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sábado, 5 de octubre de 2024

Cuevita 20 años después (+Fotos) (+Videos)

Antonio Núñez Jiménez está por todas partes y no solo en los libros o en el lenguaje oficial, sino en la gente, en el imaginario popular, por eso perdura...

Omelio Esteban Borroto Leiseca en Exclusivo 15/09/2018
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Cuevitas
Muchos fueron los amigos de Antonio Núñez Jiménez. (Foto: Cortesía del Autor).

Antonio Núñez Jiménez no solo es un hombre imprescindible por haberse entregado toda la vida, sino también por el valor de las contribuciones que realizó. Impresiona que con apenas 16 años fundara la Sociedad Espeleológica de Cuba y todavía más que la concibiera como una organización para todo el país, no para Alquízar donde nació o para La Habana. Desde un inicio pensó en grande y por eso, y por la conjunción de muchos otros factores, llegó a hacer muchos grandes proyectos.

Al releer su libro “Geografía de Cuba” pareciera que fuera escrito varios años después del triunfo de la Revolución, por la profundidad de su contenido, las acusaciones sobre el latifundio, las condiciones en las que vivían muchos campesinos y la dependencia a los Estados Unidos que le valieron como destino la hoguera, aunque tuvo la precaución de pedirle a Gilberto Silva Taboada, compañero tanto de las investigaciones sobre la naturaleza cubana, como del Partido Socialista Popular, que salvara del fuego unos 20 ejemplares, lo que posibilitó conservar esta magnífica obra, precursora de una de las facetas más impresionantes de Núñez Jiménez, la de escritor. “En marcha con Fidel”, es sin dudas el más conocido de sus libros, pero existen decenas de otros títulos de su autoría, como resultado de su férrea disciplina de escribir al menos un par de cuartillas cada día.


Durante la ofensiva del Ejército Rebelde sobre las ciudades del centro del país. (Foto: Cortesía del Autor).

Núñez supo siempre estar en el momento y el lugar indicado. Así fue cuando se incorporó a las tropas del Che y las apoyó con sus conocimientos geográficos en la toma de Santa Clara o cuando estuvo con Fidel en la dirección del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), desde donde se transformaba el país. Extrema confianza había en él, cuando fue encargado de comenzar los estratégicos intercambios con la entonces Unión Soviética. A su vez, nadie mejor para dirigir la Academia de Ciencias de Cuba, en un país que se proponía crear hombres de ciencia y pensamiento, frase pronunciada por Fidel precisamente en el 20 aniversario de la creación de la Sociedad Espeleológica de Cuba


Durante la firma de títulos de propiedad de la tierra durante la Reforma Agraria. (Foto: Cortesía del Autor).


Fidel y Núñez Jiménez en la Cienaga de Zapata. (Foto: Cortesía del Autor).

Numerosas instituciones científicas nacieron en la década del 60 del siglo pasado, cuando Núñez dirigía la Academia. Fueron también los años en que acompañó a Fidel casi permanentemente por los más intrincados parajes de Cuba, se convirtió en su guía y contribuyó a desarrollar en él una sensibilidad por la naturaleza que ya tenía el líder de la Revolución. Llevaron el gobierno a la Ciénaga de Zapata y a cada rincón del archipiélago, en casas de campaña, compartiendo con la gente.


Fidel y Núñez Jiménez en la Cienaga de Zapata. (Foto: Cortesía del Autor).

Sobrevendrían luego otras muchas facetas, entre ellas la de Embajador en el Perú, en momentos en que llegaba al poder un gobierno que se distanciaba del consenso aislacionista hacia Cuba que primó desde momentos muy cercanos al triunfo de la Revolución. Allí reforzaría su faceta de diplomático, a la que tanto le deben las relaciones exteriores de la Revolución durante tantos años.


(Foto: Cortesía del Autor).

