El Reguetón ha sido sometido a un proceso de asepsia, de interesada “limpieza” y amoldamiento. Su comercialización ha estado correlacionada con la dilución de sus raíces étnicas, sociales y políticas. Pasó de ser una contracultura marginal a un fenómeno mainstream global, en un proceso gradual. Con operaciones que informan de una guerra cultural más extensa y profunda. De la instrumentalización del género por parte del Hegemón que dicta el patrón emotivo y conductual con el que se debe mover la Aldea Global. Para la subordinación de la mayoría a ese ritmo, a ese ordenamiento y rejuego, reproducido y amplificado desde su poderoso sound system.
De “blanqueamiento” étnico, por una parte. De negación de su herencia negra, con una sistemática marginación y eliminación de las voces y fisonomías afrocaribeñas. Basta observar las listas de éxitos de música urbana latina de los últimos años, para constatar que la industrialización del género ha estado relacionada con un alejamiento de su herencia negra. Los primeros puestos de estas listas, lo ocupan hoy exponentes de piel clara, como Bad Bunny, Maluma, Karol G y J Balvin. Salvo excepciones como Don Omar y Ozuna.
Por otra parte, su masificación ha estado manifestada por la desconexión del sentido de clases, de todo pathos disruptivo o rebelde que pudo albergar. La aniquilación de aquel discurso social que lo caracterizó inicialmente, como la voz de una “minoría” que era realmente la mayoría marginada. Y con ello, la banalización de sus mensajes, la reducción temática, el uso y abuso de los mismos tres temas: sexo, mujeres y fiestas. Con unos videoclips cargados de ese entretenimiento hedonista, de lujos y traseros carnosos, casi pornográficos.
Se fue vaciando de contenido crítico o antisistémico. Como aquello que en plena época del "Underground" cantara un dúo como Maestro y Especialista, en el tema "La Escuela" (1994): "La escuela de la calle no tiene pizarra / Aquí se aprende a sobrevivir o a fracasar".
El reflejo de la precariedad y el régimen de exclusión en el que sobrevivían los más pobres, que los compulsaba a recurrir a la economía informal o a implicarse con el tráfico de drogas. En temas como "Salte del Medio" de Baby Rasta & Gringo, se hablaba: "En la calle me críe, aquí me voy a morir / Si no vendo pastillas, ¿de qué voy a vivir?". Y en "Traficando con Peso" (1997), Don Chezina rapea: "No es por maldad, es necesidad / El sistema me obligó a camellar".
Un enfoque distinto al de Daddy Yankee en "Barrio Fino" (2004), donde si se hace un retrato del caserío se tiende a culpar a las personas, no al sistema. Así en "Corazones", al hablar de la violencia plantea: "En el barrio no hay amor, hay corazones de piedra / La envidia mata más que un AK-47".
Manteniéndose, intencionalmente, en lo que se comercializa por las plataformas de las élites, reductos de lo “obsceno” y “vulgar”, como marcas útiles para la estigmatización excluyente de los solo aptos para “perrear”, como una especie de cercas léxicas para controlar al “corral”.
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La globalización del género comprendió - y con las mismas pretensiones- la socialización de una determinada narrativa y una matriz de significación. El triunfo del que parece más cerca de Dios y más lejos de África/Pobre; del más presto al desarraigo y a acatar el evangelio del Dios Mercado/Rico. Con una estrategia “afinada” en el laboratorio boricua. Entiéndase, como un ejemplo, una sobrexposición protagónica de Daddy Yankee y un eclipsamiento de Tego Calderón.
Para autores como JuanGa el momento clave en el que el estilo pasó a convertirse totalmente en un nuevo género “…es cuando Maicol & Manuel, en un estudio, cogen a […] Tego Calderón, y lo ponen en un experimento dentro de un beat del reggaetón”. Por primera vez el beat del nuevo género era explícito y estaba acompañado de letra y contenido social, consolidando así lo que pasó a llamarse reggaetón. “Y ahí es que pasa el fenómeno. Dos productores metieron esa lirica en la pista y de ahí todo cambió para siempre”.
El nacido en Santurce, el 1 de febrero de 1972, bebió de muchas fuentes. Hijo de un saxofonista de jazz, se mudó a una edad temprana para Miami, donde entró en contacto con varias culturas. Con el tiempo, estudió percusión y se incorporó a una banda de rock, como baterista. No ha de no extrañar que diga que le gusta "todo tipo de música".
Al regresar a su patria se vinculó con el Undergroud y en 1996 difundió la canción “Me toca a mí”, aun bajo el alias Tego-Tec. En 1998, cambió su nombre artístico a Tego Calderón y colaboró con artistas como Eddie Dee, quien lo apoyó y lo invitó a participar en varios álbumes y sencillos entre 1999 y 2001, como El terrorista de la lírica y Boricua N.Y.
En 2002, Tego Calderon lanzó el disco El Abayarde, que incluía éxitos como “Pa' que retuerza” y “Niña Bonita”. El álbum hizo que el Reguetón llegara a cada esquina de Puerto Rico. Según Juanga: “Los dos o tres reggaetónes que metieron en el disco, fueron los primeros temas que llegaron a las discotecas y que ponían a la gente a bailar cantando temas sociales”.
