¿Principio del fin?

Como se había anunciado con amplio despliegue mediático, más de 60 mil efectivos de las fuerzas armadas iraquíes ya ejecutan lo que denominan la liberación de la ciudad de Mosul, que desde 2014 permanecía en manos de los terroristas del Estado Islámico, EI.

Una operación bélica con la que, de culminar en triunfo, Bagdad decretaría el virtual descalabro de los extremistas islámicos en su territorio, y en la cual tienen puestas sus miras y sus manos los integrantes de la denominada coalición internacional liderada por los Estados Unidos y varios poderes regionales.

Y es justo este factor uno de los elementos centrales en el enrarecimiento de semejante empeño militar, toda vez que no parece que precisamente las fuerzas coaligadas persigan los mismos objetivos que las tropas oficiales de Iraq, y que su presencia en el escenario de combate tiene más que ver con preservar los contingentes del EI para remitirlos a Siria, que con terminar de una vez con la generalizada siembra de terror de la cual semejante grupo es responsable.

Por demás, Iraq tiene que lidiar con la ilegal presencia de tropas turcas en las cercanías de Mosul, como parte de los planes de Ankara de establecer “distancias prudenciales” entre sus fronteras y los combatientes kurdos dislocados en suelo iraquí.

Y en esta cuerda no puede olvidarse que efectivos de Turquía también se mantienen por la fuerza en territorio de Siria con iguales intenciones con relación a los kurdos refugiados en ese país y, además, protegiendo los pasos por los cuales llegan suministros y hombres a los titulados rebeldes que intentan el derrocamiento del gobierno de Bashar el Assad, y que no pocas veces se fusionan con las tropas del Estado Islámico y Al Nusra (la version siria de Al Qaeda).

Y en medio de los primeros avances militares de Iraq en Mosul, las noticias empiezan a confirmar la “jugada” de los hegemonistas y sus aliados.

A pocas horas de romper el fuego, se supo que el menos diez autobuses y diez automóviles llegaron a la ciudad siria de Al Raqa cargados de mercenarios del EI “prófugos” de Mosul, y se espera que buena parte de los terroristas atrincherados en esa urbe sigan el mismo camino en los próximos días, hasta sumar al menos nueve mil de ellos con su respectivo armamento.

Para ello cuentan con las “imprecisiones” de los ataques aéreos norteamericanos y de sus aliados, y los atajos libres y seguros que los servicios especiales coaligados han preparado para facilitar el éxodo.

El plan es claro: concentrar en territorio sirio el grueso de las fuerzas terroristas de manera de establecer una larga guerra  de desgaste contra Damasco y Moscú, reeditando tal vez los episodios de los años ochenta del pasado siglo, cuando Washington y sus aliados crearon Al Qaeda y a los Talibanes en  Afganistán para desgastar al gobierno progresista local y a las tropas soviéticas que acudieron en su apoyo.

Y es que no resulta una mera coincidencia que con el inicio de los ataques a Mosul, medios norteamericanos de prensa indicaran que los Estados Unidos suministrará camionetas Toyota artilladas y equipos de radio a los grupos que denomina “rebeldes moderados sirios”, mientras el Departamento de Estado mencionaba el interés turco de seguir sirviendo de base de apoyo logístico a tales elementos armados.

Paralelamente, al ministerio saudí de exteriores afirmó públicamente que, ante la falta de “soluciones políticas” en Siria, “hay que trabajar para cambiar el equilibrio de poder en el terreno, y eso solo puede lograrse aumentando el flujo y la letalidad de las armas que van hacia la oposición moderada".

En pocas palabras, que como parte del propósito estratégico de desbancar a las autoridades de Damasco a como de lugar, Ryad y los otros coaligados con Washington incrementarían en cantidad y cualidad sus ya gruesos envios de pertrechos a  los grupos armados opuestos a Bashar el Assad, incluidos misiles portátiles antiaéreos.

Del otro lado, ni Siria ni Rusia han perdido tiempo. Ante la reciente amenaza norteamericana de bombardear aeropuertos y bases militares sirias, Moscú desplegó de inmediato en suelo sirio sus baterias de misiles SS-400, y en breve, según informan medios de prensa, colocará en aguas sirias el buque de guerra de clase BSF Nikolay Filchenkov, para, dicen las propias fuentes, “luchar contra el terrorismo, así como garantizar la seguridad de la navegación y suministrar sistemas de defensa en cooperación con el Ejército sirio para aumentar sus capacidades ante posibles ataques extranjeros.”

Por demás, y de manera unilatreral, ya está vigente una “pausa humanitaria” en los combates por el control de la ciudad siria de Aleppo, no solo para dar respiro a la población civil y atender sus necesidades, sino para facilitar además que los pretendidos rebeldes se marchen de la urbe por corredores seguros y con sus armas, a tono con una solicitud del diplomático Steffan de Mistura, enviado de la ONU para Siria.

De producirse esa salida, Aleppo quedaría liberada, terminarían las muchas angustias y penurias de su gente, y estaría listo el terreno para tal vez la última gran batalla antiterrorista en suelo sirio, esta vez en la zona de Al Raqa, donde estarían además los terroristas del EI llegados desde Mosul bajo el amparo de Washington y sus muchos aliados.