viernes, 27 de septiembre de 2024

¿Qué es y qué no es la preservación digital? (+Video)

Mediante el archivado web, el depósito legal electrónico, la gestión documental electrónica, y con la digitalización, estamos generando una “nueva forma” de patrimonio que tenemos la obligación de preservar...

en Ministerio del Interior 04/12/2018
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Preservación de documentos digitales
Las colecciones digitales son una “nueva forma” del patrimonio a preservar. (Foto: Blog de la BNE).

Por: Isabel Bordes Cabrera

Con motivo del Día Mundial de la Preservación Digital hemos querido pararnos a pensar y explicar qué es la preservación digital, qué no es y de dónde surgió esta necesidad en las instituciones de la memoria

A nivel personal todos hemos perdido documentos digitales alguna vez: ese CD o memoria USB con fotos del verano que ya no se abren, ese ordenador que ya no lee DVDs, ese archivo de wordperfect que ya no hay manera de abrir o editar, ese archivo corrupto que no puede recuperarse, ese videojuego que ya no podemos disfrutar por no tener aquel comodore64 que era la delicia de nuestras tardes lluviosas…Los retos de la preservación digital han llamado a las puertas de todos, y ni siquiera la NASA es una excepción. Es más, la NASA fue una de las primeras instituciones que reaccionó al ver que los datos de las sondas Viking se habían perdido casi en su totalidad. Y eso que en su día pensaban que habían solucionado el problema en los años 90, transfiriéndolos de las cintas magnéticas originales a CDs. ¿Por qué? Porque los formatos ya no eran legibles y los programadores originales bien habían muerto o bien habían abandonado la NASA. Esto puso la maquinaria en marcha y la preservación digital se hizo un reto muy palpable para todos.

La preservación digital, no es un sinónimo de digitalización, es más, la digitalización o la simple posesión de colecciones nacidas digitales nos crea la necesidad de poner en marcha políticas, planes, medidas y herramientas de preservación digital. Medidas que, en definitiva, lo que buscan es garantizar la reutilización y el acceso a estos materiales a lo largo del tiempo, porque este es el objetivo de esta disciplina. Los retos y soluciones a implantar son tantos que cada vez más bibliotecas (fundamentalmente fuera de España) han apostado claro por montar equipos humanos especializados y con perfiles mixtos entre el bibliotecario y el informático tradicionales, pero centrados unos y otros en dar respuesta a los retos que se van planteando en la preservación digital.

Pero hagamos un poco de autorreflexión y viaje hacia el pasado reciente, e incluso al no tan reciente. Podríamos decir que la historia de la Humanidad bascula entre dos estados que se alternan de manera cíclica: la admiración por la realidad y la obsesión por fijarla o captarla para la posteridad. Y nos ha pasado con todo: la palabra, la imagen, la música, la Química, la Genética, la Biología… En lo que respecta a la imagen, desde que Nièpce lograra en 1826 fijar por primera vez una imagen fotográfica, se sucedieron las patentes para mejorar la reproducción de la imagen, para lograr emulsiones más estables y equipos y materiales más ligeros, para idear métodos de impresión fotográfica (iniciados por la fotolitografía). Con el tiempo, no sólo eso, sino que se logró que el mundo de la fotografía estuviera al alcance de todo el mundo de la mano de gigantes como la Kodak. Saltando en la historia, llegamos hasta 1957, un año en el que la obsesión por la captura y fijación de las imágenes llegó al mundo de los ordenadores, cuando Russell Kirsch logró la primera imagen digital gracias al primer escáner (el SEAC): una fotografía de su hijo Walden, de 3 meses. Esto, por supuesto, sería sólo el incipiente comienzo de la digitalización.

