El triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959 generó inquietudes en los Estados Unidos. "Los barbudos" habían desmantelado, con escopetas viejas y mal vestidos, al ejército mejor armado de América Latina, provisionado y bendecido por la jerarquía norteamericana, que veía en la isla del Caribe una catapulta para su trazado geopolítico imperialista.
No estaba en sus planes quedarse con las manos cruzadas. Un entramado ideológico y militar, orquestado en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y nutrido por exmilitares que sirvieron al gobierno derrocado en la isla, se cosería para eliminar a Fidel Castro y su gente.
Recordar la operación Peter Pan desde este año avanzado del siglo XXI resulta un poco abstracto si se analiza por sí solo. Catorce mil cuarenta y ocho niños salieron de Cuba con el consentimiento de los padres porque, en un grupo de emisoras al servicio de la CIA, se comentaba que Fidel les quitaría sus niños.
Hago alusión a esto pues la operación formaba parte de un programa aprobado por el presidente Eisenhower que, con la complicidad de algunos lideres de la iglesia Católica, combinarían la guerra psicológica y subversión interna, infiltraciones, abastecimientos de armas, explosivos y medios de comunicación para provocar el descontento del pueblo y facilitar el derrocamiento del gobierno. Esto daría paso a la guerra armada, en la que tomarían parte un grupo de cubanos entrenados por la CIA en Guatemala.
Cabe señalar que en este país caribeño se llevaron a cabo acciones similares de hostigamiento radial contra el gobierno del presidente Jacobo Arbenz en 1954, provocando el derrocamiento del mismo en solo seis semanas.
Al ser detectados 20 de los 35 agentes infiltrados en la isla para preparar la sublevación armada tras los hostigamientos ideológicos, la CIA hizo a un lado la posibilidad de derrocar la Revolución mediante la guerra de guerrillas. Por tal motivo, destinó todas sus fuerzas a preparar una invasión a la isla.
Poco tiempo después de iniciado el año 1961, una serie de atentados con bombas y ametrallamientos de lanchas rápidas dejaron una estela de temor y muertos en la población cubana. Niños, mujeres y hombres perderían la vida, a la par de que las pérdidas materiales se valoraron en millones de dólares.
El 15 de abril de 1961, aviones de guerra atacaron simultáneamente la base aérea de San Antonio de los Baños, la pista de Ciudad Libertad y el actual Aeropuerto Internacional Antonio Maceo, con el objetivo de provocar miedo y confusión, destruyendo en tierra la escasa fuerza aérea de Cuba y dando versión pública de la deserción de sus pilotos, pues los aviones iban camuflados con insignias cubanas. En estas acciones perdieron la vida muchos vecinos de las zonas aledañas, entre ellos el miliciano Eduardo García Delgado, quien antes de morir escribió con su sangre la palabra "Fidel".
El día 15, Raúl Roa acusó en la ONU a los Estados Unidos. Estos, junto al representante de Guatemala, negaron su participación en los hechos, alegando que todo se debía a sublevaciones internas contra el gobierno de Fidel.
El día 17, mientras las discusiones florecían en la ONU, las fuerzas enemigas desembaron por Playa Larga y Playa Girón, en la costa sur de la antigua provincia de Las Villas. Un total de 1500 hombres, a bordo de cinco buques de guerra de Estados Unidos y escoltados por otras unidades navales también norteamericanas, tenían el propósito de establecer una cabeza de playa y constituir un gobierno provisional contrarrevolucionario que solicitaría y obtendría de inmediato la intervención de los Estados Unidos, tomando como excusa que la isla pertenecía a la Organización de Estados Americanos y, por lo tanto, se le brindaría "ayuda solidaria".
Podría hacer la historia más extensa si hubiese tenido la intención de escribir sobre los vencedores. Esta es, con mucha honrra para los que ganaron, la historia de los perdedores. En menos de 72 horas fueron derrotados, dejando 89 invasores muertos, 250 heridos y 1,197 prisioneros. Las filas uniformadas del pueblo de Cuba, con Fidel Castro junto a ellos, pusieron un alto rotundo a lo que algunos ideólogos del desastre pensaron que sería el Apocalipsis sobre una islita tambaleante en el mar Caribe.
Sobre los prisioneros cabe señalar que, desde el primer momento, Fidel expresó su deseo de devolverlos, lo cual se realizó al año siguiente tras un convenio que comprometía a los Estados Unidos a pagar, en un término de seis meses, 62 millones 300 mil dólares de indemnización en medicinas y alimentos para niños.
La Casa Blanca no completó su compromiso, pues dejó de pagar dos millones de dólares. Sin embargo, "por primera vez (…) en su historia, el imperialismo pagó una indemnización de guerra", diría Fidel.
El 5 de diciembre de 1979, el gobierno cubano entregó al señor Edwin Beffel, segundo secretario encargado de los Asuntos Consulares de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, el cadáver del piloto yanqui, Thomas Willard Rayd, corroborando la participación de la fuerza aérea norteamericana en las acciones de Girón. Esto fue confirmado en un informe del Buró Federal de Investigaciones (FBI) mediante sus huellas dactilares y dentales, pues el occiso se había conservado perfectamente en el Instituto de Medicina Legal de La Habana.
Documentos desclasificados y divulgados en 2011 revelaron planes más siniestros que no se llegaron a concretar, como la autorización para el uso de napalm contra blancos militares y para proteger el área destinada al desembarco de la invasión a Bahía de Cochinos.
Hasta la fecha, Playa Girón late como la primera y más abrumadora derrota del imperialismo en América. Hoy, cuando se libra en Cuba una batalla constante contra las medidas coercitivas impuestas por "el norte revuelto y brutal", como lo identificó Martí, incluyendo una campaña de descrédito hacia los dirigentes, intelectuales, médicos, académicos y profesionales en general, el estudio de los momentos previos a esta batalla condensará nuestros saberes sobre el modo en que opera el enemigo, capaz de todas las muertes por quitarse de encima una Cuba que fue arrebatada de sus manos por las fuerzas unificadas del pueblo.
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