Un gato sin cascabel

Después de más de setenta años de desempeño agresivo y provocador a escala global, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, vuelve a ser objeto de las reticencias unilaterales de Donald Trump.

Así, como quien olvidó algo por hacer, y en tiempos en que le apremia que la gente asuma que él es un “duro” que debe reiterarse en la Casa Blanca, el ocupante de la Oficina Oval, de manera totalmente inconsulta con unos socios europeos (a los que insiste en mostrarles que no les concede la mayor importancia), comunicó su intención de sacar no menos de 9 500 de los 36 000 soldados norteamericanos dislocados hoy por la geografía germana.

Hay que recordar que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, estableció Washington treinta y seis instalaciones bélicas en la ex Alemania nazi, pivotes en la formación, en 1949, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, como aparato castrense “aliado” contra los nuevos enemigos: la Unión Soviética y el recién surgido campo socialista europeo.

Apuntar además, como dato necesario, que no fue hasta 1955 que la URSS y las naciones socialistas de Europa del Este decidieron crear, justo como respuesta a la ya vigente agresividad occidental, el denominado Pacto de Varsovia, que rigió la actividad defensiva común hasta casi finales del siglo pasado.

Pero volviendo a esta hora, es conocido que desde su llegada al gobierno Trump ha acicateado a sus socios otanistas para que “paguen más por su seguridad”, acusándolos de aprovecharse de la “bondad financiera” de Washington en ese sentido.

Uno de sus enfrentamientos más enconados es con Berlín, toda vez que como “locomotora económica eurooccidental”, según el ocupante de la Oficina Oval, debe asumir mayores gastos militares.

En consecuencia, entre los analistas, “pasar la cuenta” a la canciller Angela Merkel sobre el particular puede ser una de las motivaciones de Trump para hablar ahora de reducir sus tropas en Alemania, el epicentro de la actividad bélica gringa en el Viejo Continente hasta nuestros días.

A ello se suma —precisan otras fuentes— el desquiciado interés reeleccionista del magnate inmobiliario, impulsor de la chovinista consigna de “los Estados Unidos primero”, y por tanto destinado a establecer un orden de relaciones globales donde prevalezcan los intereses de la primera potencia capitalista por encima de todo y de todos, lo que explica que decisiones como la que nos ocupa ni siquiera sean consultadas con las partes directamente afectadas.

Así, para Charles Kupchan, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Georgetown e investigador principal del Council on Foreign Relations, un centro de estudios con sede en Washington, “Trump está en medio de una campaña para su reelección” y está urgido de mostrar a los votantes que “sabe cumplir sus promesas públicas”.

Una de estas —añadió el estudioso— es adoptar una política exterior más aislacionista, y la reducción de efectivos en Alemania está en línea con su deseo general de hacer creer a la gente que regresará las tropas a casa.

El experto aseguró que esta también es una de las razones por las cuales el mandatario estadounidense ha maniobrado en torno a la idea de un pretendido retiro de Siria y Afganistán.

En el primer caso, todo se ha reducido a dedicar los efectivos norteamericanos a robar petróleo sirio y apuntalar a los grupos terroristas, y en el segundo está por ver si ciertamente los acuerdos con los talibanes, sus ex preferidos afganos, ciertamente funcionarán en medio de tantas reticencias mutuas.

Por lo pronto, las reacciones en Europa no concuerdan con los métodos insultantes y unilateralistas usados por el presidente de los norteamericanos a la hora de asumir decisiones que conciernen a sus aliados, mientras que dentro de los Estados Unidos ciertos sectores políticos expresaron preocupaciones por un “debilitamiento” castrense gringo en la plaza europea frente a la “cercana amenaza proveniente de Rusia”.

En fin, esperar para ver el desenlace de este nuevo entuerto Made in Trump.