Mi retaguardia

La Real Academia de la Lengua Española ha definido como retaguardia a aquella porción de fuerza desplegada bien lejos del enemigo; dice que es lo que está detrás, en los últimos puestos; lo que está retrasado con respecto a los demás.

Pero la RAE no sabe de mi familia, de ese buchito de gente que también he definido como retaguardia porque cuida mis espaldas, me impulsa a volar, a hacer lo que me gusta profesionalmente y toma el timón de la situación en casa cuando me ausento.

Tengo dos hijas, poco más de una treintena de años y un trabajo que roba cualquier segundo a mis 24 horas del día. Y si no fuera por esas personas maravillosas que se quedan en casa sería imposible asumir cualquier responsabilidad laboral.

Puede ser una abuela, o las dos y a veces hasta tres; la suegra que la mayoría de las veces no es tan mala como en los chistes; el esposo, una tía o la cuñada; todos miembros de una familia que siempre está del otro lado del teléfono para decir sí.

En ellos, los que no sales en los créditos, ni al dorso de cualquier diploma, pienso cuando los editores de este sitio me piden un comentario por el día internacional de la familia, que se celebra cada 15 de mayo por iniciativa de las Naciones Unidas.

Es una jornada, apuntan, “para crear conciencia sobre el papel fundamental de las familias en la educación de los hijos desde la primera infancia, y las oportunidades de aprendizaje permanente que existen para niños y jóvenes”.

Porque es en ese espacio donde se aprende de solidaridad, de acompañamiento ante cualquier situación, del amor por encima de las diferencias o preferencias, del cariño que une, del ejemplo que se multiplica. Es la familia el centro de todo, donde se levantan las sociedades que pueden ser mejores o peores en dependencia, precisamente, de ese núcleo en el que se nace, se crece y finalmente se muere.

Pero cuando se habla de familia no es solo aquella perfectamente definida. Es, además, la de distintos colores, las extensas y las cortas, la diversas y las tradicionales, las impolutas y las que le sobran los dolores; es la familia unida por la sangre y la otra que igualmente se arma solo a base de amor.

A mi familia, excelente en su labor de retaguardia, más cerca de la “candela” que lo que la RAE pudiera imaginar, va mi homenaje del día. Y si tú que me lees te sientes agradecido por la que te tocó o la que construiste, déjanoslo saber. Es posible que compartiendo experiencias hagamos buen aporte a esta jornada internacional de la familia que, en buena lid, debiera ser todos los días.