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Tego no solo había indagado sobre su negritud, sino que sentía orgullo por sus orígenes. En una de las canciones, en “Loíza” canta: "En Loíza se siente la raza / Donde el tambor no se calla / Donde la piel morena no es desgracia". El mismo de ha descrito como "el campeón del reggaetón de una estética afro-caribeña y de la clase trabajadora".
Su infancia estuvo impregnada de las vivencias en Loíza, por las actividades socioculturales de herencia africana que sucedía en el barrio: “Constantemente estábamos en Loíza… Mi papá siempre nos llevaba a Loíza. Íbamos a los bailes de bomba, bajábamos los santos siempre [en alusión a la fiesta de Santiago Apóstol en la que proliferan la música y los bailes de herencia africana]”. En esta misma línea él mismo afirma que su producción musical está influenciada por “la música afroantillana que me inculcaron mis viejos de bien chamaquito. Yo te estoy llorando, pero mis viejos siempre me tenían en mi casa, en Loíza escuchando bomba e Ismael Rivera”
Eso explica la presencia constante en su repertorio de los ritmos afrocaribeños. En El Abayarde incluyó dos interludios, la pista 6 y 9, que son pura Bomba. También incluye el tema “Loíza”, que es una fusión de música urbana con elementos propios de la Bomba.
Pedro Clemente, quien fue organizador del Festival de Bomba y Plena, en el 2015, comentó que Tego siempre ha utilizado la bomba y el tambor en su repertorio y que son como su bandera, “son parte de su formación artística, él viene de ese género y lo defiende. Y dentro de ese género el único que lo hace es él”.
Lo mismo considera Maricruz Rivera-Clemente, fundadora de Corporación Piñones se Integra, una organización comunitaria con sede en Loíza. “Hay muchos artistas de reggaetón que han integrado la bomba, y eso es porque reconocen las raíces”, explicó a Rollingstone. “Recuerdo que Tego Calderón hacía esto, y fue vital para todo el género de la bomba y del reggaetón”.
Rivera-Clemente considera que, además de compartir elementos instrumentales, la Bomba y el Reguetón también comparten raíces ideológicas. "Provienen de la lucha, de espacios donde no somos reconocidos", afirma. "En sus orígenes, el reggaetón se trataba de denuncias y quejas contra un sistema económico y político que excluía a los jóvenes que hacían música".
Ivy Queen, ha recordado las críticas que recibió Calderón debido a su imagen. "Se llevó todas las críticas, con su afro y su estilo".
Calderón fue extremadamente franco al reflejar en sus temas las experiencias de vidas de los afropuertorriqueños. En su exitosa canción "Loíza", abordó sin rodeos el racismo que enfrentan los boricuas de piel oscura:
“…cambiaste las cadenas por esposas/ no todos somos iguales en terminos legales/ y eso esta probao en los tribunales…”
“Nunca va haber justicia sin igualdad/ maldita maldad que destruye la humanidad/ porque protesta, va a quitarme la libertad/ si yo no reconozco su autoridad…”
Y en "Pa' Que Retozen" (2002), relaciona estos prejuicios hacia las comunidades negras con una de sus manifestaciones más violentas, la brutalidad policial: "Los pacos me paran aunque yo no esté haciendo na’ / Me ven moreno y piensan que soy de allá abajo".
Para Maidel “La Sista”, Tego Calderón “era la voz de todos los puertorriqueños negros". "Fue una gran influencia para mí. Aunque no es de Loíza, me motivó a compartir lo que significa ser loíza", reconoció esta otra pionera del Reguetón.
“Canales creció en Loíza, un enclave costero afropuertorriqueño con una rica historia musical que comenzó mucho antes de la llegada del reguetón. Es la cuna de la bomba, una tradición musical traída a la isla por los africanos esclavizados por los colonos españoles. Las poblaciones esclavizadas de diversas tribus usaban la música y el baile de la bomba como medio de comunicación cuando se les prohibía hablar entre sí en los campos azucareros. Hoy en día, el género continúa prosperando como una forma de expresar la identidad negra en Loíza”, se plantea en el artículo de Neena Rouhani.
“La Sista” se refirió a la fiebre del reguetón se vivía en los noventa. “Todos en Loíza querían ser reggaetoneros”. Ella misma, con solo 16 años, formó junto a su hermano mayor el dúo de rap “Los Brothers”, que actuaba en las barriadas humildes de Loíza. También de la historia que se olvida y el papel que jugaron los afrodescendientes en el Underground y el Reguetón.
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Negación que sufren por partida doble las mujeres. A Ivy Queen se la suele aclamar como la " Reina del Reggaetón ", pero no han faltado otras más relacionables con Europa, o con el colonizador, que hayan pretendido destronarla. Por demás, “la caballota” es solo una pieza de un panorama más amplio y vibrante de numerosas pioneras afrocaribeñas, con sus historias de empoderamiento que a menudo se pasan por alto. Mujeres como Lisa M, La Sista, La Atrevida y Glory que contribuyeron a la singularidad del género.
