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jueves, 3 de octubre de 2024

No caben en un mismo saco

La presencia militar rusa en Siria es algo más que la defensa de netos intereses geopolíticos....

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 07/11/2016
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Hace unos días, las autoriades rusas invitaron a sus pares norteamericas a definir públicamente si el principal enemigo de Washington es Moscú o el terrorismo.

Desde luego, del otro lado nadie se atrevió a recoger la pelota, aunque la respuesta está más que clara para el gigante euroasiático, incluso mucho antes de la masiva desestabilización en Asia Central y Oriente Medio y la marcha sobre las fronteras rusas desde el Oeste europeo, todo a cuenta de los Estados Unidos y sus muchos e incondicionales aliados.

Y es que en el Kremlin nadie desconoce el viejo axioma revelado años atrás a un periódico occidental por el ex asesor de seguridad nacional (de origen polaco) Zbigniew Brzezinski, cuando a raíz de la instauración del régimen talibán en Afganistán el aludido medio de prensa le mencionó el apoyo decisivo de Washington a ese grupo extremista y su alianza con Osama Bin Laden y Al Qaeda para golpear al Ejército Rojo que había acudido en apoyo de las finalmente derrocadas autoridades progresistas de Kabul.

Entonces el mencionado “tanque pensante” precisó que, entre aliarse a los extremistas islámicos o destruir el poder soviético, estaba claro que lo segundo era lo fundamental y prioritario. Unos cuantos musulmanes fanáticos no son nada frente a la “liberación de Europa del Este y la victoria en la Guerra Fría”, enfatizó el entrevistado.

Por otro lado, están las tempranas advertencias de otros “cerebros hegemonistas” como el  politólogo Thomas Friedman, quien apostilló que “la globalización no puede funcionar si los Estados Unidos no actúan como la supertotencia que son”, o el afgano-norteamericano Zalmay Khalilzad, quien sentenció que Washington “tiene que impedir para siempre la formación de otra superpotencia…y mostrar la volutnad de usar la violencia en caso de ser necesario.”

Ello sin olvidar a Francis Fukuyama y su ya famoso enunciado en torno al presunto “fin  de la historia humana”, publicitado a todo trapo luego del derrumbe de la URSS.

En conjunto, todo un podio “teórico” destinado a confirmar a los Estados Unidos como emperador absoluto, totalitario e inmovilista a escala planetaria, en una curiosa apropiación practica de los que antes fueron epítetos muy apreciados en la guerra mediática contra el “imperio del mal” allende el Este.

Y quien examina con detenimiento el movimiento hegemónico de los últimos decenios comprende perfectamente que  los “apuntes, reclamos y advertencias” de los citados sesudos resultan la guía de las acciones expansionistas de hoy y de sus fines, con un rostro especialmente explosivo y convulso en el caso sirio, donde ya se avistan las caras los militares de los dos grandes poderes nucleares del orbe.

Un aliado, Damasco, que evidentemente Rusia no pretende dejar caer en manos de los Estados Unidos, ni por sus propios intereses defensivos, ni por el compromiso de honor con las agredidas autoridades locales y el urgente freno a la inestabilidad y la violencia sembradas por Washington y sus aliados en Oriente Medio y Asia Central.

Y desde luego, Moscú ya hace rato que dejó la preferencia por los comunicados y las alusiones. Ahora sus aviones militares y sus cohetes SS-400 y Crucero están legítimamente sobre el terreno y golpean duro y de forma precisa a los grupos terroristas de corte islámico incubados por la Casa Blanca, la OTAN, Israel y las satrapías árabes, sin contar el despliegue naval de alto vuelo que ha venido gestando en las últimas semanas con el envió a los mares sirios de portaviones, naves de apoyo y ataque, y submarinos misilísticos, de manera que ciertos díscolos y atrevidos intereses sepan que insistir en reinar en Damasco no será un empeño fácil ni de bajo costo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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