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sábado, 30 de noviembre de 2024

Ju(z)guemos…

Cuánta fragilidad emocional se percibe en un tribunal de Familia...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 21/04/2022
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Intimidades-21 abril-2022
Hay cada reclamo a la hora de dividir una familia. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

En los 22 años que llevo como jueza lego, nunca me había tocado ejercer en el mes de abril, así que estoy aprovechando la oportunidad para evaluar algo que leí hace poco: la gente tóxica aumenta su neurosis en primavera.

Si eso es cierto, un tribunal de Familia es buen universo para andar de detective sicoambientalista, y como en Regla se ven procesos de Guanabacoa y Habana del Este, tengo buen material para rebatir o sustentar la hipótesis.

Por razones obvias no puedo compartir muchos detalles de este juego de roles en el que veo a otros dirimir sus vidas mientras hago un repaso silencioso de la mía. Lo que sí puedo decirles es que la mayoría de las parejas llegan a un nivel de fragilidad emocional considerable cuando no piensan en un tren de aterrizaje legal desde que despegan vuelo en alas del amor.

En los divorcios y mediaciones por la custodia de los hijos, a las madres las pone muy nerviosas el tiempo que “permitirán” a sus críos estar con papá (como si fuera favor y no derecho), en especial si ya existe una nueva relación de cualquier lado, coeficiente nada despreciable en esa ecuación familiar.

Dan todo tipo de excusas para que el padre no venga, o venga sólo si ella está (y seguir pleiteando), o no aleje de casa al menor… Algunas ganarían concursos de irracionalidad porque van contra los intereses de quien debería ser lo más importante.

No aceptan, por ejemplo, que papá saque a su hijo o hija de la provincia, y por tanto no puede llevarlos a Varadero o a casa de los abuelos paternos. Otras invocan enfermedades crónicas del bebé (que tal vez heredó del padre o puede aprender a lidiar con ellas) y las hay que flipan para no alejarlos 15 días en vacaciones porque “va y el papá se emborracha…” ¡Como si no se vendiera alcohol el resto del año!

Por su parte a los hombres lo que suele sacarles la veta neurótica es la obligación de dar “alimentos” cuando la prole queda al cuidado de la madre. Y ojo, que ese sustantivo engloba, a efectos de la ley, todo lo que demanda un menor: comida, ropa, calzado, juguetes, estímulos, afectos, equipos…

Intenten poner valor monetario a todas esas necesidades a la luz de los precios actuales, y díganme cuánto cuesta mantener uno, dos, tres hijos hasta que se hagan de un oficio propio.

Cuánto de todo eso debería aportar el progenitor ausente, teniendo en cuenta que quien asume la guarda invertirá en esa misión casi todos sus ingresos de por vida, y además una alta cuota de tiempo, nervios y neuronas para educar, mimar, mantener higiene, llevar al médico, ir a reuniones de escuela, formar el carácter, crear rutinas, cumplir tareas extracurriculares…

Acá, a lo íntimo, me desahogaré un poquito de la ecuanimidad que me corresponde exhibir con la toga puesta: ¡Qué roñosos me están pareciendo algunos papitos en esta difícil primavera!

Uno dice que cuando tiene al hijo (fin de semana alterno) gasta mucho, así que no puede pagar una pensión de 800 pesos para que la madre encare su subsistencia el resto del mes… Otro se excusó en gastos religiosos para no dar un quilo a su prole por meses. Un tercero pretende pagar 300 pesos porque su bebé “apenas” gasta en culeros y papillas, y un cuarto falseó sus ingresos e inventó obligaciones familiares para no subir de 500, y vive en una institución que paga todos sus gastos y le da estimulaciones enjundiosas.

Ya no sigo la lista de ruindades. ¿Pa’ qué? Más allá de las cifras, está el hecho de que esos hombres y mujeres seguirán siendo familia en la distancia, y algún día se darán cuenta de lo pequeño que fue su corazón cuando le tocó multiplicarse para no dividir afectos y responsabilidades.

Por fortuna, la mayoría de los casos se resuelven con acuerdos entre las partes, tras intensa (y a veces extensa) reflexión de quien preside la sala, fiscales, representantes legales, especialistas en Sicología, incluso familiares, si hace falta. 

Cuando los implicados logran soltar lo que llevaban dentro; cuando se ven a sí mismos en el sensato reflejo de unos ojos extraños y entienden que está en juego lo más valioso para ambos, algo opera en sus mentes y aceptan ceder, aunque sea milímetros, en nombre del ser más importante en el debate, el que no suele estar ahí de cuerpo presente, a menos que sea perentorio escuchar sus deseos para sellar el juicio.

Hay otros casos interesantes este mes. Más adelante les cuento, cuando ya sean oficiales las sentencias y esté libre para opinar. De todos saco un aprendizaje para mi vida, o veo reflejadas historias que conozco en las redes del proyecto y entiendo cuánta falta hace promover más cultura jurídica.

Al menos no he visto gente tan loca como mi madre, que al divorciarse le dejó a mi papá la casa para compensarlo porque ella se quedaba con los niños, y a la vuelta de 40 años ambos reprochan que cada cual “echó a perder” sus respectivos patrimonios.

¿Qué hubiera sido de mi familia de invertirse la distribución? Ese es un juego demasiado peligroso en el que mejor no me arriesgo a apostar…


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...


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