En pocas personas como en Antonio Núñez Jiménez se unen de manera tan natural una concepción de la cultura, la geografía, la economía, la arqueología, entre otras disciplinas, con una elevada vocación por la naturaleza. Es por ello que desde su cargo como viceministro de Cultura contribuyó a la protección del patrimonio cubano en todas sus dimensiones, incluyendo el natural, a la declaración de monumentos nacionales a cuevas, parques nacionales, sitios, ciudades, tradiciones que hoy son orgullo de la nación.

Núñez Jiménez es también imprescindible por haber alcanzado una condición dada a muy pocas personas. Su palabra —aún para referirse a los temas más agudos y polémicos— se alzaba por encima de complejas circunstancias y podía generar un cambio en aspectos trascendentes para el país. Así fue cuando alertó a Fidel del peligro de continuar la construcción de una hidroeléctrica en la cuenca del río Toa, nuestra principal “fábrica” de agua y ecosistema que alberga la más rica diversidad biológica del Caribe insular, por lo cual ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad. Años después de su fallecimiento, Núñez continuó ayudando a preservar el Toa ante otros usos económicos posibles que podían generar importantes ingresos económicos; pero también impactos ambientales considerables.


(Foto: Cortesía del Autor).

El pensar siempre en grande llevó a Núñez a explorar en otros continentes, a llevar la bandera cubana a la Antártida, a preocuparse por los misterios de las Islas de Pascuas y a tantas otras aportaciones de carácter internacional. Por estos días en que se conmemora el 30 aniversario del arribo a la bahía de La Habana de la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”, impresiona cómo Núñez ante la conmemoración de la llegada del europeo a América, llamara la atención del poblamiento anterior del Caribe desde el sur, e insistiera en que lo ocurrido realmente en 1492 fue un choque o un encontronazo de culturas, no un descubrimiento, y lo hizo de una manera muy original, viajando en canoa desde el Amazonas, proyecto que sólo podía nacer de su ingenio y materializarse gracias a su capacidad de unir y perseverar.


Núñez con su esposa Lupe Velis y Fidel en la sede de la Fundación. (Foto: Cortesía del Autor.)

Ya en sus últimos años de vida, coincidentes con los momentos de más aguda crisis económica en el país, concibió la creación de una fundación para facilitar que sus colaboradores pudieran contar en el futuro con una organización que continuara la realización de proyectos inconclusos y asumiera nuevos empeños, en lo que también tuvo una clara visión.


Con el Che mantuvo una relación muy cercana desde que se incorporó a su Columna 8. (Foto: Cortesía del Autor).

Muchos fueron los amigos de Antonio Núñez Jiménez, los más íntimos y forjados antes del triunfo de la Revolución o en sus primeros años, le llamaban “cuevita”, por su afición a explorar las cuevas. A algunos los protegió frente a injusticias y prejuicios. A casi todos los invitó a explorar alguna cueva, entre ellos a Miguel Barnet, Eusebio Leal, Alicia Alonso, José Ramón Fernández y otras personalidades cubanas y extranjeras. También supo poner el conocimiento sobre lugares muy resguardados de nuestra geografía al servicio de la defensa del país, ante amenazas de agresión militar provenientes de los Estados Unidos.
Pero “cuevita” siempre fue un explorador, desde niño —a pesar de enfermedades que llevaron a sus padres a pensar que viviría pocos años—, hasta el último día. Su justo nombramiento como el “Cuarto Descubridor de Cuba” es el resultado de décadas de descubrimientos. Veinte años después de su fallecimiento, si aún usted recorre hoy los más intrincados parajes de este archipiélago, muchas veces escuchará anécdotas donde él es el protagonista del descubrimiento de una cueva o de haber nombrado un lugar de nuestra geografía; siempre aparecerá alguien que lo acompañó, fue su guía, participó junto a él en una expedición. Núñez está por todas partes y no solo en los libros o en el lenguaje oficial, está en la gente, en el imaginario popular, por eso perdura.


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Omelio Esteban Borroto Leiseca

Periodista


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