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martes, 1 de octubre de 2024

El amor, la comprensión y el perdón

En la película "La emboscada", el amor, la comprensión y el perdón funcionan como motivaciones propulsoras del drama...

Diany Castaños González en Exclusivo 29/04/2015
3 comentarios

El realizador cubano Alejandro Gil, autor de La pared (2006), -con un aval de varios lauros obtenidos por sus filmes para cine y televisión, entre los que se cuentan más de diez Premios Caracol, otorgados por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)-, presenta en este año La emboscada, una película enteramente producida por el Instituto Cubano de Industria Cinematográfica (ICAIC), que difiere en cuanto a estética y estructura narrativa de sus entregas anteriores, y que cuenta con un guion elaborado por Ernesto Daranas y Ania Molina y con las actuaciones protagónicas de Patricio Wood, Tomás Cao, Caleb Casas, y Armando Miguel Gómez.

Los inicios de este filme tuvieron lugar en los años noventa, cuando Alejandro Gil trabajaba en los Estudios Fílmicos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), hoy TRIMAGEN. Por falta de presupuesto el argumento del proyecto esperó más de una década para salir a la luz. En este periodo, Gil trabajó con el también director cubano Ernesto Daranas (Los dioses rotos, 2008) para madurar el guion, que comenzó siendo un corto y terminó como un largometraje de noventa y cinco minutos.

La sinopsis de La emboscada, inspirada en historias de vidas, experiencias personales y anécdotas reales, es la siguiente:

Cuatro hombres sobreviven a una celada; el desgaste físico y las necesidades materiales que sufren, así como la incertidumbre por la azarosa circunstancia, provocarán en ellos conductas extremas que pondrán al descubierto sus miedos más recónditos.

La  cinta se mueve en tres espacios temporales: los años ochenta, los noventa y el presente. La idea esencial que se repite en estos tres tiempos, aunque pueda parecer una verdad de Perogrullo, es que en la unión está la fuerza.

En sus distintos tiempos físicos y argumentales cada personaje de la película implora –y exige- comprensión, reconocimiento y también, en cierta medida, gratitud. Gratitud que se transforma en la confirmación de que sus actitudes y creencias no han sido fatuas, quizás el mayor miedo, siempre implícito, del filme.

También, en La emboscada se hurga en puntos álgidos de las relaciones humanas, como son el perdón, la comprensión y el amor. La emboscada reclama, sobre todo, la virtud de la indulgencia. La demanda auténtica; y pide más: pide un perdón que se erija desde el amor, o desde ninguna otra parte. Y, precisamente por esto, lo más difícil para los personajes de esta cinta es perdonarse a sí mismos… Lo que hace cuestionar quién es el verdadero enemigo del filme: ese que apunta y lanza artillería contra los protagonistas, o ese otro, aún menos visible, que enmarca a los sentimientos humanos.

Con toda intención, y aunque el público cubano verá alusiones a la guerra de Angola, La emboscada no se refiere explícitamente a ningún conflicto bélico en particular. Ni siquiera esboza indicios geográficos leves. El filme evita insertarse en una realidad concreta. Alejandro Gil ansía tanto la universalidad de su argumento, que reniega de todo lo que pueda encerrar la historia en una esfera geofísica.

La emboscada tiene, además, un mérito inocuo y nunca demasiado mostrado en la cinematografía cubana: el conflicto intergeneracional. El personaje de Patricio Wood nunca deja de chocar con el de Caleb Casas. Sus ideas, tan diferentes como válidas, no cesan de colisionar, aun en las circunstancias más inhóspitas. Esta situación sí trasciende, definitivamente, los límites factuales de la película, para enmarcarse en una realidad cubana contemporánea.

Porque se trata de una cinta con muchas pretensiones. Y es, entre muchas otras cosas, un reconocimiento a la capacidad contradictoria del ser humano. Es una mirada reflexiva a nosotros mismos, a cómo vivimos la vida, a cómo manifestamos nuestros valores. Es un homenaje a las personas que somos, cualesquiera que  seamos, con nuestras dudas, nuestros prejuicios y también, por suerte, nuestra valentía.


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Diany Castaños González

A aquella muchacha le gustaba acostarse soñando imposibles, hasta que despertó una mañana segura que, durante la noche, había dormido apoyando su cabeza sobre el ombligo de Adán.

Se han publicado 3 comentarios


ver para Ber
 4/5/15 11:16

Fue mejor pelicula de lo que esperaba.

PatriaesHumanidad
 2/5/15 11:35

Ese es el cine bélico (sí lo es) que necesitamos...

Yo no renunciaría a contar la guerra de Angola perse, pero nunca desde la perspectiva épica estancada de Kangamba o Sumbe, que servía en Caravana y Algo más que soñar pero no ahora. Hay un libro de ficción de Raúl Aguiar, de la guerra de Angola, que la refleja en toda su humanidad, contradicciones incluidas... y hay un grupo de escritores que abordaron el tema desde una perspectiva menos encartonada  que no renuncia a la épica

PatriaesHumanidad
 2/5/15 11:29

Las interpretaciones son como dice Diana, pero el guión es más que notable, la idea rotunda de que el amor es la satisfacción personal del uno con el el otro y que sólo esa fusión te hace conquistar la plenitud, es la más vieja de todas las conclusiones humanas y la utopía individual más retadora de todos los tiempos. Nunca se dejará de hablar de ella. Gran película

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