A finales de los años 90, principios de los 2000, la digitalización llamó a las puertas de las bibliotecas y demás instituciones de la memoria. Con proyectos más o menos ambiciosos, más o menos recursos, más o menos fortuna, comenzó la conversión masiva en ceros y unos, principalmente, de nuestras colecciones en papel. Esta conversión guarda una promesa de potencialidad, ubicuidad y permanencia que en más de un caso ha podido desencadenar una ingenua euforia. Lo digital nos abre las puertas a un mundo infinito de posibilidades. Las bibliotecas, los museos, los archivos nos hacemos omnipresentes e ubicuos “por arte del byte”. Sin embargo, como veremos más adelante, en más de una ocasión esta euforia pudo tener un cierto desenfoque inicial e impactado directamente a lo que hoy día entendemos como preservación digital.

Frente al optimismo del cambio, a la potencialidad del acceso siempre hay cierta oposición. Quizá como una manifestación más de la resistencia al cambio tan inherente al ser humano, pero también como la manifestación del miedo a perder lo que ya teníamos, y lo que ha demostrado perdurar miles de años: el libro en papel.  ¿Quién no ha visto las descarnadas tiras que el Roto ha dedicado a la digitalización y al libro electrónico?. En una de ellas un montón de libros le dicen a otros: “antes nos quemaban, ahora nos digitalizan”, y otro montón le responden “no es lo mismo”, recibiendo por respuesta un lacónico “ya veremos”.

A pesar de esta dualidad, nuestras instituciones lo tenían y tienen claro: hay que apostar por lo digital (no sólo por la digitalización), por la apertura del conocimiento, por la creación de bibliotecas digitales, virtuales, y por supuesto, por la reutilización de los contenidos digitales…

¿Y por qué hablo de desenfoque inicial? Porque, de repente, la digitalización parecía el maná, la panacea que de todo lo salvaba (ya no sería necesario servir en la sala el documento deteriorado, evitaríamos el problema del espacio físico en los depósitos), que todo lo podía (sustituir al original, preservar el original para siempre) y que sería un proceso que realizaríamos una vez y no más (como si no hubiésemos fotografiado, microfilmado antes…). Sin hablar de las infinitas posibilidades que brinda lo nacido digital que pronto vendría a unirse a nuestras colecciones a mediados de los años 2.000 (a través del archivado web, el depósito legal electrónico, la gestión documental…).

Con las colecciones digitales comienza nuestro diálogo con proveedores de software para poner en marcha las bibliotecas digitales; la definición de especificaciones y formatos de digitalización que siempre hay que actualizar; la elección de soportes de almacenamiento que corren el riesgo de quedar ilegibles en poco tiempo y sin razón aparente; la adquisición de equipos de almacenamiento, la digitalización, edición o lectura que están indefectiblemente unidos a la obsolescencia tecnológica programada; la posibilidad de pérdida de archivos por corrupción espontánea; la incompatibilidad de determinados software con determinados hardware; los virus informáticos que eliminan o encriptan archivos; los borrados (intencionados o no) de archivos… En definitiva, empezamos a ver que las colecciones digitales no han venido a salvarnos de los riesgos del papel, sino que (y a pesar de sus indudables ventajas), conllevan los suyos propios. De hecho, por poner un ejemplo gráfico, en el mundo digital el tradicional problema de espacio que las bibliotecas tienen con sus depósitos físicos no desaparece, sólo se transforma en problemas de almacenamiento en servidores. No hablamos de kilómetros lineales de estantería, pero a cambio hemos emprendido la interminable carrera de las potencias de diez (byte, megabyte, gigabyte, terabyte, petabyte…) y quién sabe si hay un límite al otro lado.

