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domingo, 24 de noviembre de 2024

Abel en sus 95 (+Video)

Coincidiendo con el Día de la Cultura Cubana, este 20 de octubre, Abel Santamaría Cuadrado el segundo de las acciones del 26 de julio, arriba al aniversario 95 de su nacimiento en Encrucijada…

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 20/10/2022
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Homenaje-Abel Santamaría
Monumento en Encrucijada que perpetúa la memoria de Abel Santamaría Cuadrado, en el poblado que naciera hace ahora 95 años. (Tomada del periódico Vanguardia)

“Siempre que se hace una historia, se habla de un viejo, de un niño o de sí. Pero mi historia es difícil, no voy a hablarles de un hombre común” así comienza Silvio Rodríguez su emblemática canción, El Elegido, dedicada a Abel Santamaría, compuesta en 1968, tras escuchar de boca de Haydée Santamaría, la Heroína del Moncada, y en su propia cocina, las historias y anécdotas de quien fuera el segundo al mando de Fidel en las acciones del 26 de julio de 1953.

Cuando Fidel, su jefe, arribó a los 90 años, le pidió a Carlos Alberto Cremata, Tin, director de La Colmenita una obra que recordara a Abel, pues sentía se hablaba poco del encrucijadense. Así nació Historia de su ser de otro mundo, estrenada el 20 de octubre de 2017, con una gran repercusión en el poblado villaclareño, que viera nacer a su querido hijo, hace ahora 95 años.

Y es que cualquier homenaje se quedaría siempre por debajo de la admiración y cariño que se siente por Abel en Encrucijada, su terruño natal. Por aquel niño rubio, de ojos verdes, hijo de los españoles Benigno Santamaría Pérez y Joaquina Cuadrado Alonso, nacido el 20 de octubre de 1927, a las siete de la noche, en su propia casa, situada en Jesús Rodríguez esquina a Máximo Gómez, e inscrito con el nombre de Abel Benigno, según consta en su acta de nacimiento.

Abelito, el Polaco, como muchos le decían vivió una infancia feliz en el batey del central Constancia, a donde sus padres se habían mudado y donde Benigno ejercía el oficio de carpintero.

Destacó por la dulzura de su carácter, su apego a su hermana Haydée, su Yeyé, cinco años mayor que él y quien le acompañaría en la acción heroica del Moncada, así como por su amor al estudio, donde sobresalió por su inteligencia, que le hizo ganar el premio Los Tres Reyes de la Patria, por un escrito dedicado al Apóstol José Martí, del cual, Abel fue siempre un ferviente admirador y estudioso de su obra.

Marchó a La Habana en busca de nuevos horizontes, imposibilitado de alcanzar sus sueños en sus lares natales, y allí se vinculó con los jóvenes de la Generación del Centenario y en especial, con Fidel, del cual sería el segundo del Movimiento.

De aquel primer encuentro entre ambos,  en el cementerio de Colón, el 1ro de mayo de 1952, queda el impacto que el líder de la Revolución le causó al encrucijadense. Tal fue su entusiasmo, que llegó corriendo a su apartamento de 25 y O, y le dijo a su hermana Haydée: «Yeyé, he conocido al hombre que cambiará los destinos de Cuba! ¡Se llama Fidel y es Martí en persona!»

La propia Haydée no olvidó nunca la mutua admiración entre aquellos dos grandes hombres, y años más tarde rememoraría el encuentro entre ambos, aquilatando su trascendencia: «(…) hasta ese momento Abel era la persona que yo había conocido con más condiciones para dirigir una acción; y aquella gran fe de Abel en Fidel, aquella gran pasión (…) no cabe la menor duda de que influyó mucho también (…) No hay días en que no pensemos en el amigo que perdió Fidel al perder a Abel. Abel no solamente fue compañero y segundo de Fidel. Abel fue el más leal de los amigos. Tal vez Abel fue la primera persona en esta tierra que vio los valores extraordinarios de Fidel».

Incluso Joaquina, su progenitora, sintió celos de madre, cuando Abel le presentó a Fidel, según testimonio de Lidia Trujillo, viuda de Aldo Santamaría: «Joaquina me contaba que el día que Abel le presentó a Fidel en el apartamento habanero de 25 y O le preguntó qué le había parecido su amigo. Ella le dijo: "No me gusta", y al indagar Abel el porqué, le respondió: "Porque es el único hombre que te empequeñece a ti”.

Poco a poco Abel se hace indispensable en los planes del Moncada. Su carácter afable, su rectitud de principios, su honestidad y cualidades organizativas le hacen sobresalir y ser el segundo al mando de Fidel, quien le encomienda marchar a Santiago de Cuba y preparar con antelación la logística para el arribo de los futuros combatientes, lo que Abel consigue, al alquilar la Granjita Siboney, un lugar apacible y distante a 16 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba.

La madrugada del 26 de julio, intenta disputarle a Fidel el lugar de mayor peligro, pero no lo consigue; de ahí, la orden que recibe de tomar el Hospital Civil Saturnino Lora, situado detrás del cuartel y desde ahí disparar hacia el mismo.

Antes de partir a cumplir el deber patrio, ambos líderes arengan a los bisoños combatientes. La de Abel fue premonitoria: «Es necesario que todos vayamos con fe en el triunfo, pero si el destino nos es adverso, estamos obligados a ser valientes en la derrota porque lo que pase en el Moncada se sabrá algún día (…) nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitiga el dolor que podemos causarles a nuestros padres y demás seres queridos. ¡Morir por la Patria es vivir! Libertad o Muerte».

Abel se sacrifica por Fidel y sigue combatiendo para dar tiempo a que su jefe se retire, convencido que si Fidel vivía, la revolución se mantendría también con vida. Haydée, testigo excepcional de aquellos sublimes minutos, los relató con dolor, pero orgullosa de su hermano: «Y en aquellos momentos tan difíciles, en que la vida puede muchas veces vencer a la muerte, para Abel su vida era que Fidel viviera, […] Abel lo único que pensaba, lo único que deseaba era que Fidel viviera. Abel nunca se planteó vivir él. Y Abel era la vida misma».

Lo torturaron, le sacaron los ojos y se los mostraron a su hermana para que hablara, para que delatara a sus compañeros. Pero ni Abel, ni Yeyé dijeron una palabra a sus captores, y Abel supo morir como hombre, cuando aún le faltaban tres meses para cumplir los 26 años de edad.

Luego, en el juicio seguido por los sucesos del 26 de julio de 1953, intentaron manchar su imagen, pero Fidel enfrentó la calumnia y lo calificó como el más generoso, querido e intrépido de todos los asaltantes. Un elogio merecido, para quien tenía un futuro promisorio, si los esbirros de Batista no hubieran acabado con su vida física en los muros del Moncada.

Pero Abel vive. Es El Elegido de Silvio y gana batallas con su cañón de futuro. Sus ojos son los de toda Cuba y su ejemplo está vigente en las actuales generaciones. Por eso, en su Encrucijada natal tendrá lugar este 20 de octubre un acto de recordación a su ejemplo y memoria.

«Una revolución no se hace en un día, pero se comienza en un segundo», había escrito Abel en su carta denuncia del 16 de marzo de 1952 contra el golpe de Estado de Batista. La misma Revolución que él iniciara el 26 de julio y que hoy es la encargada de cumplir sus sueños.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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