Justin Bieber es un “famoso”, y como tal paradigmático. Cumple con casi todas las constantes identificadas por Jon E. Illescas para estas “celebridades”, marionetas manufacturadas por los mandamases de la industria musical dominante. Para estas élites, mientras más pobres, desarraigados y frágiles psicológicamente sean los prospectos a “estrellas”, más manipulables y útiles, mejores instrumentos del “aparato cultural” que condiciona el “orden estatal”, más eficaces propagandistas de los mitos del Capitalismo y rentables reproductores de la ideología neoliberal.
Bieber, nació en Londres, al suroeste de Ontario, Canadá. Creció en Stratford, una pequeña ciudad del mismo estado, en un entorno humilde y en una familia desestructurada. Pattie Mallete, su madre, sufrió de abusos sexuales desde niña; esto la llevó a la drogadicción, incluso intentó suicidarse. A los 18 años salió embarazada de Justin y pocos después de parirlo, su pareja los abandonó.
La industria descubrió a la futura estrella canadiense mediante unos videos que subía Mallete, en los que el adolescente imitaba a grandes estrellas del pop. Fue Scooter Braun quien tiempo después Scooter se convirtió en su manager y junto con Usher firmaron al cantante. Para el verano de 2009 publicó su sencillo “One Time”. Un año después, se publicó su primer álbum de estudio “My World 2.0”, que incluyó el tema “Baby”, convertido en el video musical más visto de YouTube de aquella época.
Comenzó a ser célebre siendo un adolescente. Sintiéndose un dios, en su carrera hacia la adultez se ha visto en problemas legales en diferentes países, ha sido detenido por conducción temeraria y consumo de drogas. Hoy es el “Maestro” de millones de bieliebers, seduciéndolos con su adoración al dinero, sirviendo, con grandes dividendos, a las elites que construyeron su fama.
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No hace falta que vote por este u otro partido en Canadá o que se niegue participar en la campaña por la presidencia de un candidato en el país donde tiene su mayor mercado. Su impacto en lo político radica en su comportamiento publicitado, en lo que postea en sus redes sociales y en los mensajes que trasmiten sus videoclips. Hace mucho que Justin Bieber tomó partido con la minoría poderosa que corta el pastel, con el partido de los ricos, sea consciente o no. Al esparcir el mito de que todos puedes ser rico, al reproducir la racionalidad neoliberal de que todo vale y vale todo para aumentar el valor de cambio de su mercamusica y de su marca registrada. Incluso convocar a sus seguidores a hacer trampas para colocar sus temas en el ·#1.
Eso hizo cuando lanzó “Yummy”, a inicios del 2020. El sencillo no era solo la nueva canción del “rey de Spotify”, sino que representaba su regreso al mundo de la música; después de haber estado tres años apartado de los escenarios y luego de cinco sin lanzar un álbum. Se dijo entonces que por una depresión, una crisis de ansiedad y la enfermedad de Lyme que estaba padeciendo. Entonces era una de las personalidades más seguidas en las redes sociales dominantes, solo en Twitter superaba los cien millones de seguidores.
Al tema, al video y al marketing para su posicionamiento, no les faltó la polémica que siempre lo acompaña, para serel foco de titulares y memes, para provocar reacciones.
La excesiva promoción de "Yummy" incluyó el lanzamiento de ediciones limitadas autografiadas, incluyendo un casete, un disco de imágenes de siete pulgadas, seis CD únicos y cinco discos de vinilo únicos de siete pulgadas, disponibles por solo 24 horas.
“Yummy” no dejaba de reproducirse tantos en las plataformas digitales como en las emisoras de radio. En Tik Tok, fue uno de los temas más bailados. El propio Bieber compartió un video en la plataforma favorita de la Generación Z donde se veía sincronizando los labios con la canción y alentaba a sus fanáticos a hacerlo también.
El artista y su equipo ambicionaban la cima y, sin pudor, optaron por unas “trampitas”. A través de unas publicaciones en redes sociales que luego fueron compartidas por Justin Bieber, se instaba a los millones de seguidores del cantante a que llevasen a cabo algunas triquiñuelas para sumar las reproducciones, e inflar las estadísticas. “Justin realmente quiere ese número 1 y está muy entusiasmado con la canción, como dijo ayer en un programa en directo”, empezaba el post. “Si no quieres hacer nada de lo que digo a continuación, está bien igualmente, solo ignora esta publicación. ¡Estos son consejos para aquellas personas que realmente quieren hacer un esfuerzo extra por su artista favorito!”, continuaba. A partir de aquí se daban las instrucciones para que Yummy llegase al número 1, de sí o sí.
Se convocaba a crear listas de reproducción en Spotify sólo con la canción de Yummy y dejarlas sonar durante toda la noche. Otro truco era comprar la canción varias veces a través de Apple Music, en iTunes y en la tienda en línea de Bieber. En el caso del videoclip, la trampa era poner un enlace en Twitter, en vez de hacer retuit. El cantante también compartió un conjunto de imágenes creadas por fans en Instagram, que detallaba las instrucciones para los fanáticos sobre el uso de VPN mientras transmitían el tema. Por Twitter, el influencer afirmó que no podían escuchar la canción a bajo volumen porque si no, no contaba como Streaming
Más allá de estas publicaciones de Instagram, también apostaron por otra métrica que cuenta para la ubicación de Billboard: YouTube. Para capitalizar play en la plataforma de video publicaron siete videos diferentes para la canción, entre ellos: "Versión animada", "x drew house, versión animada","Beliebers React","Fan Lip Sync", "Food Fight "y "TikTok Compilation Video". Además, lanzaron un juego oficial titulado "Yummy".
El intento “directo” y público de inflar artificialmente los números de transmisión contradecía la lista de mejores prácticas firmado meses antes por los principales conglomerados discográficos. Incluido el poderosísima Universal Music Group, propietario de Def Jam Recordings, el sello discográfico de Bieber.
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Se manejó por aquellos días que tales tácticas son algo habitual en casos de artistas como BTS o Harry Styles, con fanáticos muy jóvenes que se organizan para llevar a cabo tales acciones que encumbren a sus ídolos, lo más rápido posible. Lo que nunca se había visto era el propio cantante promoviéndolas. Aunque los posts desaparecieron a las pocas horas, dejaron en evidencia su desespero por subirse a lo más alto.
“Bieber no está haciendo nada nuevo al promocionar Yummy, él está empleando descaradamente las mismas estrategias que otras personas han usado e intentan ocultar. La verdad, todo esto no tendría tanta bulla si la canción no fuese tan mediocre”, comentaron en la famosa revista Forbes. En el artículo también se decía: “Yummy” pertenece al género R&B y se sabe que es el sencillo líder de su nuevo álbum musical; la parte buena del asunto es que la canción obtuvo muy buenas posiciones en las plataformas de streamings y ha tenido un éxito respetable, pero no al que estamos acostumbrados a ver en la carrera de Justin Bieber”.
El famoso y su equipo hicieron de todo con el fin de inflar las transmisiones de Spotify de Estados Unidos, el de mayor impacto en la lista Billboard Hot 100. Sin embargo, "Yummy" debutó en el número dos en la codiciada lista de Billboard, el número uno fue para "The Box" de Roddy Ricch. El “rey”, un esclavo de estas listas, felicitó públicamente al “triunfador”.
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