Este enero se cumple un año de la ola revolucionaria que estremeció el mundo árabe luego de que un vendedor tunecino de verduras se inmolara prendiéndose fuego, desatando lo que los medios bautizaron como “Primavera árabe” en el Norte de África y que derribara los gobernantes en tres países que contaban poco antes de caer con las simpatías de Occidente.
Pero según testimonios procedentes de la región y fuentes como Amnistía Internacional, el respeto a los derechos humanos y el entorno social en esos países distan bastante de tener una situación ejemplar y, mucho menos, de coronar las aspiraciones de justicia y libertad que los llevaron a la rebelión.
Un reportaje reciente de elmundo.es recoge que las inmolaciones entre los tunecinos han aumentado un 500% y que en la última semana tres personas se han prendido fuego allí, en protesta contra el desempleo. El secretario del Partido Comunista de Túnez, declaraba al periódico que si hace un año 600 000 personas no tenían trabajo, hoy son 850 000 las que carecen de empleo en un país de 10 millones de habitantes.
Philip Luther, director provisional del Programa para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional plantea que “los persistentes intentos de los Estados de ofrecer cambios superficiales, de dar marcha atrás a los logros alcanzados por los manifestantes o, simplemente, de someter a su población mediante la brutalidad revela que, para muchos gobiernos, el objetivo sigue siendo la supervivencia del régimen”.
Según AI, en Egipto, el Consejo Militar Supremo que ha gobernado después de Hosni Mubarak “fue responsable de un catálogo de abusos que, en algunos aspectos, eran peores que los cometidos durante el gobierno de Mubarak”. Allí “el ejército y las fuerzas de seguridad reprimieron violentamente las protestas, en operaciones que causaron al menos 84 muertes entre octubre y diciembre de 2011. La tortura bajo custodia persistió, y se juzgó a más civiles ante tribunales militares en un solo año que en los 30 años de gobierno de Mubarak. Las mujeres parecen haber sido sometidas a tratos humillantes en un intento de disuadirlas de participar en las protestas. En diciembre, las oficinas de varias ONG egipcias e internacionales fueron asaltadas por las fuerzas de seguridad en un aparente intento de silenciar las críticas a las autoridades”.
En cuanto a Libia, AI plantea que “los graves abusos cometidos por las fuerzas contrarias a Gadafi rara vez se han condenado” y cita un informe de la ONU que documenta que 7 000 detenidos permanecían recluidos en centros improvisados bajo el control de las “brigadas revolucionarias”, sin perspectivas de ser sometidos a un proceso judicial adecuado. Recordemos cómo trataron estos “revolucionarios” al líder Muammar al Gadafi que meses antes de ser linchado era mimado en Europa y Estados Unidos hasta que el pulgar de los poderosos indicó que era hora de llevar allí la democracia ya triunfante en Iraq, Afganistán, Egipto y Túnez, y las bombas de la OTAN cayeron en señal de desaprobación sobre el suelo libio. Mientras tanto, en Siria, las presiones desde el exterior buscan llevar la situación por la misma ruta de Libia.
Pero, a pesar de tales resultados, algunos quieren trasladar las experiencias a este lado del mundo. El aspirante a candidato presidencial republicano Newt Gingrich, de visita en la Calle 8 de Miami, acaba de declarar: “Mi objetivo como presidente será generar una ¨primavera cubana¨, que sea incluso más vibrante que la ¨primavera árabe¨” . Según reporta la agencia EFE, en opinión de Gingrich, “Washington no sólo ha de preocuparse de Libia, Egipto, Siria, Irak o Afganistán, sino que ¨también ha de mirar al sur, a 90 millas¨ de sus ¨costas y estar más preocupado por la situación en la isla de Cuba¨”.
Viendo la situación actual en esos países, cuya coronación son las recientes imágenes de los marines norteamericanos orinando cadáveres, cualquier persona que no esté entre los fanáticos que aplauden cualquier barbaridad electorera en la calle 8 pensaría de otra manera. Quizás sea mejor que tanto Gingrich como el gobierno norteamericano, que dudo llegue a presidir alguna vez, miren la vibrante protesta del movimiento Occupy en su propio país. Por cierto, los de Occupy protagonizaban semanas atrás una protesta en la misma ciudad de Miami, no pidiendo intervenciones en Cuba, sino garantías en salud y educación, cosas que los ciudadanos de esta Isla tienen garantizadas.
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