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sábado, 5 de octubre de 2024

Venezuela resiste y avanza

La derecha se queda sin tiempo para impedir elecciones de la ANC...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 24/06/2017
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CNE anuncia elecciones para Asamblea Nacional Constituyente y comicios regionales. (Foto: Embajada de Venezuela).

Venezuela, hostigada por el imperialismo mundial, brinda al mundo un ejemplo de tenaz resistencia contra el poder hegemónico que, en una arremetida sin precedentes, trata de evitar la celebración de las elecciones generales y libres para elegir los miembros de la futura Asamblea Nacional Constituyente (ANC), el próximo 30 de julio.

La ANC, que seleccionará 500 personas para alcanzar la reestructuración de la nación desde sus raíces originarias, tendrá la facultad de transformar y solidificar las conquistas de la Revolución Bolivariana, a lo que se oponen — a pesar de que la reclamaron durante más de tres años— los partidos opositores de derecha, que se negaron a participar con sus candidatos.

En la ANC habrá 250 representantes de los sectores sociales, entre ellos obreros, campesinos, estudiantes, indígenas, comuneros y discapacitados. Ellos mismos escogerán de manera libre y secreta a sus constituyentes, según la convocatoria oficial. El resto será seleccionado también en asambleas por los territorios.

Este órgano democrático será el instrumento de la Revolución Bolivariana para instaurar un proceso que aleje a los llamados buitres capitalistas que persiguen apoderarse del petróleo venezolano. La nación suramericana posee la mayor reserva petrolera del mundo, pero también gas y oro, y ese es el verdadero motivo, opinan politólogos, que mueve a los capitalistas a apoderarse de Venezuela para evitar que las ganancias obtenidas por esos rubros pasen al pueblo, como acontece ahora, mediante los programas sociales.

Es en este proceso de gran movilización pacífica, de selección de los precandidatos en los territorios, que se presentan dos escenarios relacionados: el fomento por parte de naciones aliadas a Estados Unidos en la arena internacional para una injerencia militar en territorio venezolano, y la radicalización de la violencia a lo interno por parte de los partidos opositores conservadores.

Venezuela, con un gobierno y un presidente legítimos, obtuvo una reciente victoria diplomática en la Organización de Estados Latinoamericanos (OEA) —la número 15— cuando una resolución en su contra presentada por Estados Unidos, México y Colombia fue derrotada por el bloque de naciones progresistas y caribeñas.

Aunque Caracas expresó públicamente su resolución de abandonar la OEA, dada su agresiva política a base de mentiras y presiones, dispone de dos años para disolver sus vínculos con esa institución, dirigida por el ex canciller uruguayo Luis Almagro, un individuo que renunció, si eran verdaderos, a sus principios izquierdistas para aliarse a la política imperial de Washington.

La última reunión de cancilleres de esa organización, con presencia de Estados Unidos y Canadá, el primero el verdadero jefe de los planes contra Venezuela, se celebró en Cancún esta semana, y como ocurre en los últimos meses, el centro de la cita es la llamada situación en Venezuela.

Ejemplo del servilismo histórico de esa entidad, fundada luego de la Segunda Guerra Mundial fue su actuación por razones ideológicas contra Cuba, expulsada en 1962, luego reivindicada, pero cuyo gobierno advirtió que jamás volverá a sus filas, al igual que proclamó Caracas cuando tomó la decisión.

La oposición venezolana, guiada por sus jefes estadounidenses, está en una situación precaria en cuanto al poco tiempo que le queda para tratar de sabotear las elecciones generales del próximo mes, cuando la población elija a los miembros de su ANC, la que dará paso a la reestructuración nacional sobre la base de la Carta Magna elaborada bajo el mandato del fallecido mandatario Hugo Chávez Frías.

También esta semana, en Naciones Unidas, los representantes de Nicaragua y de Cuba —miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA)— presentaron una resolución conjunta de respaldo a Venezuela, la cual fue suscrita por los 57 países presentes en la sesión del Consejo de Derechos Humanos de esa entidad mundial.

De acuerdo con la agencia de noticias Prensa Latina, las naciones allí presentes confirmaron su reconocimiento al Estado venezolano en su compromiso por preservar la paz, el diálogo político y mantener la institucionalidad democrática, así como su determinación de garantizar la plena observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

POCO TIEMPO PARA LA DERECHA

En este poco más de un mes, la derecha venezolana y sus jefes deberían crear las condiciones dentro y fuera del país para una injerencia militar foránea, o de lo contrario navegarán una vez más en el fracaso, pues, a pesar de los sufrimientos a que está sometida en los últimos años, la mayoría de la población adquirió la conciencia de que volver al pasado equivale a un suicidio colectivo.

Ante ese panorama, los derechistas pondrán en ejecución cualquier estratagema para evitar la afluencia a las urnas, que se espera masiva, pues el pueblo revolucionario está consciente de que solo cortando el mal de raíz sobrevivirá la Revolución Bolivariana y el llamado Socialismo del siglo XXI fundado por Chávez a partir de 1999.

De ahí que en estos más de dos meses de violencia dirigida han quemado personas solo por sospechas de que sean chavistas, asesinadas otras con saña por cualquier motivo, como la de ser presunto ladrón. Incendiaron instalaciones estatales y privadas, en medio de un despliegue mediático del gran capital para tratar de confundir a la opinión pública mundial.

Las más burdas mentiras se escriben sobre la nación suramericana, que en estos momentos sufre una escalada de violencia en varios municipios del país —no puede decirse que es generalizada— pero que deja, hasta este jueves, 80 fallecidos y más de mil heridos en dos meses.

Al contrario de lo que propaga los medios internacionales, en sus momentos más calientes, las llamadas guarimbas (peleas barriales) ocurrían en 17 municipios de los 335 del país, ubicados en los barrios de la burguesía capitalina, en el municipio Bolívar, gobernado por el ultraderechista y uno de los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática, Henrique Capriles, indicó la Agencia Venezolana de Noticias.

Casi todos los días, los dirigentes opositores, negados al diálogo más que solicitado por el presidente Maduro para tratar de crear un clima pacífico en el país —atacado además por una parte de naciones capitalistas latinoamericanas y europeas, la media mundial, y una guerra sucia interna—, mandan a las calles a sus huestes, entre los que hay paramilitares, e incluso menores de edad.

Analistas consideran que la derecha no solo pretende derrocar a Maduro y agenciarse las riquezas naturales nacionales, intentan más, pues quieren hacerse del gobierno mediante el terror creado en la sociedad y la validación de la eliminación de revolucionarios y chavistas. Si eso ocurriera, según esas fuentes, habría una sangrienta revancha de la derecha a lo que se opondría la resistencia popular.

En saco roto caen las peticiones de líderes internacionales, en especial ex presidentes, y el Papa Francisco, que incluso envió un representante personal para tratar de aliviar el tenso panorama político nacional.

A pesar de las tentativas fallidas, el presidente Maduro anunció la creación de una Comisión Internacional de cinco naciones integrantes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) para colaborar en la busca de un entendimiento nacional.

Mientras se preparan las condiciones para el éxito de las elecciones generales, libres y secretas, en su afán desesperado por derrotar el proceso revolucionario, siguen moviendo sus fichas en las calles con movilizaciones integradas por bandas mafiosas, ciudadanos de derecha, incluso, confundidos, paramilitares que van sembrando el caos y la muerte.

Los actos del chavismo, en cambio, como si se tratara de otro país, se celebran en armonía, con música y baile, abiertos a todos los que quieran acercarse en son de paz.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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