El Meñique de carne y hueso

A veces nos parece que Lieter Ledesma tiene el don de la ubicuidad. Lo mismo lo vemos en un programa de televisión como animador, que como personaje de algún teleplay o recorriendo La Habana y entrevistando a Ciro Bianchi. También lo encontramos en el escenario con el Ballet Lizt Alfonso (no como bailarín, queremos aclarar) y según nos enteramos recientemente, como conductor de uno de los shows del famoso cabaret Tropicana.

Quienes fuimos a ver Meñique, la primera película cubana hecha con animación en tercera dimensión, no pudimos dejar de notar que la voz del personaje principal nos resultaba conocida y en los créditos entendimos por qué: Lieter es quien se encarga de decir los parlamentos que después los animadores pusieron en boca del joven campesino que, al final, como en todos los cuentos de hadas, se casa con la princesa y se hace amigo de todas las criaturas mágicas que conoce en medio de su aventura.

Cuando quisimos saber sobre la experiencia que significó trabajar en este filme, pionero en la filmografía de Cuba, este joven artista nos contestó que “fue algo que te cambia la vida”.

—Cuéntanos cómo llegaste a la película y cómo fue trabajar en ella

—Primero que todo la satisfacción de quedar seleccionado en un casting a ciegas, donde cada cual tenía un número y se seleccionó el que ellos pensaban que era afín con la cinta. Esto me daba mucha tranquilidad a la hora de abordar el trabajo, es mi primera vez poniéndoles voz a dibujos animados, y realmente descubrí que hace falta mucho esfuerzo porque el actor que no tiene experiencia en esto tiende mucho a la teatralidad. Yo tampoco he hecho mucho radio, no tengo un entrenamiento que me permita lograr con la voz determinadas cosas que uno tiene ganadas con la imagen.

La experiencia de trabajo fue muy bonita, primero porque la idea es muy buena: una apropiación de la adaptación que Martí hizo de Pulgarcito, trabajar con Ernesto (Padrón) en este proyecto y ser asesorado por su hermano Juan en la Dirección de Actores, quien es toda una institución, me daba una especie de tranquilidad, de regocijo.

Yo siempre digo que la primera vez que escuché mi trabajo terminado no me gustó. Aunque Meñique es el protagónico, a la hora de abordarlo como actor es el menos interesante. Están la Bruja, el Edecán, el Rey… son antagónicos, con muchas aristas, por lo que le pedí a Ernesto que por favor me permitiera reelaborar algunas secuencias. Algunas se quedaron, otras en el corte del director no quedaron definitivamente. Pero fue como un disfrute doble.

—¿Ya habías visto el diseño del personaje? ¿Cómo es el trabajo de ponerle voz a un dibujo animado?

—Hay muchos que creen que es como el doblaje, pero no. Está diseñado el muñequito, pero no está animado, se sabe cómo va a hacer, pero no tienes que caerle detrás a la voz. Simplemente, para hacer el dibujo animado moderno, se graba al actor y muchos de sus gestos se le ponen al personaje, en dependencia de las posibilidades de la animación; todo esto para lograr mayor veracidad. Es una especie de hibrido entre los creadores del diseño y lo que uno le pone como actor en la interpretación.

 Los animadores ven estas imágenes y si uno hace un gesto, pues el muñequito lo hace y en cierta manera uno también es “papá” del personaje.

Tampoco se graba con interlocutor. Uno llega con sus parlamentos y los lee. El director, que sabe lo que quiere, te va diciendo: sube aquí, baja allá, acentúa esto y es increíble cuando se unen las voces y se produce la magia. Hay cosas que uno dice: estos dos se estaban escuchando, y a lo mejor grabaron con meses de separación.

—¿Tenías alguna idea de lo grande que iba a ser el proyecto, o la repercusión que tendría?

—En un inicio uno siempre se esperaba que esto tuviera una repercusión, en el sentido de que era el primer largometraje en  3D de nuestro país, y con toda la gente que tiene detrás. Cuando yo me veo dentro de este gran equipo, me veo como el plancton en la cadena alimenticia. Están Silvio Rodríguez, Edesio Alejandro, Corina Mestre, Manuel Marín, Carlos Ruiz de la Tejera, los hermanos Padrón, personalidades con una obra sólida, a quienes respeto y admiro. Soy muy afortunado de poder trabajar con ellos. Es una alegría.

—Eres muy versátil. Lo mismo se te puede ver en un escenario que en la pantalla. ¿A partir de ahora añadirás el ponerle voces a animados como una vertiente que te gustaría seguir de tu trabajo?

—Soy un amante del trabajo y me encantan los retos. Siempre voy a tratar de hacer cosas distintas, desde La Sombrilla amarilla hasta trabajar en Tropicana. Después de Meñique estoy poniéndole la voz a otro personaje, el Juan Quin Quin de Samuel Feijóo y también le pongo voz a una burbuja de agua en un programa que se llama Tremendos clips, así que Meñique de cierta manera me abrió un mundo, un camino en los animados y estoy dispuesto a hacerlo, me divierto muchísimo.

Es un trabajo singular dentro que lo hacemos, porque es una vuelta a la imaginación, a los primeros años en la actuación, en los que uno se siente muy solo y es una búsqueda interior. En la medida que hoy hago esto, y mañana me voy a Tropicana, y luego hago una película y el viernes grabo A puro corazón, le voy dando color a mi vida profesional y me aleja de la monotonía. Lo disfruto mucho.