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martes, 1 de octubre de 2024

Ucrania y el "quítate tu..."

El primer ministro Yatseniuk debió saltar del cargo y dar paso a la “tropa Poroshenko”...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 28/04/2016
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Aún cuando siempre gozó del más amplio respaldo de Washington, la Unión Europea y los organismos de usura como el Fondo Monetario Internacional, FMI, el hasta hace poco primer ministro de Ucrania, Arseni Yatseniuk, debió tragarse sus aires de siniestro tipo duro y abandonar absolutamente sus funciones.

Para sustituirlo, el grupo de partidos de derecha que gravita en el parlamento decidió escoger a Vladimir Groisman, hasta entonces presidente de la Cámara de Diputados, y un fuerte socio del actual presidente Piort Poroshenko, quien con esta jugada ha pretendido ganar tiempo en la explícita caída en picada de su administración.

Groisman no supone cambios estratégicos. De hecho, es tan pro occidental y tan instrumento del FMI como el renunciante Yatseniuk, solo que es otra cara “debutante”, algo así como un cosmético de mala calidad, pero al menos su sucesor se va, en apariencia, con el saco lleno de todas las críticas y rechazos que en verdad comparten sin excepción los golpistas y fascistas entronizados en Kiev a instancias de las fuerzas hegemonistas globales.

Vale recordar que recientes encuestas colocaban a ras del piso la gestión del gobierno que encabezaba el binomio Poroshenko-Yatseniuk. El primero incluso aparece entre los implicados en el reciente escándalo de los Papeles de Panamá, y juntos son culpados de aupar la corrupción interna, desangrar la economía, y hacer más miserable la vida de la gente común.

Es posible entonces que intentar colocar las culpas sobre un nombre en específico, que incluso tal vez acariciaba no muy en secreto llegar a ser el “hombre fuerte nacional”, haya llevado al presidente y a sus restantes aliados a apretar clavijas al primer ministro y, luego de meses de puja, lograr su agitada renuncia al cargo.

De todas formas, para muchos especialistas y ciudadanos ucranianos de a píe todo no pasa de ser una engañifa, sin reales alcances positivos en la dura cotidianidad.

Reportes recientes precisan, por ejemplo, que (y vale la cita textual) “el año pasado el ingreso real de la población ucraniana descendió un 25 por ciento de la mano de la fuerte devaluación y de una inflación de 43 por ciento, al tiempo que los costos de los servicios básicos de agua, electricidad y gas aumentaron entre tres y cinco veces… además, el monto del PIB cayó en más de dos tercios, en parte porque el comercio con Rusia, el socio privilegiado de Kiev hasta el derrocamiento de Yanukovich, se redujo en alrededor de un 80 por ciento”.

Y en medio de tan abismal crisis, uno de los “puntales” del gobierno de Poroshenko es el FMI, al cual se le ha prometido un pago de 40 mil millones de dólares en cuatro años, algo que el debutante Groisman no demoró en reconfirmar.

Por otro lado, queda pendiente aún el tema de la guerra contra las comunidades de origen ruso en Ucrania del Este y el hacer efectivos los acuerdos de Minks, que intentan crear las bases objetivas para conversaciones que trabajen a favor de la paz y el entendimiento racional entre las partes en conflicto.

De hecho, en medio de las impugnaciones entre los dirigentes derechistas de Kiev, el Kremlin advirtió esencialmente a Washington y a sus aliados de Europa occidental, que tienen el deber de asegurar que los nuevos personajes que aparezcan como parte de la administración nacional ucraniana asuman como una de sus obligaciones claves el respetar el protocolo de Minks y abstenerse de azuzar nuevamente la guerra en la frontera oriental.

De manera que el cambio de ficha que supuso la “movida” de Yatseniuk no parece arrendar ganancias positivas, sino que se reduce simplemente a tirar un harapo sobre el doliente para que el trauma sea menos visible.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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