lunes, 30 de septiembre de 2024

Contigo pan y cebolla

Juan Carlos Cremata obsequia a los cinéfilos una obra que preserva muestras de la identidad cubana, que se agradece, y se saborea...

Diany Castaños González en Exclusivo 13/01/2015
10 comentarios

Juan Carlos Cremata, el director de las aclamadas cintas Nada y Viva Cuba, apuesta una vez más por adaptar al cine una obra teatral. Ya lo hizo con El premio flaco, en el año 2009, de Héctor Quintero, y ahora vuelve al mismo autor, para obsequiarles a los cinéfilos cubanos Contigo, pan y cebolla, una puesta que recientemente cumplió cincuenta años de ser representada por primera vez.

Contigo, pan y cebolla narra la historia de una familia habanera a mediados del siglo pasado y la llegada a su casa de un refrigerador, que sirve de pretexto para exponer el trasfondo de júbilos y carencias de sus integrantes.

Adaptar una obra teatral al lenguaje cinematográfico no es tarea fácil; son expresiones artísticas diferentes y trasladar una a la otra requiere de extrema pericia. Por eso no es de extrañar que la película Contigo, pan y cebolla se resienta justamente allí: en el proceso de adaptación al cine de la obra homónima que escribió en 1961 el recién fallecido dramaturgo Quintero.

Aunque la conciliación del texto original con la pantalla grande resulta, eso sí, mucho mejor que ese intento fallido que fue El premio flaco, —que no respetaba el tiempo cinematográfico y alargó la película a más de dos horas—, la célebre obra teatral pierde en el cine de Cremata su profundidad filosófica y sus cuestionamientos existenciales.

En la obra de Quintero se podía sentir la opresión en el pecho, la sensación de ahogo. No había espectador que no se cuestionara en qué puntos la sociedad le apretaba con fuerzas; si sus esperanzas en la vida serían o no baldías; si, como los personajes de Contigo, pan y cebolla, estaría también nadando en vano, y contra la corriente.

Pero en la adaptación de Cremata no existe eso. Aunque se respetó el guión de la obra homónima, y cada parlamento —y cada escena— de la película deviene copia exacta del texto original, (el director ha declarado que fue su intención explícita ser fiel a cada línea que escribió el dramaturgo cubano), el lenguaje del cine implica una elipsis que esta cinta no manejó con la magnificencia que hubiera requerido, y, como consecuencia, no logró un desarrollo coherente de la tesis de la obra.

Los cuestionamientos a la sociedad y sus resquebrajos ininteligibles, tópicos subyacentes de la pieza teatral Contigo, pan y cebolla, la más insigne de la carrera de Quintero, se omiten en la adaptación al cine; dejan su espacio, y lo llenan el cumplido y la distinción: La cinta deviene una película de homenajes. A Héctor Quintero, a las madres cubanas. Esto, es cierto, es ya bastante; cada espectador decidirá si es, además, suficiente.

Con respecto a esta omisión el público cubano tiene una ventaja. Cuba asume la película con el fondo imaginario que recuerda de aquellas veces —hace una variable cantidad de años— que vio la pieza. No notará —o apenas— la falta del desarrollo del conflicto principal de la obra: hombre versus sociedad.

Para la audiencia extranjera —y Cremata quiere aprovechar que la película no tiene desnudos y traducirla al mandarín para mandarla al mercado asiático— faltará ese trasfondo existencial, esa realidad del cubano de los años cincuenta, tan exactamente retratada por ese maestro de la identidad de nuestra nación que fue Quintero.

Quién sabe cómo hubiera asumido toda esta empresa Tomás Gutiérrez Alea (Titón), que también se interesó por el proyecto, varias décadas atrás. Pero lo que hubiera sido no existe.

Lo que sí tenemos en la mano es una tragicomedia quinteriana, la música de Aldo López Gavilán para recrear la realidad sonora de la época, con una gama riquísima de sones, chachachás y mambos, y dos actores egregios —ninguna oda basta para alabar la excelsitud de Alina Rodríguez y de Enrique Molina, quienes acabaron de consagrarse como inmensurables en la escena cubana.

Los otros actores que acompañan a las estrellas mencionadas: Alicia Bustamante, Edith Massola, Carlos Solar, Osvaldo Doimeadiós y los —demasiado— noveles Natalia Tápanez y Leoni Torres.

Contigo, pan y cebolla, una obra que preserva muestras de nuestra identidad, que se agradece, y se saborea.


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Diany Castaños González

A aquella muchacha le gustaba acostarse soñando imposibles, hasta que despertó una mañana segura que, durante la noche, había dormido apoyando su cabeza sobre el ombligo de Adán.

Se han publicado 10 comentarios


Alejandra
 14/12/17 14:37

Juan Carlos, quien tene los derechos de autor de la obra Contigo Pan y Cebolla de Héctor Quintero?

leticia
 16/1/15 16:14

llevar el teatro al cine no es tarea facil, pero si lo vas hacer trata de que quede bien, no es lo que se esperaba.

Juan Carlos
 14/1/15 13:37

A veces divertida, a veces triste, a veces reflexiva, a veces banal. Pero lo que más veces es: aburrida. El cine es para el cine y el teatro para el teatro.

nedel
 14/1/15 11:17

No he vistonla ultima vesion, pero si es similar a la anterior, estoy seguro q sera un buen retrato de la realidad cubana

mario
 13/1/15 20:35

si es copia exacta para que la hicieron? no lo entiendo. En serio, tiene alguna explicacion? para que hacerla

Rafael y susstte
 13/1/15 20:30

o sea, que se pierde mucho en la pelicula

Reynaldo
 13/1/15 20:16

Bueno es que quintero no tiene comparacion, nadie es como el ni antes ni despues en la histria del teatro cubano

Sarita
 13/1/15 20:12

No he visto la obra de quintero asi que no se no tengo comparacion. para mi la pelicula estuvo triste y alegre a la vez y eso me parecio muy interesante

marie
 13/1/15 20:06

Respeto todo trabajo en el cine porque se que es muy trabajoso pero esta pelicula no llega a ser lograda.

Raulito
 13/1/15 20:04

tanto adaptar la literatura como el teatro, no es facil

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