Hace poco más de un año, abordamos el tema de la formación de los precios, una locura que hasta el momento la ciencia y la técnica no han logrado enderezar, aunque le tienen la vida torcida hasta a los más ignorantes de la materia.
En el último incremento de pensiones para quienes recesaron su vida laboral, hubo quienes vaticinaron que en la misma medida aumentarían los precios de los productos que consumían o que pretendían adquirir.
Alguien que a juzgar por sus palabras, había laborado en la esfera de la economía en su juventud, durante una de las tertulias en el portal de la bodega La Segunda, sentenciaba que para entender el asunto de los precios no bastaban las ciencia de la economía.
Realmente, ante la espera de un pan que no llegaba, la amenaza de una llovizna y los truenos, es posible que no todos hayan prestado suficiente atención a razonamientos basados en saberes y experiencias del octogenario.
Hace pocas horas, reafirmé lo complicado del tema, al escuchar cómo un comercializador de los clasificados como carretilleros, explicaba a una persona de avanzadísima edad, por qué había aumentado el precio de los plátanos si él era el que más barato vendía en la zona.
Según lo escuchado en el diálogo, no había aumentado el costo de ir a abastecerse ni de trasladarlo, todo se mantenía exactamente igual que la semana anterior en la que según confesiones del comerciante, había más clientes.
Admitía que ahora demoraba mucho más en vender, pero razonaba que de todos modos, él tenía que estar allí estacionado, aunque como le dijeron, los carretilleros no son para estar estáticos, sino que deben moverse por todas partes.
Le recomendaron trasladarse de un sitio a otro como está normado, consejo que desestimó por innecesario porque eso sería si se tratara de un producto con grandes existencias, pero ante la escasez él no tenía que buscar clientes, sino esperarlos.
Sin dudas, el autor de estas líneas llegó tarde al diálogo, por lo cual se vio en la necesidad de inmiscuirse en la conversación y hacer que se volviera a tratar el tema de las causas de la subida de precios hasta ponerlo como en todos los puntos de venta.
El auditorio, que ya había escuchado antes la explicación, guardó silencio, y se fueron dispersando hasta dejarme solo con el carretillero que exponía con sus palabras los parámetros y situaciones tomadas en cuenta para elevar el precio.
Comenzó por decir que él no había subido el precio, sino que lo puso al mismo nivel que sus colegas, aunque hizo la observación de que algunos, en determinados horarios los ponía aún por encima de como habían estado durante el día.
Trataré de transcribir textual:
La gente espera a que sea casi la hora de cerrar porque piensan que a esa hora estamos desesperados por vender antes de que se echen a perder las viandas y las hortalizas, y entonces se les bajan los precios para salir de ellos. Ya no bajamos precios, sino que los subimos porque el que llega a esa hora está desesperado porque no tiene ya otro lugar a donde ir.
Y yo puse los precios que tienen todos porque ya los otros carretilleros venían a comprarme a mi para después revender al precio que está en todas partes, y para evitar que los revendedores tengan esa ganancia, se lo subo yo y gano yo.
Mira, a mi no me gusta abusar, pero…
No caben dudas de que el costo de estos procedimientos es alto para la sociedad, y hay que detenerlos a cualquier precio.
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