S de solidez

En efecto, las prometidas baterías de misiles rusos S-300 ya se encuentran en manos de las fuerzas armadas sirias, lo que le permitirá contar con medios disuasivos de alto poder para la defensa casi absoluta de su espacio aéreo.

La medida se complementó con la entrega a Damasco de modernos sistemas de vigilancia y detección, y los preparativos para el control radioelectrónico de sectores claves aledaños a las fronteras nacionales.

El suministro coincidió con el anuncio, por las fuerzas leales al gobierno de Bashar el Assad, del pronto inicio de las operaciones para la eliminación definitiva de la presencia en el país de los grupos armados que han intentado desmembrar a Siria en una prolongada guerra de agresión (pagados por Washingtong, el resto de sus aliados occidentales, Israel y los gobiernos reaccionarios del área).

Como se sabe, el envío por Moscú de los S-300 a Siria se decidió luego de los ataques de aviones sionistas a esa nación semanas atrás, y durante los cuales fue derribada una nave rusa con quince militares a bordo, todos fallecidos. El Kremlin culpó a Tel Aviv de ser el causante de la tragedia de forma premeditada.

Desde luego, la medida rusa ha tenido fuertes repercusiones. Tel Aviv indicó que pese a todo seguirá sus operaciones aéreas contra Siria, aunque está por verse. Mientras, en Washington los más altos cargos de política exterior y seguridad tildaron de “peligrosa escalada rusa” semejante medida, que sin dudas puede dejar muy mal parados los bombardeos aéreos y ataques con misiles que ha venido sufriendo esa nación mesoriental de sus enemigos externos, incluidos los Estados Unidos.

Los S-300 brindarán a los defensores sirios un amplio control del espacio aéreo hasta una distancia de más de 200 kilómetros, y según juicios textuales de los expertos, podrán  “hacer frente a un ataque aéreo israelí o estadounidense con cazas, helicópteros, bombarderos y misiles balísticos”.

El secretario norteamericano de Exteriores, Mike Pompeo, dedicó incluso parte de una comparecencia pública para, en tono nada calmo, afirmar que Washington no haría “comentarios” sobre su reacción con respecto al  tema de los S-300, pero ciertamente “el suministro de esos misiles presenta mayores riesgos para todos los que se encuentran en las áreas afectadas y para el proceso que vive Oriente Medio”.

Horas después de la entrega de los S-330 el presidente ruso, Vladímir Putin, durante la Sesión Plenaria de la Semana de la Energía programada para estos días en Moscú, afirmó rotundamente que el actual despliegue de un contingente militar de los Estados Unidos en territorio sirio “debe obedecer a un mandato de Naciones Unidas o a una invitación de Siria,  de lo contrario Washington estaría infringiendo las normas del derecho internacional”.

El jefe del Kremlin recalcó, además, que “para corregir la situación existen solo dos opciones. La primera consiste en que Washington reciba la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU para la presencia de sus fuerzas armadas en el territorio de un tercer país, en este caso en Siria, o recibir una invitación del Gobierno legítimo sirio para desplegar allí sus tropas con algún objetivo”.

De lo contrario, enfatizó, los efectivos norteamericanos “no podrán permanecer en Siria”, donde resulta esencial la salida de las fuerzas extranjeras, incluidas las rusas, si las autoridades locales así lo deciden.

En pocas palabras, todo apunta a un claro emplazamiento público y global a la ilegalidad de la actual injerencia militar de la Casa Blanca en territorio siro, y a la política de irrespeto a la integridad territorial de otros, tan ligada al hegemonismo que hoy inunda la Oficina Oval.