miércoles, 25 de septiembre de 2024

Una Revolución siempre joven y rebelde

Inicia el 2022, Año 64 del Triunfo de la Revolución, cuyo ejemplo hace posible hasta lo imposible, con sus jóvenes a la vanguardia...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 01/01/2022
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Jóvenes-trabajo voluntario
En la juventud cubana está el futuro de la Patria.

El ansiado 2022 llega por fin, tras 12 meses llenos de retos y obstáculos que pusieron a prueba la capacidad de resistencia de los cubanos.

La Cuba soberana e irredenta arriba al aniversario 63 del triunfo de su Revolución, hecho histórico sucedido aquel 1ro. de enero de 1959, y nuevas expectativas se abren para su pueblo, que tiene en los jóvenes a su baluarte más fuerte y en los barrios de gente humilde a sus principales defensores.

Cerramos un año largo, terrible. Un virus nos mantuvo en aislamiento, pero logramos sentirnos, aún en la distancia, más cerca que nunca. Experimentamos miedo, angustia, dolor, incertidumbre. Lloramos, aplaudimos a nuestros médicos, nos ayudamos. Le dijimos adiós a seres amados. Los despedimos en silencio. Crecimos. Nunca nos pasó tanto en tan poco tiempo. Y aquí estamos.

Y, en ese aprendizaje, la estatura de nuestros jóvenes fue inmensa de grande. Los vimos en centros de aislamiento, en la zona roja, dirigiendo hospitales de campaña y, sobre todo, haciéndonos ver que en ellos está el alma de la Patria, su perdurabilidad, su continuidad.

Ellos son el futuro, pero, sobre todo, el presente; los guerreros del hoy y del mañana. Esa juventud alegre, pero profunda, como pedía el Che, dispuesta siempre a librar las nuevas batallas que nos esperan.

También entre los grandes, marchó adelante, en esta batalla contra un adversario microscópico, el personal de la Salud. El incondicional ejército de batas blancas salvó a miles de compatriotas a lo largo de nuestra angosta geografía insular y a decenas de miles más allá de nuestras fronteras.

Los eternamente jóvenes enamorados de su profesión, fueron modelos de esa ética altruista de darse a los demás, de consagrarse al prójimo solo por la satisfacción de disfrutar de la cándida sonrisa de un niño, del agradecimiento de una madre, del abrazo paternal de un abuelo; en fin, del deber cumplido.

A todos ellos les debemos el respiro de estos meses de tregua epidemiológica, y a los científicos cubanos, los Carlos J. Finlay del presente. Gracias a quienes dedicaron su vida a salvar la nuestra, hoy Cuba tiene sus vacunas. Nuestro pequeño archipiéalgo bloqueado y pobre, ostenta el honor de ser el primer país de Latinoamérica en obtener y producir sus inmunógenos contra la terrible COVID-19 y la primera nación del mundo en aplicar con éxito la vacunación masiva a menores de 18 años. Estos son los tozudos hechos, como afirmaba Lenin, y contra ellos nada se puede.

En el año que dijimos adiós hace apenas unas horas, con muñeco quemado incluido, pudimos también ganarle la batalla ideológica a nuestros enemigos de siempre, quienes pensaron que con tanto agobio y necesidades iban a darle la estocada de muerte a la Revolución, pero de nuevo, como tantas veces antes, volvieron a equivocarse, y en esa victoria, a la vanguardia estuvo nuestra juventud.

Esa misma juventud que hoy se siente continuidad de las generaciones que le precedieron. De esos jóvenes que acompañaron a Carlos Manuel de Céspedes en su levantamiento armado el 10 de octubre de 1868, de los “pinos nuevos” de la Revolución de José Martí en 1895; del Julio Antonio Mella que predijo que “todo tiempo futuro tiene que ser mejor” y de la Generación del Centenario que, con Fidel al frente, asaltó el Moncada en las acciones gloriosas del 26 de julio de 1953.

Y en esta nueva guerra, esa denominada de cuarta generación, que es también una guerra de símbolos, Cuba se levanta con sus jóvenes en la primera trinchera del deber.

En el quinto aniversario de su paso a la inmortalidad recordamos a Fidel y volvimos a ratificar que todos somos eso: somos Fidel. Hijos agradecidos y seguidores de sus enseñanzas. Con una dirigencia renovada que asumió el liderazgo, pero mantuvo enhiestas las banderas del Socialismo y se probó, con creces, en el combate, tanto en lo ideológico, como en el frente económico.

El 8vo. Congreso del Partido ratificó la senda de lucha y sacrificios que señalaron tantos hechos gloriosos que nos precedieron, y probó que el camino de la construcción del Socialismo sigue siendo ignoto y lleno de riesgos, pero es el más humano y esperanzador para el mundo convulso que vivimos.

Los 12 meses por venir tampoco serán fáciles, pues contra nosotros sigue pesando el duro fardo de un bloqueo recrudecido y una pandemia que no oculta sus intenciones de seguir marcando la dureza de estos tiempos, con una cepa, quizás, menos agresiva que la Delta, pero de mayor transmisibilidad.

Pero cabalgar con el ejemplo de Fidel, con el ¡Sí se puede! de Raúl y con las ideas renovadoras de continuidad que conduce Díaz-Canel, será siempre un antídoto indestructible contra cualquier intento de dividirnos.

Félix Varela, el precursor de las ideas independentistas, en sus famosas Cartas a Elpidio, refiriéndose a los jóvenes, aconsejaba: “Diles, que ellos son la dulce esperanza de la patria, y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impieda”.

José Martí confió en la fusión generacional, en esos “pinos nuevos” encargados del renuevo y la continuidad de las ideas.

Y Fidel, ese gigante moral, afirmó con total justeza y transparencia que si se perdía la juventud, se perdía la Revolución, pues, como el Che, era un convencido de que la arcilla fundamental de la obra estaba en esa juventud.

En los jóvenes seguimos confiando. Los veremos de nuevo en los barrios, en la lucha, aún inacabada, contra la COVID-19, en las labores agrícolas, en escuelas, en hospitales, en centros de producción; en fin, en cada tarea que emprenda la Revolución, esa Revolución siempre joven y rebelde, que tiene en ellos, el bastión inexpugnable de la Patria.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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