Wifredo Lam ¿para todos los tiempos?

Lam el de todos, el que se atreve a viajar como un escape a otra realidad, también como un encuentro entre dos realidades que se enfrentan, comparten y reaccionan. El negro, el chino, el cubano, el mestizo, el pintor que capta la esencia de lo cubano, el desafío del futuro de las artes plásticas.

Piensa como un cobarde, como un atrevido, como un hereje. Redescubre íconos que no le son ajenos. Tal vez porque extender la mano a Picasso no es solo un gesto, sino la manera más sencilla de hacer correr lienzo y montaje.

“Toda mañana debería ser verde, pero no es así, hay mañanas negras, azules, rojas y sobre todo hay mañanas grises. Wilfredo (SIC) Lam escapa de la Europa envuelta en las llamas de la Segunda Guerra Mundial, atrás ha dejado sus aventuras surrealistas y cubistas.” Es esta la idea del descontento, de la visitación constante, o al menos el intento con Malba La decantación de la modernidad en el subcontinente no se puede ignorar, viene a ser una nueva aparición en la obra del sagüero: la conciencia artística renovadora en Latinoamérica coincidió con las indagaciones en torno a la identidad, planteada en los inicios del siglo XX desde diversas disciplinas del saber y la cultura.

Estaba la necesidad de responder a un repensar de esa realidad que asomaba vértigos y consonancias desde el sentimiento de autoafirmación nacional. La complejidad y la diversidad de este suceso trascendental enfrentó interpretaciones excesivamente simplificadoras que ocultaron el bosque detrás de los árboles y perpetuaron los axiomas de un arte moderno latinoamericano a la sombra del quehacer y las tendencias europeas, con ligeras pinceladas de un nacionalismo teñido de color, folklore y paisaje locales.

Llegar hacia el centro, conversar de manera excesiva con el pasado, con los parientes que se mezclan, hizo de Lam un artista no solo universal, sino con un sentido de Patria, de identidad contextual innegable. Se configura en gran medida lo esencial de su postura crítica, de actitud ante aquello que, tal vez, lo superaba en ventas y en estatus quo. Wifredo, es el que desviste criterios y los enfrenta, los hace suyo de manera tal, que hasta los días de hoy es de obligado estudio.

La abstracción geométrica y más específicamente el arte concreto entendía que el universo es un ser concreto y geométrico. Mas, su obra no es un total descontrol metafísico, entre el orisha, la deidad máxima del propio ser. El pintor santaclareño clava el martillo en su obra tal como lo hace desde el movimiento que pudiera definirlo: la vanguardia artística del siglo XX.

Algunas palabras puede que no sean lo suficientemente convincentes, pero funcionan como un alegato crítico y de génesis de lo que estaba por nacer:

“Nos aportan un nuevo aspecto de la plástica que podría bautizarse con el nombre de geometría sensible. A la impasibilidad, a la dureza, a la impersonalidad del arte concreto tradicional en su versión geométrica, estos pintores oponen una geometría de lo personal, en la que la huella del creador, su particular sensibilidad, dejan su impronta. La figura geométrica deja de ser un elemento activo para convertirse sólo en el soporte pasivo, en un verdadero escenario, por así decir, neutro, sobre el cual actúan los verdaderos personajes del cuadro: el color y la textura…”. (Aldo Pellegrini en el catálogo de la muestra realizada en Buenos Aires, en la Galería Lirolay, en 1964).

Allí sobresale el premio de la universalidad, de mostrar caras y gestos desde la plástica que no solo define a una generación o movimiento, sino a formas de entender y asumir el arte cubano. Con esos puntos de convergencia de lo local y espacial a lo más recóndito de la propia especie, de la espiritualidad, de las etiquetas bien definidas, allí se encuentra Lam para todos los tiempos.