En el Cuartel de la Montaña, en Caracas, desde hace un año yacen los restos de Hugo Chávez, el comandante de los venezolanos. Lo que antes fuera su comandancia durante el levantamiento cívico-militar del 4 de febrero de 1992, sigue siendo hoy un hervidero de gente, un lugar de encuentro para sus seguidores, tierra de peregrinación y estímulo para seguir su lucha...
A las 4 y 25 de una tarde gris, aquel 5 de marzo, su corazón venezolano dejó de latir; sin embargo, su luz sigue viva en la calle, en las personas, en todos aquellos que encienden sus ojos cuando se le nombra. Doce meses que no han sido fáciles para su pueblo fiel, que tuvo que superar el duelo para enfrentar una durísima guerra económica, dos elecciones, incluida una presidencial apenas un mes después de su partida, y la guarimba de quienes desterraron la democracia de su lenguaje y apuestan por la violencia para hacerse con el poder.
En la Venezuela de Chávez, hace apenas unos días, conversé de nuevo con una venezolana a la que conozco desde que pisé estas tierras por primera vez. No sé sus apellidos, pero sí su nombre. Ella es Maritza, trabajadora de Barrio Adentro por varios años por lo que un cubano es como un “confidente” y nunca tiene miedo de dejar escapar sus sentimientos ante los amigos. Hablamos de todo un poco: de la situación del país, de la vida, hasta que salió el tema que la apasiona: “Chávez es más que un cuerpo”, me aseguró.
“Ese carajo nos cambió la vida a todos y se fue como mismo llegó, como una sorpresa, y para que vuelva a haber otro así pasará mucho tiempo, al punto que ni tú ni yo lo veremos, pero ahí está Maduro, con él vamos porque la lucha sigue”, augura Maritza, para quien estas palabas no son consigna vacía, sino su sentimiento y acción diaria. Hay que verle solo los ojos para darse cuenta de que sus palabras salen desde lo profundo.
A Hugo, el amigo, le hemos llorado, incluso, cada vez que una conversación termina en la calle Chávez, alguna que otra lágrima vuelve a salir. Así como vi a Maritza enjugar lágrimas, he visto a otros tantos. No importa que sean hombres curtidos por el campo o la lucha. El corazón es más fuerte, la espiritualidad de Chávez es muy grande, caló hondo, por lo que su huella no se puede borrar en apenas un año, porque él está por todos lados.
La imagen de Chávez y sus ideas está todos los días en las calles. Lo he visto en murales, pintado por los jóvenes luchadores sociales; en un viejo cartel —inmenso— de la campaña electoral de 2012 que flanquea una autopista, desde donde mira sonriente, como recordando que su vida fue dar felicidad a la mayoría; está en el himno nacional que él mismo canta y que pasa la televisión al final de su programación; en el pulóver de un niño o la mochila de un joven.
Hugo Chávez ha devenido en un símbolo, como la mítica imagen del Che tomada por Korda. Pero esta vez no es un ícono, son varios: sus ojos, el perfil de su cara, la imagen del abrazo a una anciana, su firma la “raboecochino” como el mismo le decía. Es que el presidente de los venezolanos pasó de la lucha militar y política al corazón, porque hizo mucho por un pueblo lleno de carencias.
Cuando se camina por el centro de Caracas, uno se da cuenta de que el pueblo se conectó con su líder más allá de la política, con un misticismo que llega a lo religioso. En algunas tiendas de objetos religiosos se pueden encontrar al lado de la efigie de “Nuestra Señora de Coromoto” —la patrona de Venezuela—, una estatuilla de Chávez. Hay quien lo llama “el santo de los pobres”, mientras otros lo comparan con José Gregorio Hernández, un médico de principios del siglo XX venerado por los venezolanos por su labor con los pobres.
Aunque los enemigos del chavismo quieran silenciar la voz de Chávez, es imposible, porque los venezolanos ven a diario su figura, sus ojos pintados en las calles y edificios altos de Caracas, recuerdan el carisma de un hombre que bailaba, cantaba, cuya vida era un show y que se entregó por completo a una causa justa; pero más que la imagen, por donde hoy se camina en estas tierras, se ve la huella de una Revolución bolivariana que ha construido una mejor Venezuela.
No es difícil encontrar a jóvenes tatuados con la firma o los “ojitos” de Chávez. Dicen que es su homenaje, pero es más que eso: “para no olvidar jamás lo que significa ser chavista”, porque en estas tierras, sin dudas, Chávez es una luz que no se apaga aunque la muerte se interponga.
Mayra leon Perez
6/3/14 7:20
Chavez ha dejadoo huella tan imborrales y escribio paginas tan lindas sobre el el bienestar de los mas desfavorecidos que nos privilegia haberlo conocido y vivido en su tiempo... todos los hombres bien deseariamos verlo en la misa si fuera posible al partir...Su presnecia fisica se extraña mucho pero su legado esta presente en todo hombre y mujer de bien todos los dias de este mundo.
Linet
4/3/14 12:49
Hermoso y muy sentido artículo. Me ha hecho llorar. Soy de esos cubanos que hemos tenido el enorme privilegio de recorrer las calles venezolanas y poder palpar todo cuanto hizo el Comandante Chávez por su pueblo, por eso y más se ganó el amor de la inmensa mayoría de los venezolanos y el respeto, admiración y cariño de los cubanos, de latinoamericanos y de millones de personas alrededor del mundo. Cuanto me gustaría creer q en verdad no se fue..que solo fue un momentico a la misa y que volverá...te amamos y amaremos por siempre mi Comandante y estaremos rodilla en tierra junto a Maduro y a tu pueblo que nunca dejará de amarte!
Jean CarLos Reyes Rodriquez desde FB
4/3/14 10:30
Vivira por siempre el gigante d latinoamerica por q dejaste a un pueblo noble y q t sera leal viviremos y venceremos hasta la victoria siempre comandante......
Lucía Martinez
4/3/14 10:29
Chavez siempre estará en la memoria de los venezolanos y muchos en el mundo.
Roberto Fuentes Inclan desde FB
4/3/14 10:28
AMEN
Rosa Perez desde FB
4/3/14 10:28
Nunca se apagara!
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