Dos años después de publicarse El Abayarde, se suscitó un hecho importante en la deriva del Reguetón. La salida de la canción “Gasolina”, en noviembre de 2004. Un parte agua en el devenir del género, marcó su tránsito hacia La Industria, del caserío marginal al “barrio fino”, de ser contracultura a convertirse en cultura de masas.
La fama de Daddy Yankee creció exponencialmente, en cuestión de meses. Lo que impulsó a más personas a incursionar en el género. Ya no como expresión popular, ni para ser la voz de los caseríos, sino como un medio para prosperar. Se convirtió en el “negocio de la música”, como aun le llaman sus exponentes. Fue así que el mensaje social pasó a segundo plano.
Se sustituyó el patois por el inglés. La búsqueda de la singularidad por la re-producción de estereotipos "exóticos". Y la rebeldía, por el reciclaje de fórmulas exitosas. Se “popizó” su estética, con sonidos más "pulidos" y coros pegadizos. Las letras se suavizaron, con menos crudeza callejera y más hedonismo fiestero, para evitar censuras y llegar a MTV. Todo, por entrar en los circuitos más comerciales y rentables. Tal cual le dictarían los que más sabían en esos menesteres de crear marcas y venderlas.
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Se dice que fue en barco propio, El Cartel Record, pero la brújula tenía otro norte, marcado por el Norte Económico y Subjetivo.
En 2005, Daddy Yankee estableció un acuerdo de distribución global con Interscope Records, sello del poderoso Imperio de Universal Music Group. Interscope distribuiría en EE.UU. y Europa el disco Barrio Fino en Directo (2005), que incluía éxitos como "Gasolina" y "Rompe". Este hito marcaría la entrada del Yankee y del Reguetón a la industria musical mainstream de EE.UU.; fundamental para su internacionalización.
"Este acuerdo no es solo para mí, es para todo el género. Ahora el mundo sabrá que el reggaetón es cultura", declaró entonces quién sería declarado "El Rey del Reggaetón".
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Por primera vez, un artista del género firmaba un contrato con una major estadounidense, que facilitaría su presencia en radios, TV y revistas de impacto global. Les aseguraría giras internacionales y colaboraciones crossover con otras marcas posicionadas y angloparlantes, como Snoop Dogg ("Gangsta Zone") o Fergie ("Impacto").
Por entonces, el CEO de Interscope Records era Jimmy Iovine, una figura legendaria en la industria musical y cofundador del sello en 1990. En esa época, Iovine no solo dirigía Interscope, sino que también supervisaba su fusión con Geffen Records y A&M Records bajo el paraguas de Universal Music Group. Lo que iba a emprender con el Reguetón lo había hecho antes con el Hip-hop y con el Punk. Y el “afinamiento” al que sometería a Daddy Yankee, lo había experimentado previamente con 50 Cent y con Black Eyed Peas.
De hecho, Interscope fue criticada en su momento por el pretendido “Blanqueamiento” del Hip Hop, al posicionar a Eminem, una figura "más vendibles" para audiencias blancas y occidentales, marginando a artistas negros y más auténticos. Vaciando al Rap de su mensaje social original. Suplantando su discurso de protesta por letras despolitizadas o con temas de lujo y violencia estilizada ("gangsta rap").
De la misma manera operó con las bandas de Rock Alternativo y Punk que firmaron con el sello, como Marilyn Manson, Blink-182 y Nine Inch Nails. Con relación a esta última se denunció que la presionaba para suavizar las letras controvertidas y garantizar versiones "limpia", radiofórmulas, como hicieran con el tema “The Downward Spiral". Lo que hizo el sello fue vender la imagen "rebelde" del Punk o el Metal industrial como una moda comercializable, anulando sus críticas antisistémicas.
Iovine era un experto en tales operaciones de extractivismo cultural. En identificar nichos underground, firmar con sus líderes y rembolsarlos para su consumo masivo. Desconectándolos de sus comunidades y activismos originales, priorizando el lucro sobre la autenticidad. Es un lobo, al que solo el importa su ganancia, la cara que alumbra a él y a los de su clase. Bajo su liderazgo, Interscope fue criticado por tener una directiva mayoritariamente blanca y masculina, relegando a mujeres y personas de color a roles secundarios. Como fue señalado por priorizar fórmulas comerciales, de que su enfoque lucrativo contribuyó a la homogenización del sonido global y a la marginación de los géneros contraculturales.
Suge Knight, cofundador de Death Row Records, acusó a Iovine de explotar el Hip Hop sin entender su contexto social. Y Residente, un exponente de esa subcultura que le salió como una ramita al Reguetón industrializado, lo denunció en “Somos Anormales", criticó a Interscope por "blanquear" el Reguetón.
¿Qué otro rumbo distinto se podría esperar del Reguetón? ¿Y cuál otra la narrativa, sino la que reniega de sus abuelos?
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