sábado, 28 de septiembre de 2024

¿Alguna vez te has preguntando qué coño has hecho con tu vida?

Tío Vania, la obra de Chéjov que está ofreciendo Argos Teatro, habla de vidas malgastadas, de desilusión y fracaso...

Diany Castaños González en Exclusivo 09/07/2014
7 comentarios

¿Alguna vez has tenido sueños esperando, parados en tierra de nadie, porque la realidad que te envuelve se mueve a paso de tortuga, y tienes que esperar por ella para que se realicen? Tío Vania, la obra de Chéjov que está ofreciendo Argos Teatro, nos habla de vidas malgastadas, de la desilusión, del fracaso. Duele, ¿verdad? Esta es nuestra única vida, y no hay nada peor que ver fracasar anhelos y ambiciones.

No importa si no te gusta el teatro. Esta obra va más allá de Stanislavski, quien, por cierto, la dirigió con cierto éxito en el teatro de Moscú en 1900. Esta obra va de las vidas desperdiciadas, de la gente que habla sin saber de que está hablando. Y me parece, —Jorge Mañach estaría de acuerdo— que en Cuba tenemos más de un punto en común con este tema. No en balde la obra ha atiborrado la sala en cada puesta desde abril, su mes de su estreno (ha sido vista por más de mil doscientos espectadores).

Asusta un poco que los personajes de Chéjov, con vidas inútiles, tediosas y solitarias, personas incapaces de comunicarse entre sí y sin posibilidad de cambiar la sociedad en la que viven, encuentren cabida en Cuba, con su condición suprema de ser primer país socialista de América.

Pero no todo el éxito que ha tenido Tío Vania es mérito de Chéjov. Quien haya leído El jardín de los cerezos y Las tres hermanas, sabe que puede ser un escritor increíblemente denso (no por gusto lo llamaban “el cronista del tedio”). En cambio, el Tío Vania que nos presenta Carlos Celdrán encierra una versión contextualizada —y actualizada—, casi pudiera decirse que traducida, para el cubano de a pie, ese que pocas veces va al teatro.

El suceso que pone en marcha el drama de Tío Vania es la llegada de Alexander (Waldo Franco) y su esposa mucho más joven, Elena (Yuliet Cruz), a la finca donde vive Sonia (Yailín Coppola), hija del primer matrimonio del profesor. Junto con su tío Vania (el superlativo José Luis Hidalgo), Sonia administra el lugar. Ella está enamorada del doctor Mijaíl (un renovado Héctor Noas, que aprovecha al máximo sus cualidades histriónicas), quien a su vez está prendado de Elena.

Tío Vania, complejo, cambiante, auténtico productor de bienes, cuyas escenas cumbres son las borracheras, se opone al inútil fraude intelectual y personal del profesor Alexander, a quien admiraba como artista, y del cual se ha desilusionado al descubrir que es un fraude.

Hay mucho desengaño, y de amor no correspondido en Tío Vania. A diferencia de las telenovelas brasileñas, y en correlación con la vida misma, los personajes no siempre logran lo que desean: el amor no triunfa sobre las circunstancias; las circunstancias aplastan apoteósicamente al amor. Chéjov no cree en el amor. No deja que sus personajes lo degusten. Los deja viviendo en la desesperanza, hasta que esta se convierte en parte de su identidad. Si en Tío Vania el amor es aún buscado como una agencia de salvación, si sigue siendo pensado como un consuelo, la realidad es que la pérdida del amor, su ausencia o su derrota, el silencio en el corazón no aceptado, se han vuelto parte de la carga y del lirismo de la pena humana.

Para mitigar las penas, es bien sabido, funcionan pocas cosas. Una de ellas es el alcohol. Los personajes de Chéjov, al menos los de la puesta de Carlos Celdrán, lo asumen, y así, hablan al público, —muy brechtianamente— con una botella en la mano; lloran, hacen las paces, siempre tomando ron. Y sobre todo, se quejan: “Desde hace cincuenta años no hacemos más que hablar, hablar y leer artículos” y “Entre tantos mediocres uno termina volviéndose un mediocre”, dice Noas mientras escupe ron. Y otra vez sus actos mueren en palabras y sus gestos se quedan sin corresponder a sus deseos, y abre de un tajo la biografía de nuestras vidas, de las personales y de la colectiva; y en el tajo hay ideales perdidos y está Chejov, punzante, hiriente y cruel… y una pregunta: ¿qué coño…?


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Diany Castaños González

A aquella muchacha le gustaba acostarse soñando imposibles, hasta que despertó una mañana segura que, durante la noche, había dormido apoyando su cabeza sobre el ombligo de Adán.

Se han publicado 7 comentarios


ERGUI
 16/7/14 11:54

YULIET LA MEJOR DE TODAS FELICIDADES

TD
 16/7/14 11:53

PERFECTA OBRA

luli
 14/7/14 11:00

por las imagenes expuestas parece ser un buen espectaculo.a lastima q no podre disfrutarlo por q eso no llega a mi privincia.hay un elenco muy bueno felicito a su director.me gustaria poder disfrutar de la obra.saludos por fa alguien puede ayudar a los pinareños jaja

Raulito
 12/7/14 12:40

A mi me parece malena que la palabra coño iba ahi, que no se puede quitar y creo que le aporta mucho al trabajo.le da intensidad. no se le puede tener miedo a decir las cosas con enfasis y mas si lo llevan como es el caso de este comentario.

malena
 11/7/14 22:57

me parece q eso de coño esta muy fuerte

Jordi
 11/7/14 20:29

Qué fotos tan beunas. ¿Quién las tiró?

Andrés Yunior Gómez Quevedo desde FB
 11/7/14 16:26

 me encantó esta obra, Héctor Noas espectacular

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