España, de mal en peor

Enfrentado a sus críticos por acusaciones de asumir directrices personales y obstaculizar la formación de un gobierno en España luego de las sucesivas elecciones realizadas en el país desde diciembre último con ese objetivo, renunció a su cargo Pedro Sánchez, el hasta ahora secretario general del Partido Socialista Español, PSOE, una de las principales organizaciones de la titulada izquierda local.

En una larga jornada partidista donde confrontaron fuerzas quienes apoyaban a Sánchez y muchos de sus censores, el hoy dimitente líder perdió finalmente una votación que debía decidir la celebración o no de un congreso extraordinario para elegir un nuevo jefe de de la segunda agrupación política del país, a juzgar por sus resultados en los más recientes comicios donde –dicho sea de paso- ninguno de los contrincantes pudo lograr la mayoría parlamentaria requerida para poder formar el gobierno nacional.

No obstante, tras la votación de diciembre último, Sánchez fue  designado por la Corona para intentar la formación del ejecutivo, pero siempre fue contrario a una alianza con el Partido Popular, PP, de derecha, y mucho menos con su jefe, el actual presidente en funciones Mariano Rajoy.

Tampoco el joven político logró concretar vínculos con el resto de la izquierda, fundamentalmente reunida ahora en el bloque Unidos Podemos, por considerar imposible el entendimiento con tendencias que otorgan crédito a los segmentos separatistas y propugnan reformas demasiado drásticas en materia de estructuración gubernamental.

No obstante, es evidente que si bien Pedro Sánchez enfrentó muy pronto críticas de los elementos menos radicales del PSOE por su intención de darle un peso decisivo a la gestión y autoridad del Secretario General, el grueso del rechazo se hizo más fuerte luego de las segundas elecciones generales realizadas en junio, y en las cuales el PP logró mayoría parlamentaria, pero no en la cuantía requerida para conformar gabinete, lo que le obligaba a buscar el apoyo de otras agrupaciones o, al menos, contar con la abstención del PSOE a la hora de votar la propuesta.

Y en ese sentido Sánchez se mostró inflexible. De manera que asumió una acérrima oposición a que Mariano Rajoy repitiera al frente de La Moncloa, a cuenta de la enorme corrupción y las medidas antipopulares que marcaron su gestión precedente.

Por otro lado, el líder socialista tampoco se mostró inclinado a negociaciones con Unidos Podemos por las mismas razones ya citadas en párrafo anterior.

En pocas palabras, Sánchez se proyectó como un partidario de no dar oportunidad a la derecha ni romper los muros con los afines, y por tanto, propiciar la convocatoria a una tercera ronda electoral.

Solo que en medio de esa puja los llamados “barones” del PSOE, entre ellos el exjefe de gobierno Felipe González, hicieron públicas sus posiciones favorables a dejar gobernar al PP a cuenta de “cerrar la larga brecha de institucionalidad” vigente en el país.

Esa formulación salió a relucir nuevamente en los debates partidistas previos a la dimisión de Sánchez, cuando  varios dirigentes regionales se pronunciaron por, al menos, abstenerse ante las pretensiones de Rajoy de formar gobierno para sortear el prolongado vacío en el poder ejecutivo.

En consecuencia, Pedro Sánchez, una vez presentada su dimisión se limitará, en materia política, a ejercer su cargo de diputado en el legislativo nacional, mientras es evidente que la tendencia que asumiría el control del PSOE exhibe una fuerte inclinación a dejar hacer al PP y evitar una tercera consulta electoral en busca de establecer un gobierno “con todas las de la ley.”

Por demás, y si esa posibilidad se materializase, vale indicar que la izquierda española dejaría una imagen nada edificante, al propiciar el avance al ejecutivo de los sectores conservadores antes que limar y conciliar sus asperezas internas y concretar un gobierno nacional de tendencia más progresista…y ciertamente, a estas alturas la derecha debe estar frotándose las manos de puro gusto.