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jueves, 10 de octubre de 2024

Un extraño en el jardín

Importantes declaraciones surcoreanas revelan altas metas...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 17/08/2018
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Coreas
Los avances entre las dos Coreas son comprobables en el cese progresivo de la beligerancia mutua, los encuentros de trabajo entre los dos jefes de Estado y en las comisiones de diálogos militares y civiles

Si bien algunos expertos vienen asegurando hace tiempo que la unificación de las dos Coreas traerá consigo un importante resultado económico en el área y a otras escalas superiores, nuevos estudios, citados por el presidente surcoreano Monn Jae-in, acaban de reafirmar la hipótesis, examinada por instituciones propias, donde auguran un próspero devenir para la península si ocurre ese engarce.

Moon, siendo realista, sabe lejana la existencia de una comunidad política plena con Corea del Norte, pero está convencido de las amplias posibilidades para las dos partes si colaboran en pie de igualdad. Como patrón sobre el potencial en ciernes, dijo que Seúl se propone establecer dos zonas económicas especiales en las provincias de Gyeonggi y Gangwon, en la frontera intercoreana. En esa materia, sépase de pasada, el norte ya tiene en desarrollo alrededor de veinte áreas exclusivas similares, en principio, a las creadas decenios atrás en China, marcando con ellas el núcleo inicial para su portentoso progreso.

Se presume se esté siguiendo una estrategia análoga —con empaque autóctono—, por la República Popular y Democrática de Corea, donde además, la administración de Kim Jong-Un avanza en reformas estructurales del sector agrícola, la industria y los servicios; al parecer base para un nuevo tiempo, ya vislumbrado con los promisorios incrementos en la producción de bienes. Estos comienzos consuman la promesa hecha a su pueblo de avanzar en el aumento de la prosperidad nacional.

En relativa consonancia, aparece el enfoque de Moon Jae-in que merece ser reproducido: “Debemos superar tal división para nuestra supervivencia y desarrollo. Aunque una unificación política podría estar todavía muy lejos, el establecimiento de la paz entre las dos Coreas, la visita libre entre ambas y la formación de una comunidad económica conjunta son una liberación verdadera para nosotros”. Estos conceptos fueron emitidos por el presidente surcoreano en la ceremonia con la cual rememoraron la liberación del coloniaje japonés padecido durante 35 años, entre el 1910 y 1945.

Las aseveraciones de Moon revisten una enorme importancia. Revelan una voluntad de las dos partes, lamentablemente interceptada por las estipulaciones de Estados Unidos, donde rechazan la firma de un acuerdo de paz para sustituir el armisticio firmado en 1953, con un trato de mayor envergadura, firmeza y sentido común.

Negarse a hacerlo hace suponer algo de falsedad en los hipotéticos empeños de Washington por encauzar un largo conflicto, cuando las partes concernidas coinciden en solucionarlo a través de métodos no simples pero sí más naturales y mejor encaminados. El uso de la paz como carta de chantaje en las negociaciones es polémico y muy arriesgado.Quizás ese proceder estadounidense esté en las consideraciones de Moon, cuando en su discurso este 15 de agosto planteó que las dos Coreas se están encaminando hacia la paz. El impulso en las relaciones entre ambas Coreas “es la fuerza motriz que promueve la desnuclearización de la península”. Eso significa que la evolución de los acontecimientos en busca de eliminar el peligro atómico allí depende sobre todo de cuánto hacen las dos partes interesadas y no tanto de quienes lo ponen en riesgo.

Los avances son comprobables en el cese progresivo de la beligerancia mutua, los encuentros de trabajo entre los dos jefes de Estado (habrá una tercera entrevista, esta vez en Pyongyang, dentro de pocas semanas), o las comisiones de diálogo militares o civiles, empeñadas en la desarticulación activa de cuantos impedimentos hostiles existen.

Moon expuso otros planes de envergadura, configurados en el intento para darle vía a la “comunidad ferroviaria del Nordeste Asiático” a iniciarse, posiblemente, con la construcción de carreteras y vías férreas transfronterizas, planeadas para que comiencen antes de finalizar este año. Pero el propósito es mayor. Se trata de un intento integracionista que reuniría a Corea con China, Japón, Rusia y Mongolia en los marcos de una comunidad destinada a establecer “un bloque energético y un bloque económico en el Nordeste Asiático” predestinados a conformar un sistema de seguridad multilateral en la zona.

Se dice que los sueños, sueños son, suponiéndoles irrealizables. Lo expuesto, sin embargo, tiene muchas ramificaciones y altas posibilidades de ser ejecutado buenamente. La esencia está en la voluntad de concretar por encima del simple acercamiento, los medios que materialicen de manera sana y sin grandes plazos, todo cuanto implica beneficios para dos países con una sola raíz. Todo sería más fácil si EE. UU. no tuviera determinadas potestades sobre Corea del Sur y una retorcida visión de las relaciones internacionales y los métodos para ejecutarlas. Dos enfermedades con capacidad de estropear un adecuado curso de los acontecimientos. Este paréntesis también se queda abierto a la espera de venenosos truenos o benéficas ventoleras.

 


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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