Bridas para la bestia

Si Donald Trump seguía soñando hasta hace poco que Washington puede hacer y deshacer en el mundo sin riesgos de ningún tipo, la recientes andanas de misiles iraníes sobre bases militares gringas en Iraq pueden haberlo empujado a ver las cosas de otro modo.

Aunque apareció ufano ante las cámaras para asegurar que “no hubo bajas” en el ataque coheteril contra los complejos bélicos de Ain al-Assad y Erbil, donde están estacionados muchos de los cinco mil 200 soldados estadounidenses desplegados en Iraq, lo cierto es que las defensas antiaéreas no pudieron destruir ninguno de los proyectiles iraníes y Teherán dijo haber liquidado por lo menos a ochenta enemigos.

La acción de este 8 de enero responde a las advertencias de Teherán de que hará efectiva su “venganza” por el asesinato días atrás en el aeropuerto de Bagdad del general Qassim Suleimani mediante un bombardeo norteamericano ordenado por la propia Oficina Oval.

Es solo una primera acción destinada a lograr la meta definitiva de expulsar a las fuerzas norteamericanas desplegadas en Oriente Medio, han dicho fuentes oficiales persas.

Por lo pronto Trump dijo que se “reservaría” el contestar el golpe coheteril, y optó por proclamar nuevas  sanciones contra Teherán, al tiempo que demandó de sus aliados de la OTAN un mayor involucramiento en la actual cadena de tensiones generadas por el programado asesinato de Suleimani.

También pidió a los firmantes del acuerdo nuclear con Irán que se retiren de dicho tratado, tal como hizo unilateralmente Washington tiempo atrás en su afán por apretar el cerco agresivo contra la República Islámica.

No obstante, algunos observadores insistieron en que a estas alturas el presidente de los norteamericanos se proyecta totalmente descolocado frente al escenario creado en torno a Irán por su orden personal de dar muerte al general Suleimani.

De manera que mientras apareció en público junto a los altos jefes del Pentágono, lo cierto es que cada vez son más insistentes los criterios acerca de opiniones encontradas entre el presidente y los mandos militares.

Así, al tiempo que el Secretario de Defensa Mark Esper, descartaba la posibilidad de un retiro de las tropas gringas en Iraq a tono con las posiciones de Trump,  el general de brigada William H. Seely III, jefe de la titulada “coalición internacional” desplegada en aquella nación, dio cuenta al gobierno de Bagdad de una inminente “reubicación de fuerzas en el transcurso de los próximos días y semanas para preparar un desplazamiento posterior".

La afirmación está contenida en una carta que el Pentágono calificó de "incoherente respecto a donde estamos ahora", y que  “es un borrador que nunca debió darse a conocer públicamente.”

Juzgada la misiva como un indicativo de que las opiniones no son unánimes entre los uniformados gringos acerca del giro que están tomando las cosas con relación a Teherán, suman en contra de una escalada los intercambios bilaterales sobre ese mismo tema entre varios aliados de Washington.

Canadá, Alemania, Jordania, la Secretaría de la OTAN, y la presidencia del Consejo Europeo, por ejemplo, coinciden en la necesidad de moderación y freno a las tensiones, así como en no perjudicar la letra del tambaleante acuerdo nuclear con Irán.

 Por su parte Rusia y China indicaron desde días atrás que harán todo lo que esté a su alcance para evitar un escalamiento de los enfrentamientos generados por la agresividad norteamericana en Oriente Medio a partir del asesinato de Suleimani, ejecutado por órdenes directas de la Casa Blanca.

En pocas palabras, todo un cúmulo de acciones y reacciones que confirman que Donald Trump ha dado un paso más allá de lo que puede objetivamente permitirse una potencia que ya dejó de regentear la suerte de los demás a escala planetaria, y cuyos peregrinos pataleos generan respuestas y rechazos contundentes más que pavor y temeroso acatamiento.