La última película de Johnny Depp

Al actor norteamericano Johnny Depp le encantan los personajes elocuentes y estrafalarios. Gracias a eso se enmarca ya en la historia del cine mundial con su interpretación de Eduardo Manos-Tijeras; Willy Wonka, de Charlie y la Fábrica de Chocolate y del Jack Sparrow de Piratas del Caribe. En Mortdecai, la última de las cintas que protagoniza, da vida a un excéntrico traficante de arte que no se aleja demasiado de los protagónicos extravagantes que acostumbra a asumir.

Basada en una popular trilogía literaria escrita y publicada por el británico Kyril Bonfiglioli en la década de los 70, Mortdecai tiene un elenco estelar, un buen presupuesto (50 millones de dólares) y el humor negro remarcable al estilo de La pantera rosa.

David Koepp, director de esta comedia de acción, escribió los guiones de la primera parte de Parque Jurásico y las primeras también de El Hombre Araña y Misión Imposible. Como realizador ya había dirigido a Johnny Depp en su adaptación de la novela de Stephen King La ventana secreta.

El argumento de Mortdecai cuenta la historia de un egocéntrico millonario en bancarrota que se dedica a traficar obras de arte. Desaparece un cuadro famoso del pintor Goya y, acuciado por la deuda al fisco británico, hace un acuerdo con un agente del MI5 (Ewan McGregor): buscará ese lienzo, detrás del cual —non plus ultra de los tesoros— está escrita la clave para llegar a una fortuna nazi multimillonaria.

El personaje de Mortdecai cuenta en la película homónima con la ayuda de un fidelísimo criado que es lo mismo guardaespaldas que portero, amigo que psicólogo. Interpretado por Paul Bettany, la inexpresividad de su rostro nórdico funciona como un bálsamo para la perenne exageración facial de Johnny Depp.

La otra figura de Mortdecai también es asumida por una estrella de la actuación: el siempre eficiente Ewan McGregor, un agente del servicio de inteligencia inglés enamorado de la esposa de Mortdecai desde hace años, que también anda tras las huellas del Goya. Entre McGregor y Depp se conforman los dos vértices del triángulo amoroso que cierra Gwyneth Paltrow, quien es la última gran efigie del elenco.

La espectacularidad en la realización de Mortdecai (movimientos de cámara, locaciones, vestuario, apoyo en los muy excelsos efectos digitales) no alcanza para esconder las debilidades de una adaptación que luce —inevitablemente— extemporánea.

Más allá de sus intentos con la música, los gags y los efectos especiales, cabe en Mortdecai la pregunta de por qué el empeño de sus creadores en sacar adelante semejante filme, intencionadamente anacrónico y atiborrado de unos juegos con el lenguaje que hacen sumamente difícil —mas no imposible— el doblaje al español.

La primera cuestión no es difícil de resolver: el anacronismo de Mortdecai se debe a que está basado en las novelas de Kyril Bonfiglioli, publicadas de 1973 hasta su muerte en 1999. Con respecto a cómo acaba un proyecto así en los cines de todo el mundo es indudable que mucho tiene que ver que Johnny Depp sea uno de los nombres detrás de las productoras del filme.

Los logros de Mortdecai —su sagacidad en el humor es su principal mérito— son fácilmente opacados por su impertinencia en el guión. La poca consistencia del argumento —que debe explicarse a cada rato porque tiene tan poco peso en la totalidad del filme que, de no recordarse, el espectador, sencillamente, lo olvidaría— probablemente venga dado a la poca experiencia del Eric Aronson, cuya única experiencia anterior fue la de On The Line, una comedia adolescente gris e irrelevante.

La buena noticia es que para los amantes de Johhnny Depp las deficiencias dramatúrgicas apenas importan. Y Mortdecai es una película para ellos. La cámara no teme enamorarse de Depp, quien constantemente es enfocado en la pantalla y se muestra cómodo y seguro de sí en el rol protagónico. Es un actor consagrado y sería difícil no disfrutarlo.