El biógrafo santiaguero del “Titán de Bronce”

El pedagogo e historiador santiaguero Dr. C. Manuel Fernández Carcassés, Profesor Titular de la Universidad de Oriente, es una de las voces más reconocidas en la historiografía santiaguera y cubana contemporánea. Su amplia obra académica y literaria marca un hito en los estudios de la familia Maceo Grajales, fundamentalmente con la reciente publicación de la segunda edición de su libro Antonio Maceo ensayo biográfico sucinto, por la Casa Editorial Verde Olivo. Trabajo que es el colofón de una renovación en los estudios maceistas santiagueros, que hace más de dos décadas se empeñan en estudiar la facetas de la obra y pensamiento del Titán de Bronce y su heroica familia, tanto desde el Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales, con sede en la indómita ciudad, como desde la Universidad de Oriente.

-Profesor, ¿Por qué decide usted dedicarse al magisterio de la historia? ¿Cuál fue su principal motivación?  

Mi llegada a la enseñanza de la historia fue casual. Entré a estudiar en el Pedagógico santiaguero en 1977 sin una motivación especial, después de varios intentos fallidos por cursar carreras militares, pero rápidamente empecé a descubrir que sí, que quería ser profesor de historia, gracias al impacto que ejercieron sobre mí los excelentes profesores que en aquel entonces educaban en esa institución.     

-Usted llega incluso a ser jefe de departamento de Historia de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Frank País García. ¿Por qué continuar su vida profesional en la Universidad de Oriente?  

Llegó un momento, por suerte superado, que el trabajo en los pedagógicos se tornó pesado. Se nos dijo desde la dirección del MINED que los profesores solo debían dominar los contenidos de las enseñanzas para las cuales se formaban nuestros estudiantes, lo que limitaba drásticamente la formación histórica tan necesaria en la labor de un docente. Se absolutizó el papel de una supuesta didáctica de avanzada, y se prohibió, en términos absolutos, que se realizaran por docentes de los pedagógicos doctorados en ciencias históricas: todo debía recorrer las ciencias pedagógicas. Esto lo dije en una Asamblea Nacional de la UNHIC en el Palacio de Convenciones y una viceministra allí presente me respondió que “esa era la política diseñada”, sin más argumentos. Antes lo había planteado en un claustro del pedagógico y casi me sugirieron que el que no estuviera de acuerdo debía irse, y eso fue lo que hice Pero no vine directo para la Universidad, pues no se permitía que profesores que salieran del pedagógico fueran aceptados aquí, por tanto trabajé cinco años en Cultura. 

-Actualmente usted tiene responsabilidades en la formación de pregrado y posgrado en la Casa de Altos Estudios Oriental. ¿Cómo combina usted la investigación con la docencia universitaria?

La investigación es parte consustancial de la docencia universitaria. No concibo a un profesor que no amplíe, a través de la investigación, su arsenal de conocimientos para después transmitirlo a los estudiantes, y de esa manera evitar que las clases se conviertan en repetición de ideas viejas y muchas veces superadas. Yo, personalmente, trato de proponer Cursos Optativos para poner a los alumnos al tanto de los resultados de mis pesquisas, pues a veces las asignaturas de los currículos base y propio no tienen un fondo de tiempo adecuado para esto. Pero lo más importante no es tanto impartir los nuevos aportes en el aula, sino motivar a los estudiantes a que se incorporen conmigo a la ardua tarea de continuar revelando el pasado.

-Recientemente fue publicada una segunda edición de su libro Antonio Maceo ensayo biográfico sucinto. ¿Qué descubrimientos de su investigación sobre Antonio Maceo le resultaron más reveladores y qué importancia tiene esta figura para la identidad cubana actual?

Fue muy revelador para mí constatar que, efectivamente, el pensamiento del Titán de Bronce era muy avanzado, y sobre todo muy direccionado hacia los aspectos más urgentes de la Cuba de su tiempo. Me impresionó su autodidactismo, observar que un hombre que no tuvo una formación escolar adecuada, pudo convertirse en un hombre culto y, además, orlado con las más altas virtudes cívicas. He ahí su importancia para la identidad del cubano de hoy: ser modelo de ciudadano y de patriota.

-No utiliza usted en esta obra el típico lenguaje academicista, todo lo contrario, es de una fácil y didáctica lectura, aunque de un probado valor científico. ¿Por qué se desprende usted de este estilo?

Cuando escribo, pienso no solo en decir cosas demostrables científicamente sino en procurar que sean útiles, que contribuyan a la formación, por tanto, tiene que ajustarse a las posibilidades interpretativas de todos. Creo que en eso me ha ayudado mi formación en el Pedagógico.

-¿Podría adelantarnos en qué proyectos de investigación está trabajando actualmente?

Me dedico fundamentalmente al estudio de las guerras de independencia del siglo XIX, y en tal sentido trabajo junto a la Dra. Damaris Torres en una biografía de Guillermón Moncada, que espero que en 2026 esté concluida. Me interesan también los temas de la esclavitud y más recientemente, relacionado con mi responsabilidad en la Comisión Aponte, estoy incursionando en el debate sobre el tema racial en el siglo XX.

-Finalmente ¿Qué mensaje les daría a las nuevas generaciones de historiadores que desean dedicar su vida a la investigación histórica y al rescate de la memoria local y nacional?

Que no se desanimen nunca. La búsqueda de información no siempre ofrece alegrías, sobre todo si trabajas en archivos, pero hay que perseverar, pues un día descubres que ya puedes entregar a la sociedad una obra novedosa que en cierta medida enriquecerá el sistema de conocimientos históricos y contribuirá a formar mejores cubanos.