Fotos: Juan Carlos Borjas y Cortesía del Taller Chullima
La Bienal de La Habana, el más trascendental evento internacional de las artes visuales en la Mayor de las Antillas que arriba a su aniversario 35 en el mes de mayo, ha posibilitado la confluencia de creadores de múltiples disciplinas como una respuesta al lema del evento: “La Construcción de lo Posible”.
Una de las propuestas más sugerentes de la cita –organizada por el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas y el Ministerio de Cultura de la República de Cuba– ha sido la del artista de la plástica Wildredo Prieto quien, por estos días, abrió las puertas de su Taller Chullima para centrar el foco de atención en la arquitectura, gastronomía, dramaturgia y cine, entre otras disciplinas.
El taller, emplazado en un antiguo astillero que colinda con el río Almendares, ha devenido espacio para el intercambio transdiciplinar. En el jardín exterior de este inmueble con carácter industrial, el agricultor y cooperativista Fernando Funer expuso las hortalizas que cultiva en la finca Santa Marta, ubicada en la provincia de Mayabeque.
Funer tiene la intención de promover una nueva forma de emprendimiento, con el apoyo del gobierno provincial, para proveer de canastas con vegetales a familias enteras y varios restaurantes que integran el sector no estatal en la capital.
Mientras se exhibían en distintas tarimas los frutos de la finca el público presente pudo degustar exquisitas elaboraciones a base de frutos y vegetales donde primaban particulares combinaciones de colores y texturas.
En un área techada del taller se desarrolló, durante varias jornadas, un singular acercamiento a la cocina contemporánea con la participación de Rauli Basuka (chef Grados) y Sahily Romero Mauri (chef Rita Champagne) quienes le dieron vida a un proyecto cultural, colaborativo y sostenible basado en el concepto de Cocina extendida.
El chef Grados se acercó a la culinaria desde el homenaje al filme norteamericado La Matrix. Sahily, por su parte, recreó los recuerdos colectivos de épocas pasadas a través del proyecto La Bandeja que contó con la participación activa de cocineros profesionales, amateurs y vecinos mediante la indagación entre las artes visuales y culinarias.
La propuesta de la chef Rita Champagne fantasió con los platos que marcaron la memoria de varias generaciones de cubanos, entre ellos el tradicional arroz, chícharo y huevo que se servía en bandejas de aluminio y se comía con cucharas del mismo material en la mayoría de los centros educacionales y laborales del país. No faltaban en esos almuerzos o comidas algún que otro jugo servido también en un jarrito de metal.
Participó en esta acción performática, de carácter casi familiar, el cantante Kelvis Ochoa. Él es uno de los artistas que colabora de manera muy cercana con la Federación de Asociaciones Culinarias de la República de Cuba. Devenido cocinero Kelvis preparó y sirvió varios de los menús que degustaron los artistas invitados, curadores de artes plásticas y personas de la comunidad.
En el Taller Chullima han confluido arquitectos, diseñadores, bailarines, performers y cinestas pero, sin dudas, el proyecto La Bandeja ha sido el que más ha favorecido el encuentro entre creatividad y experimentación.
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