La realidad es que ya sea mediante el archivado Web, el depósito legal electrónico, la gestión documental electrónica, la digitalización, estamos generando una “nueva forma” de patrimonio que tenemos la obligación de preservar. “Un incunable digital” que necesita un enfoque PROACTIVO, distinto de la conservación preventiva del incunable en papel. Ya no bastan unas condiciones de humedad y temperatura constante y una reducción de la manipulación del ejemplar a preservar. Es más, una actuación de estas características nos abocaría a una pérdida asegurada de las colecciones digitales. Estos “incunables digitales” necesitan un enfoque activo de intervención sobre todo su ciclo vital para minimizar los riesgos a los que se enfrenta, para garantizar que lo que hoy es legible y perfectamente reutilizable, lo será también en el futuro. Todo lo que necesitamos hacer para lograr mantener la legibilidad y potencialidad de reutilización de lo digital es lo que conocemos como preservación digital. Una gestión que busca minimizar los riesgos, quizá no eliminarlos del todo, pero sí estar preparados para reaccionar ante un problema. ¿Por qué? Sencillamente porque ninguna colección digital (nacida o no digital) ha demostrado que puede sobrevivir más de 30-40 años, y no conocemos todos los problemas que, de seguro, nos vamos a encontrar en el camino.

El breve desenfoque del que puede haber gozado algún proyecto digital en sus inicios obliga hoy día a repetirnos a nosotros y nuestros gestores, como mínimo, tres mantras:

  • Digitalizar NO es preservar
  • Almacenar en servidores TAMPOCO es preservar (si bien todo sistema de preservación digital debe funcionar sobre sistemas de almacenamiento y debe mantener al menos dos copias geográficamente separadas)
  • La inversión en preservación digital es una inversión a perpetuidad. En el momento que una institución con colecciones digitales descuida este aspecto, se arriesga a su pérdida, a la pérdida de sus bibliotecas digitales, y a la pérdida de la inversión realizada esta última década en labores de digitalización, archivado web…
  • En la BNE la creación e implantación de políticas y planes de preservación digital son una realidad y se ha avanzado mucho. Siendo la responsabilidad directa del Área de Biblioteca Digital, en estrecha colaboración con la Unidad de Coordinación Informática, pues, como ya he mencionado, este es un tema a tratar conjuntamente entre perfiles informáticos y bibliotecarios. Eso sí, indirectamente es una misión en la que todos y cada uno de los departamentos de la BNE tiene su grado de responsabilidad e implicación.
  • Desde 2012 la BNE cuenta con un sistema de preservación digital. Este sistema se basa en el producto Libsafe desarrollado por la empresa española Libnova. Un producto que nació al abrigo del proyecto de digitalización masiva que dio lugar a la Biblioteca Digital Hispánica (BDH) y que en pocos años se ha convertido en líder en el mercado internacional. De hecho, ya son varias instituciones internacionales los que han apostado por él: Digital Preservation Network, British Library….). Este sistema, entre otras cosas permite chequear la integridad y autenticidad de sus colecciones digitales, auditarlas, protegerlas de pérdidas fortuitas, gestionar una migración de formatos de archivos en caso de que estos se quedaran obsoletos…etc. Desde luego, su implantación todavía no es completa y quedan muchos frentes de avance, en cualquier caso, se han empezado a dar pasos y es que, en un mundo tan complejo como este, donde no hay soluciones perfectas, ni está todo dicho, es mejor empezar a avanzar, y no aspirar a la solución perfecta. Si ese fuera nuestro motor, entonces correríamos el riesgo de quedar paralizados.
  • Por lo pronto, estén atentos a sus pantallas, porque en breve publicaremos nuestra política de preservación digital, una declaración de intenciones y objetivos que actualizaremos periódicamente y que busca fundamentalmente formalizar los principios y la hoja de ruta que guiarán nuestros próximos pasos. Y es que en el mundo digital, no basta con existir, además hay que contarlo. Como diría el pintor griego Apelles: “Nulla dies sine linea”, y yo añadiría, “Nulla dies sine linea digital”.


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Se han publicado 1 comentarios


LMSV
 4/12/18 8:48

excelente artículo, gracias a la autora por compartir tan importante reflexiones, muy a tono con la tendencia actual en cuanto a la gestión y manejo de la información digital

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