La más reciente incursión armada de las fuerzas militares sobre la indefensa Franja de Gaza costó la vida de dos mil 160 palestinos, de ellos 530 niños, y heridas a 11 mil 100.
Y mientras los defensores árabes debían batirse con armas ligeras y cohetes artesanales, desde Washington llegaba a manos de los agresores artillería pesada, municiones de alto poder destructivo y toda suerte de sofisticados artilugios de muerte, que junto a las vidas trucadas o mutiladas, sumaron además al menos veinte por ciento de la devastación material del estrecho enclave costero.
Por si fuera poco, hace apenas unos días Tel Aviv informó con “entera satisfacción” que desde los Estados Unidos recibirá en breve un cargamento de tres mil misiles inteligentes, a un costo de unos 82 millones de dólares, con el fin de dotar a su aviación militar de bombas propulsadas que, guiadas por GPS, pueden batir blancos de día o de noche, a largas distancias, y aún cuando los objetivos estén ocultos tras cualquier obstáculo.
La noticia fue confirmada por el Departamento estadounidense de Defensa, encargado además de entregar todos los años a Tel Aviv la mayor ayuda militar que en ese período otorgan los círculos oficiales de la Unión a un gobierno foráneo, y que se calcula superior a los tres mil millones de dólares.
Una “generosa contribución castrense” de la gran potencia imperial, a un régimen “amigo” que se encarga de pastorear y meter en cintura a los díscolos pueblos del Oriente Medio, y asegurar para el gran socio su dominio sobre un área de alto valor geoestratégico y de no menos trascendentes recursos energéticos.
Y todo contra una voluntad ya mayoritaria a escala internacional que clama por la instauración de una entidad nacional palestina que devuelva a ese vapuleado conglomerado humano los derechos que le fueron conculcados por la fuerza y la vesania imperial a través de sus agentes sionistas.
De hecho, rezan medios de prensa, hoy “más de 130 países del mundo, junto a numerosas entidades de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, han reconocido a Palestina como un Estado libre y soberano.” No obstante, “a la fecha Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón han sido la excepción internacional.”
En consecuencia, luego de infructuosos, difíciles y retorcidos encuentros para intentar llegar a un “acuerdo equitativo” sobre el explosivo tema con la pretendida mediación oficial norteamericana, la Autoridad Nacional Palestina acaba de anunciar que en breve llevará al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de declaración que establece los plazos para el establecimiento de una entidad estatal propia.
Apoyada por la presencia de Jordania como miembro rotativo del exclusivista órgano internacional de Naciones Unidas, la controvertida Liga Arabe se ha comprometido también a dar su apoyo a la solicitud palestina en el entendido de que, al decir del presidente de la ANP, Mahmud Abbás, el sionismo y sus niveles de agresividad y carencia de interés en una solución justa no dejan otra alternativa a su pueblo.
Desde luego, no pocos analistas dan por descontado que la citada declaración encaminada a instituir un ente nacional palestino, que reclama además las fronteras existentes en 1967 como sus divisorias oficiales con Israel, recibirá el veto instantáneo de los Estados Unidos, que en todos estos años acumula el récord de haber frenado todo documento que pretenda criticar o emplazar a Tel Aviv.
En consecuencia, la alta dirección de la ANP ha dicho que está consciente de que la obstinación y parcialidad de la Casa Blanca resultan los más serios obstáculos para la creación de un estado palestino independiente, y precisó que Washington debiera respetar la voluntad internacional y los propios intereses de su nación y no proyectarse como un enemigo de Palestina.
Es de esperar entonces que en los próximos días la batalla político-diplomática en torno al respeto a las prerrogativas soberanas del pueblo palestino ocupe los primeros planos informativos, y que otra vez la voluntad mayoritaria del planeta deba quedar relegada ante el capricho omnipotente y exclusivista de la primera potencia capitalista en su afán de arropar a un aliado al que incluso ha llegado a otorgarle un poderío nuclear incontrolado.
Pero no obstante su casi seguro veto, ello no evitará que al mismo tiempo los círculos norteamericanos de poder resulten severamente aislados en un tema tan sensible, si tomamos en cuenta que previo al anuncio de la ANP, los cuerpos legislativos de naciones occidentales como Noruega, España y la propia Gran Bretaña, aprobaron declaraciones no vinculantes que apoyan la existencia de una nación palestina independiente y con plenos derechos a escala global.
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