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miércoles, 9 de octubre de 2024

Temer en jaque en Brasil

Un modelo moribundo, un país parado y el militarismo...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 04/06/2018
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Michel Temer-presidente interino-Brasil-elecciones 2018
Al presidente Temer la población brasileña solo lo respalda en un 5%, y resulta preocupante que el vacío de poder en que está sumido devenga un golpe militar.

Michel Temer debe estar contando los días que faltan para el 7 de octubre cuando, si se celebran elecciones presidenciales, sea sustituido en el Palacio de Planalto, donde cada día su figura se desdibuja más en el panorama nacional, apuntalado por los grandes capitales y sus medidas militaristas.

Temer, un presidente no electo, asumió el Palacio de Planalto en sustitución de la legítima mandataria revolucionaria Dilma Rousseff. Él, que era su vice, la traicionó y orquestó un golpe de Estado parlamentario dirigido a quebrar la democracia, abrirle las puertas al neoliberalismo y cumplir las órdenes emanadas de los grandes capitalistas.

Pero una cosa piensa el llamado camaleón de la política brasileña, por su facilidad para adaptarse a las circunstancias, y otra el pueblo del gigantesco país de 8 000 000 de km2, con una población de 297 700 millones de habitantes, casi un 30 % de ellos viviendo en pobreza.

El presidente de facto está en un coma político con la huelga que mantienen los camioneros autónomos, respaldados por un alto por ciento de la población, que han paralizado el país en protesta por los cinco reajustes al diésel ordenado en dos años por el ejecutivo. Paro al que se unieron los trabajadores de la petrolera estatal Petrobrás.

El Sindicato Unificado de los Petroleros del Estado de Sao Paulo informó que se unirán al gremio camionero en solidaridad con ese importante sector económico, como rechazo a la política de reajuste diario de los precios de los combustibles, impuesta por el presidente de la Petrobrás, Pedro Parente.

La Federación Única de los Petroleros (FUP) por su parte, hizo un paro de 72 horas la semana pasada. Sus dirigentes precisaron que “la huelga no será por salarios ni beneficios, sino por la reducción de los precios del gas de cocina, de la gasolina y del diésel; por el fin de las importaciones de derivados del petróleo y contra el desmantelamiento de la empresa, que es estratégica para la nación”.

Los huelguistas, hasta la semana pasada, avisaron que no retornarán al trabajo hasta que el gobierno reduzca el precio de los combustibles, y aunque Temer prometió hacerlo, continuaron de brazos cruzados con sus vehículos cerrando el tránsito en casi todos los municipios.

Ni las amenazas oficialistas de que moverían al Ejército para destrabar las carreteras hizo retroceder a este movimiento. El transporte de carga es imprescindible para el flujo de la economía.

Es en este escenario que la confluencia de los dos paros puede ser devastadora para un gobierno debilitado, en tanto el presidente de Petrobrás, Pedro Parente, a quien se acusa por la última subida de 0,7 % por litro de combustible, es señalado como el jefe de la desestabilización petrolera en beneficio de los capitales privados.

Aunque el gobierno donde todos parecen ser socios en el tema económico busca salvar la cabeza de Parente, la Bolsa de Sao Paulo, la más importante del país, recibió un golpetazo con la caída de las acciones de Petrobrás.

A pesar de la convocatoria a las fuerzas armadas para terminar con la huelga, todavía el jueves pasado había bloqueos en al menos 24 de los 27 Estados de Brasil, por lo que la presencia militar no causó el efecto esperado.

Para la población brasileña, que solo respalda en un 5 % al presidente de facto, resulta preocupante que el vacío de poder en que está sumido Temer devenga en golpe militar por el general Sérgio Etchegoyen, comandante de la Agencia Brasileña de Inteligencia, quien para no echarle más leña al fuego prometió desalojar rutas y carreteras sin violencia, aunque Sao Paulo, con 11 millones de habitantes y un poderoso movimiento de masas, continúa en “estado de emergencia”.

La situación es grave. La ciudad está en anarquía por carencia de servicios de todo tipo. Los conductores en paro poseen una difícil situación, ya que tienen sobre sí a los grandes transportistas. El movimiento huelguístico es heterogéneo, pero se mantiene unido y firme. Brasil no dispone de un sistema de ferrocarriles que cubra el amplio territorio continental. El país se mueve a diésel bajo las premisas de Petrobrás, picoteada y convertida en blanco fácil de una eventual privatización.

A 2,7 millones asciende el número de camioneros, y los llamados autónomos son propietarios de cerca del 70 % de la flota, y el 30 % restante pertenece a empresas de logística y otros sectores.

Almeida Silva, jefe de la asociación de transportistas autónomos, dijo sentirse muy preocupado por la manipulación que hace el precandidato ultraderechista Jair Bolsonaro de la demanda obrera. “Apoya la huelga para producir desorden ahora y vender orden en octubre”, escribió el periódico Folha de S. Paulo.

Distintas figuras de la derecha se pronuncian porque los militares asuman el poder, en tanto existen versiones de que el pueblo teme un golpe dictatorial que cancelaría las elecciones de octubre. Temer es el promotor de este caos en su triste papel de marioneta de los capitales, y Parente, quien condujo Petrobrás durante el gobierno del neoliberal Fernando Henrique Cardoso, busca liquidar la estatal.

La percepción afincada en la realidad es que hay un complot oficial para desmembrar el Estado con la destrucción de las empresas y dejar así las puertas abiertas a las trasnacionales, lo que empeoraría la situación de más de 30 millones de brasileños desempleados o subdesempleados.

La metamorfosis del país es evidente. Brasil es un negocio para los grandes capitalistas, y el político que pudiera darle un viraje a la situación, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva está preso sin causa en Curitiba, Paraná.

El Supremo Tribunal de Justicia permitió que aunque cumple una condena de 12 años y un mes por supuesta corrupción administrativa, Lula da Silva siga siendo el precandidato del Partido de los Trabajadores, y hasta ahora es el favorito para retornar al Planalto si derogan sus acusaciones y lo liberan.

Por lo pronto, lo único visible es que le devolvieron sus facultades como ex jefe de gobierno, que son vitalicias y le habían sido arrebatadas, y le permitieron una pre-postulación, que podría hacerse oficial en agosto próximo.

Para la investigadora brasileña Juraima Almeida, analista asociada al Centro Latinoamericana de Análisis Estratégico, es sorprendente la solidaridad popular con la huelga, teniendo en cuenta la dramatización de las molestias que causa y el bombardeo mediático contrario.

Mientras, los conductores en paro declararon a varios medios radiales que no saldrán de donde están, hasta que Temer no haga lo mismo.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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