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miércoles, 2 de octubre de 2024

Razones para la infidelidad

La película Effie Gray, del director Richard Laxton y la guionista Emma Thompson, representa un ejemplo más de la subyugación femenina a la que se sometían a las mujeres de la época victoriana...

Diany Castaños González en Exclusivo 16/06/2015
4 comentarios

Érase una vez había una muchacha escocesa llamada Effie que se casó a los 19 años con John Ruskin, un destacado escritor y crítico de arte del Londres del siglo XIX. A pesar de ser la muchacha de una excepcional belleza, el matrimonio nunca se consumó sexualmente, lo que dio pie a los más excitantes chismes de la época.

La película Effie Gray, del director Richard Laxton y la guionista Emma Thompson, narra los años del matrimonio desastrosamente infeliz de esta pareja, representa un ejemplo más de la subyugación femenina a la que se sometían a las mujeres de la época y denuncia sin tapujos las implicaciones de las uniones conyugales concertadas sin previo conocimiento exhaustivo del cónyuge.

El ritmo mesurado de Laxton en la película se adecua demasiado a la lenta asfixia que sufre Effie; llega a dilatarse tanto que termina por privar al filme del crescendo emocional que le era indispensable.

Para una historia que conmocionó a la sociedad de la época, Effie Gray es cualquier cosa menos sensacional. La cinta está mucho más interesada ​​en demostrar el aislamiento opresivo de Effie que cualquier otro punto. Para ello recurre a paralelismos excelsos: referencias explícitas al mito de Apolo y Dafne y su mensaje acerca de la pureza, (aquel en el que Daphne prefería convertirse en un árbol antes que ceder a las insinuaciones sexuales de Apolo); reiterativos primeros planos de la famosa pintura Ofelia, aquella donde una chica –amante abandonada de Hamlet- está a punto de ahogarse en un río.

La pieza es doblemente importante en la película, ya que fue creada en 1852 por el pintor John Everett Millais -en la película su personaje es interpretado por el actor inglés Tom Sturridge-, el artista iconoclasta que John Ruskin (Greg Wise) defendió, al menos hasta que Millais se enamoró de su esposa Effie, conformando así el triángulo amoroso de la historia en la que se basa la cinta.

Por otra parte, el director de fotografía de la cinta, Andrew Dunn, corta –paulatinamente- en las composiciones, toda conexión entre Effie y su esposo a través de una preciosa, aunque a veces excesiva, yuxtaposición de imágenes. Asimismo, la simetría extrema señala –y subraya- la limitación artística y social a la que, -para nuestros cánones contemporáneos absurda-, aspiraba y se enorgullecía de tener, la sociedad victoriana.

Hay algo en esta historia de una mujer atrapada en un matrimonio disfuncional que afecta profundamente. No es el hecho de que el cuerpo impoluto de ella le provoque a él repulsión. Ni que ella viva aislada por años de contacto físico y  de la comunicación sincera con otros seres humanos. Es que, como otrora Rapunzel, el dolor de la incomunicación de Effie solo se equipara con su esperanza de ser, algún día, libre.

La libertad es en Effie Gray un desafío, un punto de felicidad suprema. Si tan solo se añora, aflora la depresión y las crisis nerviosas; si se lucha por él, los cachetes, sonrosados, apenas contienen la excitación, el gusto por la vida.

Aunque la película no hace hincapié en el vínculo lascivo entre Effie (Dakota Fanning) y el pintor Millais, su amante, sí tiene una posición que coquetea con la zozobra de ciertos preceptos convencionales: asume la relación extramatrimonial como un medio salvador para aquellos integrantes de la relación que están, en alguna medida, resignados en un matrimonio insalubre.

La infidelidad es vista como tabla de salvación en Effie Gray; el triángulo amoroso funciona como punto álgido, sacudidor del conformismo absoluto con que ambos miembros del matrimonio habían asumido sus vidas. Esta visión, que rompe diametralmente con los preceptos de la época, (y aún con los de nuestros días), subyace en la película, e implica un consejo: piénsalo bien antes de decidir con quién has de casarte.


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Diany Castaños González

A aquella muchacha le gustaba acostarse soñando imposibles, hasta que despertó una mañana segura que, durante la noche, había dormido apoyando su cabeza sobre el ombligo de Adán.

Se han publicado 4 comentarios


Aram Joao Mestre León
 28/3/16 14:55

Otra película que vi gracias al Paquete, creo que fue a inicios del 2015, el hombre que se casó con la protagonista no quería consumar el matrimonio, y eludía las confrontaciones de su pareja.

BYOSFETY
 25/6/15 10:15

Me gustaría ver la pelicula.

mary
 22/6/15 12:56

la infidelidad es algo malo mire como se mire

mary
 16/6/15 13:07

esta muy bueno el titulo, muy sugerente

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