Cuna de frustración

Un medio occidental de prensa no pudo dejar de decirlo, seguramente sin una disimulada carga de furor y desaliento: “…la conquista total de Alepo, dividida desde 2012 —precisó la citada fuente—, permitiría al régimen de Bashar Al Asad controlar las cinco mayores ciudades de Siria, con Homs, Hama, Damasco y Latakia. Un giro que no hubiera sido posible sin la ayuda de Moscú, activo en el país mesoriental desde septiembre de 2015”.

Pregunta: ¿Acaso con el último párrafo, alusivo con sonado énfasis a la presencia de la aviación militar y los misiles rusos en suelo sirio, se pretende seguir proyectando ese apoyo del Kremlin como injerencismo y, por tanto, como exhortación a intentar fortalecer a los terroristas aliados de Occidente?

No obstante, lo cierto es que en el terreno bélico y político se ha anotado Damasco una sonada victoria. Por otro lado, un comunicado paralelo de las fuerzas aliadas con Siria contra los pretendidos “grupos rebeldes” asegura que el reciente y sorpresivo avance terrorista contra Palmira, liberada meses atrás del control del Estado Islámico, EI, ha sido paralizado” y la contraofensiva sirio-rusa es cuestión de días.

Episodio este último, vale indicarlo, imposible de ejecutar por el EI si la coalición hegemonista liderada por los Estados Unidos no hubiese permitido meses atrás la huída de los terroristas que ocupaban la ciudad iraquí de Mosul, utlizara debidamente sus poderosos medios de localización para controlar los nuevos movimentos de los yihadistas, y ejerciera una eficaz presión sobre la zona de Raqqa, donde se concentran numerosos extremistas.

Y es que para Washington y sus aliados la prolongación del conflicto en Siria es vital en sus afanes permanentes de cambiar el rostro de las autoridades de Damasco y colocar un régimen afín a las aspiraciones de dominio en Asia Central y Oriente Medio, antesalas de Rusia y China.

Por demás, subyace el viejo deseo de ver a Moscú empantanado y golpeado en Siria, tal como se instrumentó años atrás cuando la URSS fue impelida a enviar tropas en ayuda de las entonces autoridades progresistas de Afganistán, víctimas de la guerra yijadista aupada y pagada por la Casa Blanca.

Y si tales afirmaciones resultan todavía “discutibles” para algunos, ¿por qué hace apenas unas semanas la Oficina Oval reavivó la entrega de apoyo financiero y logístico a los pretendidos grupos rebeldes sirios en plena ofensiva oficial de las tropas de Damasco contra Aleppo?

Ya el pasado año el presidente Brack Obama “también había firmado un proyecto de ley de defensa con el que asignó quinientos millones de dólares a armar y entrenar a los rebeldes sirios”, recordaba en ese sentido la analista irlandesa Danielle Ryan en un artículo para Rusia Today. En pocas palabras, que para los hegemonistas no hay reparos en mantener la complicidad con los promotores del terror, aludiendo a la vieja máxima de que “unos extremistas armados nunca serán más peligrosos para los Estados Unidos que una potencia no deseada”.

Por lo pronto, Aleppo deberá volver a la normalidad, aunque tal vez otras importantes batallas estén a la vista, toda vez que quedan aún espacios sirios por liberar.

Mientras, la comunidad internacional sigue siendo testigo de la efectividad y seriedad del compromiso de Rusia y otros aliados en el empeño por derrotar el terrorismo en suelo sirio, una tarea con la que el cercano nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, ha dicho que estará comprometida su administración, más allá de la actual tozudez en defenestrar al gobierno de Bashar el Assad.

Esperemos hasta entonces, y mientras tanto, seguramente seguiremos siendo testigos de nuevos y significativos avances militares y políticos de los verdaderos antiterroristas en Siria.