hondura del término.   Desde muy joven; “era uno de los estudiantes más aguerridos de la secundaria”, “el que parecía un héroe”, contó su hermano Silvio.  Viajó hasta Angola, con su carga de amor y de esperanzas; por ahí  circulan  fotografías memorables, junto a Silvio y  Noel, de aquella travesía por el país africano.

Como dijera otro de sus amigos (Orestes H.), “Vicente no es sólo el cantor que es, Vicente es sobre todo un hombre que encierra un compromiso a toda prueba con lo que piensa”. El compromiso y el  humanismo, ornaron y “almaron” su trayectoria vital  y su obra trovadoresca. Lo impulsaron a sumarse, con toda su pasión  e hidalguía, a las causas más nobles, asumiendo los riesgos correspondientes, pagando el precio de la coherencia.

Lo arrestaron en  1979 por un concierto en  Bolivia, junto a  Lázaro García, Augusto Blanca, Sareska Pantoja y Vicente. Los golpearon y amenazaron con fusilarlos. “Haydée Santamaría, desde Casa de las Américas, levantó un movimiento de protesta con personalidades de todo el continente, gracias al cual fueron liberados”, recién  recordó   Fidel Díaz Castro. Se manifestó con un ayuno frente la SINA, por los caravanistas de la paz. Hizo muy suya  la causa de  Los Cincos  y exigió su regreso  a la Patria, en cuanta tribuna tuvo por  el Mundo. También por la libertad de la boricua Ana Belén Montes, prisionera del imperio por ayudar a Cuba.

Vicente no persiguió el “éxito” de lentejuelas, ni aquella “fama” de aplausos precocidos. Echó su suerte  con la “canción inteligente”,  colmada de poesía. Bajo su credo de que la canción es” aquello que con melodía, ritmo y palabras nos trasmite sentimiento, pasando o no por la razón, y que puede conmover la atención, el sentimiento, la sensibilidad, la reflexión, y hasta varias cosas a la vez”. 

Como sus compañeros de la Nueva Trova,   su hacer musical fue un equilibrio de ruptura y tradición. “Cuando toca la guitarra sorprende su manera casi constante de  mover el bajo (recordar a Sindo), aunque su contenido es lógicamente más actual”- apuntó Silvio en 1978”. Para Frank Fernández, era un ejemplo vivo de la mejor  tradición trovadoresca  cubana. Créeme,   Los seguidores, No se quedarme, Puede ser, puede ser… son ejemplos de la manera desprovista de todos  subterfugio  y elementos teatrales  con que se produce  el desgarramiento  que caracteriza a este excelente compositor, cuya arma principal es la creación,  establecer la comunicación de corazón a corazón”.

Si tuvo alguna fama, entre sus compañeros,  “además de trovador irreductible” fue “de nobleza humana. Y es que todos sabemos que él siempre ha sido el más dispuesto al sacrificio, verdadero cantor de barricadas, tantas veces no bien gratificado” – escribió Silvio por su 70 cumpleaños.

Los más nuevos juglares lo tuvieron como “padre, maestro, hermano, compañero...”. Ariel Díaz, recordó hace unos años,  que en los días del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado en La Habana en 1997, Feliú “conoció los apenas diez temas que tenía escritos”, y lo invitó a su casa para “que se las volviera a cantar”. Ese gesto, dijo el joven trovador, “nunca lo olvidaré porque fue algo hermoso y un gran apoyo para continuar este camino”.

Otro de ellos,  Karel García, escribió para su libro inédito "Padre nuestro que estás en la Trova",  que desde hacía  unos meses revisaba Feliú: “La vida de Vicente, al menos la ínfima parte que me ha sido posible esbozar aquí, es una loa a la coherencia, llena de humanidad, de errores y aciertos, como cualquier otra, pero con mucho de epicidad en su médula. Todo a la tremenda, desde su manera de componer, cantar y guitarrear, hasta su casi obsesiva necesidad de «ir a la guerra». Así vive Vicente, yendo a la guerra cada día para ser mejor y hacer mejorar, que es su única manera de ser humano. Es de lumbre y esperanza su canto, a ratos avenencia, a ratos disensión, siempre fiel, siempre ilación de lo sincero. Su bélica ternura sigue ilustrando caminos, sigue fundando y aprendiendo. Un trovador inocuo es una antítesis argumental e hipostática, de eso nos convence la obra y, sobre todo, la vida de Vicente. Yo quiero ir a esa escuela”.

Ha muerto Vicente Feliú, “de pie sobre sus sueños, de pie sobre su muerte diciéndonos que ahora vivirá para siempre en el alma infinita de los pueblos en lucha” (dixi Teresa Parodi).  Como cantó, cantó todo lo que vivió; luchó, luchó todo lo que amó; quemó todo lo que odiaba;  aún mata todo lo que odia, ama  y vive  “en hombres dignos de hallar el vivir”, “dispuestos a no sucumbir, llevando la vida al límite mayor”.

Murió a caballo, con su arma preferida, la guitarra. Entonaba los primeros acordes de “La Bayamesa” de Céspedes cuando postrímeros latidos tañeron su corazón (“más grande que el pecho” al decir de su hija”).  La consecuencia brilló entre sus distingos. “El Tinto” nunca se destiñó. Por ello, su “hasta luego”  fue y será un canto de todos.


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural

Se han publicado 2 comentarios


Juan Carlos Subiaut Suárez
 31/12/21 10:38

A mi pesar, no puedo afirmar que fui tu amigo en el sentido de la cercanía física, no puedo llamarte "El Tinto", como aquellos que gozaron de tu amistad presencial. Pero si defiendo y reclamo el derecho de compartir tu amistad como 'he compartido tus ideales, como he compartido tus canciones. Escribí esto hace unos días y solicito a Cubahora me lo publique.

Cuando muere alguien, siempre decimos, en paz descanse, ofrecemos condolencias y solidaridad a la familia y amigos. Pero, no nos dejó una persona cualquiera, no. Nos dejó físicamente alguien que hizo de su vida una canción y de su canción un compromiso con la Revolución en el más alto grado. Nos dicen que murió, como los buenos guerreros, con las botas puestas, feliz de abrir - y seguir luchando - en la trinchera. Como muchos que se acercaron a la guitarra y a tus obras, sin tu permiso, más bien maltraté que toqué, entre las primeras canciones que toqué, tu Créeme, como hice con otras de la Nueva Trova, sin saber tocarlas como se debía, ni mucho menos cantarlas bien, pero con la total seguridad de comprender y participar del mensaje. Entonces, Vicente, descansa, sí, pero sigue alumbrándonos el camino, como esa bala feroz al centro del combate.

J. A Téllez
 2/1/22 20:17

Gracias por comentar. Armé el texto como la orquestación de varias opiniones, se suman las suyas, tan honestas y legítimas.

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