2016: de lo que fue…y de lo que viene

Por estos días de cierre de año los pesimistas y los optimistas volverán otra vez con sus banderas trágicas o resplandecientes, según el caso, y por tanto, blandiendo valoraciones contrapuestas de neto sustento anímico que, en consecuencia, pocas veces llegarán a parecerse a la realidad.

Otros (aquellos con los que  más simpatizo en el plano personal), intentarán en cambio valoraciones objetivas, sensatas, serenas y equilibradas de cuanto ha marcado los últimos doce meses en nuestra única y maltrecha casa común (un poco para parafrasear a Tele Sur), de manera que entendamos mejor lo sucedido y lo que está por llegar.

Y bien, entrando en materia: ¿está acaso más segura la humanidad  en nuestros días? ¿Podemos hablar de que no hay esperanzas? ¿Cabe decir que tendremos a partir de 2017 una etapa donde la incertidumbre puede ser más intensa? ¿O bien todo es maravilloso, alentador, y brillante?

Parecería que hay de parte y parte. En pocas palabras, no todo está perdido, ni todo es tránsito sobre un lecho de rosas.

Golpes serios ha habido. Defraudados por las tradicionales democracias representativas y una economía de mercado en crisis desde 2008 con sus correspondientes laceraciones sociales, no pocos en el mundo han optado por apoyar discursos extremos y figuras controvertidas vestidas de “irreverentes”, pero con raíces profundas y oportunistas en el desparpajo vigente y con soluciones extremas que pueden ser más lesivas que constructivas.

Es el caso de los procesos que han promovido, por ejemplo, el arranque del desmembramiento de la Unión Europea con la separación de Gran Bretaña y las tendencias que en otra partes de esa zona geográfica se inclinan por asumir similar decisión. Derivación ligada a la pérdida del tradicional peso global del Viejo Continente, convertido en actor de segunda atado a Washington y a sus aspiraciones hegemonistas.

Un embrollo sistémico que ni los propios estamentos políticos históricos de los Estados Unidos pudieron eludir ante la altisonante e inusual figura del magnate inmobiliario Donald Trump, convertido desde este enero en el nuevo presidente en funciones de la primera potencia capitalista, y con un abanico de propuestas, contrapropuestas, marchas y contramarchas, que hacen muy complejo saber con exactitud qué puede esperar el mundo en los próximos días de  los giros que se supone deberá asumir el país cuya clase dominante ha soñado hasta hoy con cumplir su figurado rol de  “elegida del Cielo para adecentar y guiar a los pueblos inferiores.”

“Designio sagrado” que en su concreción material es responsable de las matanzas y descuartizamientos territoriales  en Oriente Medio y Asia Central, la brutal diáspora de refugiados hacia Occidente, el derrame global del terrorismo, y el ahondamiento de las tensiones con Moscú mediante el estrechamiento del cerco de la OTAN a Rusia desde Europa del Este y Ucrania, entre otras significativas calamidades.

De manera que, en lo que este asunto crucial respecta, la incertidumbre podría ser el plato constante que seguirá acompañando el día a día de nuestras mesas, sin que ello suponga tampoco que como conglomerado humano nos crucemos de brazos y esperemos mansamente que desde el Norte se decida por nosotros y sobre nosotros.

Porque, indudablemente, y así también lo demuestra 2016, y sin dudas lo hará 2017, por sobre la continuidad de riesgos ciertos, amenazas evidentes y fluctuaciones enrarecedoras, la gente también ha demostrado a lo largo de la geografía planetaria que hay una recia voluntad de cambio.

Así, en un plano tan especial y rudo como la lucha contra un terrorismo generalizado que llegó a cobrar alas incontroladas gracias a la continuada y retorcida intención hegemonista de no soslayar apoyarle para ponerlo a su servicio, se ha hecho evidente que existen fuerzas globales capaces de actuar con decisión y firmeza como para cortarle el pescuezo a semejante diablillo.

Está en este diciembre, por ejemplo, la victoria de Siria, Rusia, Irán y el Hezbolá libanés en la crucial batalla por la ciudad de Aleppo, ocupada durante años por los terroristas del Estado Islámico, y que ha producido un trascendente giro contrario a los manoseados planes geopolíticos de las fuerzas imperiales en Oriente Medio y Asia Central.

Por demás, sigue ganando solidez tangible y medible la tendencia favorable a un orden global multilateral (con actores de tanto peso como Rusia y China), de manera que para los retorcedores de la historia su nociva tarea no resulta nada fácil de ejecutar.

De manera que sí, 2016 confirmó que se nos obliga a persistir en una ruta donde siguen alternando los tonos claros y los oscuros. Caminos cuajados aún de peligros, muestras de barbarie, amenazas constantes y supervivencia activa de las ideas y actitudes más retrógradas, pero también de vigencia de políticas y posiciones dignas, honestas, decididas y firmes.

¿Qué pasará en los próximos doce meses?
Seguramente no habrá descanso en esta pugna entre contrarios, algo que si bien puede alarmar y hasta reclamará sus agrios y dolorosos costos, tiene como contrapartida la expansión de la razón y la valía del principio de que no habrá golpe ni mala intención sin su correspondiente respuesta y rechazo.