//

miércoles, 9 de octubre de 2024

Espaguetis fríos

En este tiempo no se venden bien los sueños...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 08/06/2018
0 comentarios
PM Italia
El primer gobierno populista de la historia de Italia es liderado por el jurista Giuseppe Conte.

Hay una teoría, no precisamente desafinada, alegando que los populismos y el incremento de las tendencias de ultraderecha dentro de Europa se originan en los defectos de funcionamiento del Pacto Comunitario. Dejando en suspenso profundizar en esa hipótesis, Italia se erige por sí sola como caso donde convergen dificultades económico-financieras con incongruencias sociopolíticas. Se expresan en el surgimiento del nuevo gobierno, que este 6 de junio fue aprobado por el parlamento italiano.

Es la unión de los autodefinidos antisistemas, Movimiento 5 estrellas (en italiano, Movimento 5 Stelle, M5S) y La Liga, de tendencia ultraderechista. Ambos teniendo a Giuseppe Conte como primer ministro. Crónicas sobre la sesión legislativa correspondiente aseguran que el premier recibió abucheos cuando aludió a eliminar el conflicto de intereses existente en todos los segmentos sociales. ¿Pifia o acierto de quien hasta hace semanas era profesor de derecho, sin carrera en la política? Cualquier respuesta cabe para quien se estrena en estas lides dentro de una situación y momento mundiales de escasa prudencia.

Los reportes informan que votaron en contra del nuevo gabinete, el Partido Demócrata (PD, se supone optan por una socialdemocracia bastante desteñida), Forza Italia, (la derecha liderada por Silvio Berlusconi), las dos formaciones con mayor peso, pero carentes de gran significado en este momento. Hubo otras descalificaciones, pero los escaños de los coaligados en la rara y peregrina empresa de dirigir Italia fueron suficientes para, al cabo de tres meses, concluir los trámites de una legislatura con muchos puntos suspensivos.

Ante todo, debido a que no se trata de una autoridad monolítica —y si bien las coaliciones, incluso de opuestos, son pan de cada día en muchos sitios—, conciliar los intereses de esas dos formaciones y que sus esfuerzos logren sacar al país de dilemas, es tarea urgida de algo superior a un matrimonio de conveniencias.

La de Italia es una economía grande, como grande es su deuda (132 % del PIB, o sea: 2,3 billones de euros) y no menor resulta el conflicto que compromete también al sistema bancario. Las administraciones anteriores trabajaron en esos acápites, pero sin el necesario éxito.

Partiendo de esas bases, buena parte del programa expuesto por los nuevos gobernantes provoca inquietudes. Plantean establecer una tasa impositiva fija paras personas y firmas comerciales, definida por sus críticos como Robin Hood a la inversa: quitar a los pobres para añadir fondos a los ricos. Y como esas tasas “unisex” son inferiores a las actuales, otros creen que el país carece de lo suficiente para soportarlo. Luigi Di Maio, del M5E y uno de los dos vicepresidentes, aseguró que habrá ayudas especiales para las áreas más deprimidas de la península, donde las tasas de paro son mayores (11,2 % en general y del 33 % para los jóvenes). Hay incertidumbre sobre lo acertado o no del nuevo sistema de impuestos y es calificado por unos de rapaz y otros de dispendioso.

Los enfoques dispares parecen consecuencia de un ejecutivo conformado por una mezcla poco común de tecnócratas y conservadores, ambos bandos populistas, pero unos se dicen a la izquierda y otros a la derecha. Llegados a este punto aclaremos: por populismo se conciben las tendencias que aseguran defender intereses y aspiraciones del pueblo. Otra definición: movimientos que rechazan a los partidos políticos tradicionales y se muestran, en la práctica o en los discursos, belicosos frente a las clases dominantes.

A la espera de que la Real Academia de la Lengua acepte el término y lo especifique, ejemplifiquemos lo anotado con el ultraconservador norteamericano Donald Trump, populista al cien por ciento en cuanto dice y hace. Por oposición, al líder del laborismo británico Jeremy Corbyn lo acusan de populista, pero en su caso, por defender, sin entrecomillados los derechos ciudadanos.
En lo referido a la alianza italiana de estreno, la convergencia ocurre en la propensión de ambos grupos a proceder contra lo establecido (antisistema, pero no procurando cambios ideológicos). Otra característica es rechazar a la Unión Europea en general o los códigos más importantes que la rigen, en particular el euro. Como está ocurriendo la salida del Reino Unido de la UE, que ideas así lleguen a un gobierno aumenta los temores de éxodo.

Menudean los motivos de alarma. En sus discursos iniciales los recién estrenados dirigentes italianos se mostraron a favor de suspender las sanciones contra Rusia, debido al daño que esas medidas provocan a una economía a la cual no le sobra salud. Recomiendan al resto de Europa y a los propios EE. UU. eliminar esas trabas. La respuesta les llegó de la OTAN con una negativa que no todos comparten.

Aunque en los pactos de gobernabilidad rebajaron los prontuarios contra la UE, resultan significativos algunos enfoques que entroncan ahora a Roma con Washington. Se aprecia en lo formulado por el jefe de La Liga y actual ministro del Interior, Matteo Salvini, quien envuelve su xenofobia antimigrantes con un slogan: “Los italianos primero”. No es necesario decir a quién copia.

Se supone que no sea este el más duradero de los 66 gobiernos anteriores que hubo en Italia desde 1946, cuando se proclamó la República. De ellos solo seis duraron más de dos años. Los vaticinios sobre el devenir son muchos, variados y explosivos. Y no parece una sinrazón.


Compartir

Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


Deja tu comentario

Condición de protección de datos