Faro Roncali: luces para no perder el rumbo

Un país rodeado de agua no es nada sin faros que lo mantengan en permanente alerta y que permitan también a las embarcaciones llegar a puerto seguro. El archipiélago cubano cuenta con 17 de estos esparcidos por todo su territorio; cada uno es un pedazo de historia que se levanta, un completo misterio por descubrir.

Cada año son muchos los que llegan a ellos, ya sea para tomarse fotos con las hermosas vistas que desde sus posiciones se pueden contemplar, como para entender sus principios de funcionamiento. Cada día también son varios los barcos a los que brindan orientación.

Uno de los faros más conocidos en Cuba es el Roncali, ubicado en lo más occidental del territorio cubano, el cabo de San Antonio, en Pinar del Río. Con una altura de 25 metros, desde la base hasta el techo circular, esta construcción ha quedado en la historia como el último refugio de los aborígenes en la época de la colonización española.

Entre las maravillas que hacen de este sitio un lugar único se encuentra la posibilidad de divisar paisajes de extraordinaria belleza, propios de la biodiversidad de la Península de Guanacabibes, declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO en 1987.

En esta área habitan 16 especies de anfibios, 35 de reptiles, 171 de aves, 18 de mamíferos y 86 de mariposas diurnas. Abunda también una vegetación diferente de la que se puede hallar en cualquier parte del país.

El Faro fue construido entre 1846 y 1849, con la autorización del Gobernador General O' Donnell, bajo el Gobierno de Federico de Roncali, el Conde Alcoy, quien solo tomó su apellido para nombrar la obra.