El pretexto ucraniano

Aquellos bien conocidos que alentaron el cambio violento de régimen en Ucrania y su sustitución por un gobierno apegado a ultranza a Occidente y ácidamente anti ruso, tal vez nunca se imaginaron que su proyecto expansionista sobre las fronteras del gigante euroasiático terminaría como lo hizo.

Nos referimos a la reincorporación de Crimea al territorio ruso mediante referendo popular, y a la conformación de una suerte de frente contrario a los desmanes de las autoridades derechistas de Kiev en el oriente ucraniano.

Seguramente por eso el embajador norteamericano en Moscú, Jon Huntsman, declaró hace unos días a medios rusos que solo se podrá hablar de levantamiento de las sanciones de occidente a Moscú “tras la solución del problema ucraniano”.

Se supone, es más, resulta evidente, que el “sagaz diplomático no se refería a establecer un dialogo serio y constructivo entre las partes en conflicto, ni tampoco a reconocer la voluntad legítima de los ciudadanos de Crimea de retornar a la soberanía de Moscú.

Y es que esos no son los soportes de la actual política exterior de los Estados Unidos, que solo da validez a lo que Washington cree, valora, considera y decide con respecto a otros.

En consecuencia, es imposible negociar con una Rusia que no contempla hacer lo contrario de lo ya establecido y que, es más, ha mostrado en Siria que hay que tomarla muy en serio en el escenario geopolítico global.

En consecuencia, mientras Huntsman se dedica a sus ejercicios retóricos propios de un intimidador guapo de barrio, en la práctica, Washington no deja de prestar todo el apoyo posible al gobierno “amigo” aposentado en Kiev en cuanta acción y declamación dispara contra el Kremlin.

En el terreno militar, por ejemplo, existen convenios mutuos entre Kiev y Moscú para reducir el número y el potencia de las armas en las zonas del este ucraniano, donde han tenido lugar severos combates entre las tropas oficiales y los rebeldes locales, negados a aceptar la autoridad del gobierno que encabeza Piotr Poroshenko.

No obstante, muy recientes revelaciones de indiscretos medios de prensa confirman que, presuntamente por debajo de la mesa, empresas militares gringas, como la Texas AirTronic USA, han suministrado a Kiev poderosos lanzacohetes personales para la destrucción de vehículos, tanques de guerra y emplazamientos defensivos. Se trata del denominado “armamento letal” que se supone está vedado poner en manos de los contendientes en Ucrania para asegurar que no exista un escalamiento en los niveles de hostilidad.

Según Richard Vandiver, director de operaciones de la citada compañía texana, “empezamos a entregar nuestro producto a Ucrania el año pasado y lo seguimos entregando hasta ahora”.

Y si alguien quiere hablar de “iniciativa privada” en este caso, vale recordar que en septiembre último el general Joseph Dunford, presidente del Estado Mayor Conjunto, durante un testimonio ante el Comité de Servicios Armados del Senado, enfatizó en que “la capacidad de detener vehículos blindados es esencial para que Ucrania se proteja a sí misma”.

Por su parte, el “guerrero” secretario de Defensa, James Mattis, declaró a la prensa que Washington ya ha suministrado equipos militares a Ucrania por un monto superior a los 750 millones de dólares.

“Mattis destacó entre el material enviado las corazas corporales, los anteojos de visión nocturna, vehículos todoterrenos Humvee, radios y radares, además de lanzamisiles portátiles y rifles Barrett, con un alcance de dos kilómetros.

Tal vez por eso en la mesa del presidente Donald Trump se encuentra, lista para su firma, la autorización para la venta de nuevos pertrechos bélicos a Kiev por un monto de 47 millones de dólares, en una “operación comercial” que el analista internacional Finian Cunningham consideró socavaría la posible mejora en las relaciones con Rusia que recientemente mencionó el presidente de los Estados Unidos.